Necesito hablaros del Acompañamiento Emocional, creo que ya estoy preparada. Hace ya mucho que hice un curso que se titulaba así con Isabel Fuster, cuando se publique esto ya habré hecho la segunda parte, La Escucha Activa. Pero es ahora cuando me veo capaz de encontrar palabras para describir la cantidad de cosas que esta mujer me mostró en apenas ocho horas en un curso intensivo que además fue muy intenso, en el buen sentido de la palabra.
De aquel curso nació el artículo: Mamá y educadora: aliadas o rivales que te animo a leer si aún no lo has hecho. Hoy quiero seguir compartiendo contigo sobre acompañar en lo emocional, en este caso porque si eres madre, padre, educador, educadora o una profesional que está en contacto con niños y niñas por el motivo que sea, te interesa este tema, de cara a valorar como está siendo de adecuada tu relación con niños y niñas, pero también desde un punto de vista puramente personal, porque todos fuímos niños y niñas, porque la mayoría de nosotras tenemos carencias y para poder nutrirlas una de las primeras cosas que debemos hacer es saber que están ahí y comprenderlas hasta donde podamos.
Como siempre, comparto mis notas sobre el curso, frases de Isabel Fuster tomadas tal cual, valoraciones personales mías, reflexiones posteriores, etc. Allá va todo con la intención de que quede claro un mensaje: ¿qué pasa con las necesidades no cubiertas de la infancia, dónde se guardan?
La emoción y su acompañamiento
«Difícilmente un adulto puede acompañar emocionalmente a un niño o a una niña si no se ha puesto en contacto previamente con sus propias emociones».
Isabel Fuster
La emoción sin una acción queda incompleta, solemos observar conductas en niños y niñas pero también en personas adultas que detrás llevan una emoción, aunque no siempre tiene por qué ser en la línea de los ejemplos que comparto, puede ocurrir que si estamos tristes, lloremos; si sentimos rabia, demos una patada y si estamos contentos, saltemos como forma de expresión de esa alegría.
Acompañar emocionalmente implica poder conectar con lo que le pasa al bebé o al niño o niña. En el primer caso con el inconveniente de que no va a poder decírmelo con palabras.
Muchas veces, las personas adultas que rodean al niño o la niña no son capaces de captar cuál es la emoción que hay detrás de su conducta. Puesto que esa conducta manifiesta se relaciona con una necesidad sentida en las y los más pequeños, estamos hablando de que no se resuelva una necesidad que está manifestando a través de una conducta que no llegamos a interpretar bien. En estas situaciones, ante la insatisfacción de su necesidad, el bebé, de manera instintiva, sentirá rabia. Por ejemplo, si un bebé llora desesperadamente para solicitar algo a una persona adulta y ésta no acude.
Esa rabia, quedará grabada en algún lugar en el niño al no ver satisfecha su necesidad. Por mucho que nos empeñemos en negar la mayor, somos cada una de nosotras como persona, sea un bebé o un adulto, quienes decidimos si tenemos una necesidad o no. Si como bebé, me gusta que me cojan en brazos todo el tiempo, es mi necesidad, no desaparece porque la persona adulta que me cuida considere que no es lo correcto, las cosas no suelen funcionar así. La vivencia es subjetiva y personal de cada individuo desde antes del nacimiento, incluso. No es fácil modificarlo desde fuera y menos si se hace desde la indiferencia, así no se cambia nada, diría yo.
Lo que plantea Isabel desde un enfoque humanista y desde los postulados del desarrollo del vínculo, es que esta rabia grabada por una necesidad no satisfecha, aparecerá en momentos de la vida adulta en situaciones emocionales similares y también diré que «similares» es algo subjetivo decidido por el protagonista en cuestión. Desde este planteamiento, las necesidades no satisfechas de los bebés se graban, por tanto, como carencias y éstas aparecen después en la vida adulta.
Este planteamiento para personas que trabajan en el campo de la Gestalt, del psicoanálisis quizá o desde enfoques más humanistas, no será nada novedoso pero para mí, psicóloga con un claro planteamiento cognitivista, están siendo verdaderos descubrimientos porque me permiten explicar fenómenos que desde los enfoques más puramente cognitivos no se pueden explicar. Hay ocasiones en que la emoción se encuentra muy alejada de la palabra, especialmente en momentos de la vida donde aún no hemos desarrollado el lenguaje, aquí no se puede trabajar con las creencias, es necesario ir más allá, es necesario trabajar también con el cuerpo, por eso estoy fascinada con este enfoque del acompañamiento emocional que tiene Isabel Fuster.
Si nos paramos a analizarnos, yo diría que todas las personas tenemos carencias infantiles que surgen en determinados momentos de nuestra vida adulta. Nos pasa mucho con nuestra propia madre. Es muy habitual que tengamos reacciones desmedidas ante cosas muy pequeñas con nuestras madres o personas de referencia, actuando de una manera que después fríamente valoramos como exagerada e incluso dañina, me atrevería a decir. Tendemos a achacarlo al exceso de confianza, a que sabemos que al final, sea como sea, una madre perdona todo y va a quedar impune. Pero seguramente hay algo más detrás que explica mejor lo que ocurre.
Desde un yo adulto, analizamos estas situaciones exageradas sintiendo una contradicción, por un lado somos conscientes de que nuestra madre o la persona que genera aquello en nosotras, nos habrá dado todo lo que ha podido, me refiero a personas de referencia importantes en nuestra vida. Si nos preguntaran, diríamos que nuestra madre es la mejor, eso es así en el noventa por ciento de los casos, invento las cifras, es una opinión nada más. Entonces, ¿por qué estoy reaccionando así? Y es muy común que después venga un sentimiento de culpabilidad.
La historia es que lo que desde el yo adulto se analiza como algo irracional, inadecuado… desde el yo niño, surge espontáneamente, de manera automática, es algo físico y podría relacionarse con una huella de memoria que quedó grabada en un momento donde sentimos rabia ante una necesidad no satisfecha. Los y las más escépticos en este punto estarán pensando que esto suena a ciencia ficción, en esos casos os animo a buscar otra solución más razonable, otra explicación a capítulos de ese tipo. Yo creo que es francamente difícil.
Os invito a analizar si os encontráis a veces en situaciones de este tipo y os animo a qué hagáis una nueva lectura: vuestra reacción de rabia podría estar relacionada con rabia que quedó grabada en los primeros momentos de vuestra vida cuando se dejaron de satisfacer necesidades que para vosotras eran importantes. Me estoy refiriendo a estas situaciones donde, de pronto, parece que nos aprietan un interruptor y reaccionamos con rabia desmedida ante situaciones que no justifican nuestra reacción.
Tras hacer el curso, planteé esto en mi aula de educadoras infantiles. Le pedí a mis alumnas que pensaran en qué momentos tendían a reaccionar de manera irracional, desmedida, con una rabia que si analizamos fríamente no se corresponde con lo que está ocurriendo realmente. Son reacciones que se repiten una y otra vez en nuestra vida en situaciones que evocan para nosotras algo que seguramente ocurrió en el pasado. Son muy interesantes las diferentes lecturas que he ido recibiendo de vuelta tras ese análisis que algunas y algunos de ellos han realizado. Os invito a que también hagáis lo mismo.
La rabia grabada en los primeros momentos de la vida no se recuerda conscientemente.
Debido a que como decíamos antes, esa rabia provocada por una necesidad no satisfecha, se graba en un momento en que no poseemos aún el lenguaje, queda grabado de tal manera que resulta prácticamente imposible recuperarlo de una manera racional. De hecho esta no es la consecuencia más grave del asunto, si no que no se puede asumir cognitivamente el por qué no se está cubriendo la necesidad y esto es aún más peligroso. No se tiene capacidad para comprender que mamá se tiene que ir pero volverá, que se va al trabajo para sacarme adelante y que debería sentirme agradecida y aguantar tranquilita hasta que vuelva para facilitar las cosas. Esto un bebé no puede realizarlo, aunque a veces da la sensación de que nos empeñamos en atribuirles superpoderes a niños y niñas que están en el inicio de su desarrollo.
Claro está que nos acostumbramos a todo, llegará un momento en que si la mamá se va todos los días a trabajar, el bebé aprenderá que su madre al final siempre vuelve. Pero lo que se plantea aquí es que la rabia de los primeros días queda grabada y es probable que nos pase factura.
Al margen de que estéis de acuerdo o no, yo he tardado semanas en asimilar muchas de las cosas de las que hablo, no quizá en este punto, pero sí en cosas que plantearé en otras entradas relacionadas, me gustaría que reflexionaráis sobre ello, buscaráis situaciones del tipo de las que describo, trataseis de justificarlas con otros argumentos. En cualquier caso hacer un ejercicio de autoanálisis de este tipo siempre nos va a traer cosas buenas por muy excépticos que seamos.
Y si alguien quiere compartir, estamos deseosos de leer experiencias, de escuchar puntos de vista opuestos, lo que sea, deja tu comentario. Será un placer seguir aprendiendo juntas.
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Tu comentario me inspiró para escribir este post, lo hice con todo el respeto. Sé que muchas personas piensan como tú, seguramente hay más personas que piensan como tú que las que piensan como yo. A pesar de todo, hay mucha evidencia científica que demuestra que las cosas son de otra manera. Ahí lo dejo. Espero que no lo recibas como un ataque porque nunca fue esa la intención, para mí es un intercambio de puntos de vista. http://lamamadepequenita.com/mejor-reconocer-nuestros-errores-como-madres-y-padres/ Un abrazo.
Yo tengo un hijo al que dejé llorar para dormirse. Actualmente tiene 18 años y nunca hubo problemas de conductas.
Se puede decir que hay excepciones.
Pues de manera individual, consistiría en revisarse a una misma, aquellas cosas que le molestan, situaciones que le hacen daño y no le permiten ser feliz, para tratar de controlarlas, de evitarlas si es necesario y tratar de afrontarlas de una manera más positiva. No creo que todo el mundo sea capaz de hacer ese trabajo personal en solitario, pero se puede, yo lo hice, aunque tuve la suerte de rodearme de gente estupenda que me permitió hacer estos cambios. Si no es posible así, habría que acudir a terapia para que un profesional de la psicología te ayudara a trabajarlo. Un abrazo fuerte Patricia.
En caso la persona que ya es adulta y tiene ese problema como se pude solicionar