Imagina esta situación, tu hija o tu hijo está cansado, quiere que le compres, quiere que le lleves o quiere lo que sea y resulta que no vas a poder complacerle por el motivo que sea. Entonces empieza la pelea, tú le dices que no puede ser y que tenéis que iros, él o ella insiste e insiste. Le dejas claro que no es posible y entonces tu retoño, se planta en la calle mostrándote su enfado y decide no caminar.
En esta situación, es muy probable que lo primero que te pida el cuerpo sea marcharte y dejarle claro que si no quiere quedarse solo o sola en mitad de la calle, tendrá que seguirte, quiera o no. En ese caso, te irás, mostrándole tu enfado y dejando claro que o te sigue o ahí se queda. Cuanto más te alejas, más se enfada tu hijo o hija, seguramente estará llorando desde antes o habrá empezado a hacerlo ahora. El caso es que llora y tú te alejas mientras piensas, «no voy a ceder, este niño (o esta niña) no puede lograr todo lo que se proponga» o algo como «no puedo ceder a todo lo que me pida, no es bueno para ella (o él)».
En este punto, a la mayoría de los niños y niñas ya se les ha olvidado lo que querían incluso aunque sigan pidiéndolo. Si lo siguen pidiendo, una y otra vez, suele ser como una especie de soniquete sin mucho sentido. Así que entramos en una de esas historias de «así lo ves tú, así lo ven ellos y ellas» en las que cualquier coincidencia entre ambas versiones es pura ficción.
Mientras tú piensas que tú hijo o tu hija son unos egoístas y unos caprichosos, lo que ocurre más bien es que son egocéntricos, una característica propia de niños y niñas hasta los ocho años más o menos. Esto quiere decir que piensan en sus necesidades, difícilmente pueden ponerse en tu punto de vista porque la empatía es algo que se desarrolla después o si lo hace antes es de manera muy rudimentaria. No puede ponerse en tus zapatos para entender que es tarde, que estás cansada o cansado, que no puedes gastar más dinero en cosas innecesarias, que no da tiempo a ir a ese lugar o lo que sea que pase. Solo piensa en su necesidad.
Te recuerdo que hay dos tipos de necesidades, las primarias que son básicas y realmente necesarias como el hambre, la seguridad, el abrigo, el afecto, el sueño… Tan importante es que meriende como que se sienta querido o querida y reciba afecto cuando le haga falta o se sienta seguro o segura. Y luego están las secundarias, caprichos creados por nuestra sociedad como muchos de los juguetes que piden o tienen y no necesitan, las chuches, los dibujos animados, etc.
Cuando tu hijo o tu hija se quedan parados en la calle porque no consiguen aquello que quieren se muestran muy enfadados porque realmente lo están, a veces cuando son un pelín más mayores, lo hacen muy visible para que tú lo veas claramente, mostrando que ya van entendiendo poco a poco que tú tienes una mente y van anticipando que tienes tus propios pensamientos, esto antes de los cuatro años es difícil por no decir imposible.
Entiendo que al imaginar esta escena, estamos pensando en que lo que quiere es una necesidad secundaria porque si fuera primaria, entonces pienso que habría que cubrirla lo antes posible, recuerda que en este bloque están las de afecto. Que se muestren muy enfadados, no es muy grave, supongo que todas las personas que tenemos hijos o hijas queremos que se defiendan cuando algo no les guste y se lo hagan saber a las personas que están relacionadas con este hecho. No querremos que se aguanten su deseo y sencillamente cedan a los deseos del otro, ¿no es así? Entonces tendremos que permitir que experimenten mostrarse enfadados y reclamar lo que deseen. ¿Con quién mejor que con su familia?
Visto así, castigar que peleen por aquello que desean, no parece muy buena idea, tenedlo en cuenta. Entiendo castigo como hacer algo que implique una consecuencia negativa, ya sea irnos dejándole ahí con su queja o levantarlo por la fuerza, gritar… En definitiva cualquier cosa que se consideraría poco adecuada si se le hiciera a una persona adulta. Además, recuerda que somos modelo, con ello pueden aprenden que ignorar a un ser querido cuando no estamos de acuerdo con él o ella, es una opción y esto tampoco es deseable.
Otra cosa es que cedamos a todo lo que quieran para que no se enfaden, eso es bien distinto. Si consideramos que no es necesario o posible ofrecerles aquello que piden, debemos ser firmes. Pero eso no implica que los humillemos, los abandonemos o les hagamos sentir que no los queremos cuando lo que ocurre es precisamente todo lo contrario. «No te doy esto que quieres o porque no podemos o porque pienso que no es apropiado para ti«, eso implica que te quiero y me preocupo por ti. Si esto es lo que pasa, no te comportes como si no le quisieras o estuvieras enfadada o enfadado, las y los más pequeños no tienen capacidad para ponerse en tu mente y saber qué piensas, simplemente interpretan tus actos, tu tono de voz, lo que les dices. Esto se relaciona con la Teoría de la Mente, puedes leer más en Por qué un niño de dos años no puede manipularte.
En resumen, no cedas ante deseos de tu hijo o hija que no te parecen apropiados, pero tampoco te comportes como si no te importasen, como si no les quisieras cuando no es eso lo que sientes.
Si tiene más de cuatro años, aunque pueda ser capaz de saber lo que estás pensando, le falta empatía para entenderlo y aunque la tuviera, creo que sería surrealista que un niño te pida algo, le digas que no, insista, sigas negando y el resultado de este intercambio fuera que entendiera tu negativa y tan contento o contenta hiciera lo que tú quieres. ¿Te parecería normal esto? Algunas veces responden así, pero si lo piensas fríamente, sufrir un capítulo como el que describía al principio es normal y necesario.
Lo que no es necesario, es que tú te comportes como tu hijo o hija, «tú te enfadas, yo más», «tú te plantas, yo también», «¿que tú te quieres quedar ahí enfadada? Pues yo me marcho más enfadada aún».
Cuando tu hijo o tu hija no consigue lo que quiere y tú, además de no dárselo, te enfadas, ellos y ellas suelen reclamar tu atención, tu cariño en una forma de comprobar que los sigues queriendo a pesar de todo, si tu conducta da a entender que no, se bloquean y suelen comportarte como en la historia del principio. Tozudez, llanto, frustración, cero raciocinio… Se supone que la madurez y la cordura debemos ponerla las personas adultas, ¿quién si no?
¿Qué hacemos entonces?
La respuesta en sencilla, comportarte como una persona adulta con capacidad de razonar, negociar o elegir opciones adecuadas y sobre todo de ser modelo para el niño o la niña en situaciones en que lo necesita. ¡Qué fácil! Ya sé que no lo es, es un proceso, ser madre, padre o trabajar con la infancia supone un proceso de aprendizaje continuo, es lo que toca. Te dejo algunas opciones que pueden serte de utilidad en estas situaciones:
- Si quieres que tú hijo o hija aprenda que no hay que ser cabezota: Muéstrale que tú no lo eres y que puedes ceder en ocasiones, acercándote a él y tratando con cariño de que te acompañe. Si sigues empeñado o empeñada a su lado o al otro lado de la calle en que se levante y vaya porque ese es tu deseo y no das tu brazo a torcer, tu hijo o hija aprenderá que eso es lo que hay que hacer en ocasiones similares. Creo que esto no os beneficia ni a ti ni a al niño o niña en el futuro.
- Si quieres que entienda que otras personas también tienen necesidades: Cuéntale cuáles son las tuyas y explícale que entiendes que él quiera eso pero ahora tú necesitas irte a otro lugar y debéis hacerlo juntos o juntas porque no puedes dejarlo o dejarla ahí, nunca vas a abandonarlo. Mucho mejor que marcharte y hacer como que lo abandonas para que él o ella sientan ese miedo y corran a buscarte atemorizados porque te quieren demasiado para perderte y además su instinto les recuerda que te necesitan para sobrevivir.
- Si necesitas ir a un lugar y no hay forma de que te acompañe: Cógelo con cariño pero con firmeza y dile que entiendes que no quieran moverse ahora mismo y sientes no poder respetarlo pero ahora no es posible quedaros ahí por más tiempo. Esto es distinto a cogerle por la fuerza mostrándole lo enfadada o enfadado que estás (como hacen ellos y ellas) y llevártelo mientras vas echándole la bronca por lo mal que lo ha hecho y le culpas hasta del cambio climático cuando de un enfado solo es responsable quien lo tiene.
¿Te has encontrado alguna vez en una situación de este tipo? ¿Te parece que estas opciones pueden ayudarte a resolver este conflicto si vuelve a darse el caso? ¿Crees que leer esto te permitirá colocarte en otro lugar a la hora de entender a tu hijo o hija o sientes que es exagerado e innecesario? Sea como sea, me encantará leerte en comentarios. Y ya sabes, si te parece útil no dudes en compartirlo con aquellas personas a las que pueda servirles. Muchas gracias.
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