Recientes investigaciones demuestran que el desarrollo de la región orbitaria frontal del cerebro, de gran importancia para el establecimiento de relaciones sociales en la etapa adulta, tiene lugar fundamentalmente durante los dos primeros años de vida. Que esta zona se desarrolle adecuadamente está relacionado con el estilo de crianza en esta etapa.
Lo importante es evitar el estrés a los bebés:
Sue Gerhardt, investigadora norteamericana, autora del libro ¿Por qué importa el amor?, afirma que para que un ser humano sea realmente independiente, antes ha tenido que ser un bebé dependiente. Claro que esto no es una ciencia exacta, influyen muchos factores, no se trata sólo de que se deje llorar al bebé o no y tampoco de que sea sostenido en brazos o no. Parece que lo más importante es que el bebé no se estrese demasiado en este período de dos años. Esto es así porque no tienen capacidad para gestionar el cortisol (la hormona del estrés) que les producen estas vivencias estresantes, por tanto lo viven como una experiencia excesiva, demasiado intensa que deja huellas que pueden influir, si no son compensadas, en su desarrollo.
¿Qué podemos hacer para favorecer el desarrollo cerebral en nuestros bebés?
Es fácil pensar que a cada bebé le estresarán más unas situaciones que otras y aquí habrá una gran diversidad, pero parece evidente que todos ellos coinciden cuando se trata de estar lejos de su cuidador o persona de referencia. Seguramente porque esta situación filogenéticamente pone en riesgo su supervivencia. Cuando decimos filogenéticamente estamos refiriéndonos al aprendizaje con el que nacemos y que viene heredado por el desarrollo de la especie a lo largo de miles de años. Un ejemplo sería el hecho de que los bebés estén programados para llorar cuando se dan cuenta de que están solos. Esto es algo que se ha ido desarrollando a lo largo de la historia para asegurar su supervivencia, un bebé sólo no podría vivir. Los bebés que en el pasado no lloraban cuando se quedaban solos tenían altas probabilidades de morir y por eso, los que han podido crecer y dar descendencia hasta llegar a nuestros días, deben ser los que sí lloraban.
El consejo que nos da Sue Gerhardt es criar a niños y niñas con amor, especialmente durante estos dos primeros años, evitándoles las situaciones de estrés. Este tipo de crianza supone que se les estimule pero desde una atención personalizada que, difícilmente, podrá tener lugar cuando una educadora tiene a su cargo demasiados niños y niñas. La autora concluye que a la escuela deberían llegar con una autoestima alta y una seguridad adecuada. Si la afectividad está bien estimulada, los niños y las niñas tiene mejores resultados y se integran más fácilmente. Para ella, no es necesario escolarizar tan pronto a los bebés si lo que queremos es que socialicen, en estas edades están muy centrados y centradas en sí mismas por el gran número de desarrollos que están teniendo lugar y es demasiado pronto para trabajar estos aspectos.
Para contribuir al desarrollo de la zona orbitaria frontal es fundamental el contacto físico, abrazarlos, portearlos, tocarlos, etc. Con ello contribuimos a la maduración de funciones superiores.
Y si no lo hacemos…
Parece ser que un inadecuado desarrollo de la zona orbitaria frontal contribuye a gestionar peor la respuesta al estrés en la vida adulta, aumenta los niveles de cortisol, genera la hiperactividad de la amígdala que supone un sistema de emergencia que tenemos instalado en nuestro cerebro, ésto último supone tener una agitación excesiva, una intranquilidad que hace que estemos alerta en situaciones donde no sería necesario y esto entre otras cosas, debe ser agotador. Creo que no nos será difícil encontrar ejemplos de personas adultas en nuestro entorno que encajan con esta descripción.
Estas consecuencias que describimos afectan a la gestión de las emociones dando lugar a personalidades con carencias afectivas en el mejor de los casos y en casos más llamativos generando trastornos de personalidad o conductas antisociales en la edad adulta típicas de los trastornos límite de la personalidad.
Todo esto que comentamos son resultados de la investigación de esta autora, con ello, está demostrando como el estilo de crianza puede estar influyendo en la personalidad posterior de la persona e incluso determinar que esta tenga algunos trastornos de tipo psicológico.
Para obtener más información sobre este tema, se puede visualizar en este vídeo del programa Redes, donde Punset entrevista a Sue Gerhardt y además explican lo que es la heterocronía, aspecto que me parece fundamental y que explico en otro post.
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Gracias a ti, a vosotras, por leerme, por acompañarme, por enseñarme, por decirme cosas bonitas, por ser mi comadre. Besos.
Es tan gratificante sentirse arropada en la crianza de nuestro bebé!! Gracias Soraya por ponerle voz a nuestras dudas, incertidumbres, desconocimientos… Y alegrías.
Y gracias por dejarnos pertenecer a este grupo privilegiado de crianza. Enhorabuena por conseguir un espacio único y fantástico.