Recuerdo la cara de mis alumnas de segundo curso en el módulo de Habilidades Sociales (es una asignatura del Ciclo de Educación Infantil), cuando les dije que decir a un niño o a una niña: «¡Qué bonito!», al ver su dibujo, tenía sentido si éramos la madre o la abuela, no si éramos su educadora. Como se sorprendieron tanto, probé a decírselo a mis alumnas de primer curso en el Módulo de Desarrollo Cognitivo y Motor, el resultado fue similar, bueno creo que en esta ocasión les pareció aún peor.
Muchas veces les digo a mis alumnas que hay determinadas conductas que las mamás tienen con los niños y las niñas que son respetables cuando las hace una madre pero que ellas no deberían realizar porque son profesionales de la educación. Con esto lo único que pretendo, inconscientemente, porque no había pensado mucho sobre ello, es que respeten las decisiones de las familias, porque en mi experiencia, muchas educadoras terminan viendo a las familias como el enemigo y esto es intolerable. Así es que seguramente, de manera errónea, justifico determinados aspectos para las familias (lógicamente cuando digo madre me refiero también al padre, la abuela, el abuelo…) que no serían tolerables o al menos deseables en una educadora infantil.
Llevo años intentando que las educadoras entiendan que deben trabajar codo a codo con las familias y no es fácil, como madre tengo menos experiencia, pero ahora considero que también las familias deberían buscar la forma ideal de educar y criar a sus hijos e hijas. Vaya por delante, que yo no digo que lo que propongo sea la forma ideal, simplemente es mi opinión sobre lo que es mejor y está claro que todas las opiniones son discutibles y también tengo claro que creé este blog para contar lo que sabía y para seguir aprendiendo, con lo cual cualquier corrección es bien recibida.
Resulta que hace unas semanas, el 26 de abril para ser exactos, asistí a la conferencia que dio Carlos González en el Hospital de Torrejón, esto dará lugar a varios post, fue muy interesante, como siempre. Y coincide que Carlos González en su nuevo libro habla de este tema y mira tú por donde, también es de la misma opinión. Voy a intentar transmitiros sus palabras a través de los apuntes que tomé, la información puede completarse con la lectura de su nuevo libro: «Creciendo Juntos».
Carlos González comentaba que los elogios son casi siempre contraproductentes cuando se trata de niños y niñas. El elogio hace que se sientan observados, desarrollan ideas como «me quieren porque soy bueno en esto» y este tipo de ideas hacen que se puedan desarrollar también ideas del tipo «si fallo en esto, en lo que soy bueno, igual dejan de quererme». Existen experimentos (en el libro se habla de uno de ellos) donde se demuestra que cuando se le dice a un grupo de chicos que son buenos en matemáticas y después, se les dan ejercicios para escoger cuál hacer, eligen el más fácil para asegurarse de que no fallan.
Se puede elogiar en tres direcciones: a la persona, al resultado y al proceso. Veamos a qué nos estamos refiriendo.
Elogiar a la persona:
Se refiere a cuando emitimos algún juicio de valor sobre el niño o la niña, del tipo: «qué bueno eres», «eres buena en matemáticas». Este tipo de elogios, en términos de Carlos González, son los más peligrosos pues generan pensamientos como los que comentábamos antes: «me quieren porque soy bueno, si me porto mal dejarán de quererme» (habrá que ver qué entiende por portarse mal, el niño). Estamos condicionando la conducta del niño o niña, emitiendo un juicio de valor que como todos los juicios de este tipo, es subjetivo.
En el caso del dibujo, estarían aquí expresiones como «qué bien dibujas», con los consiguientes peligros, que generemos presión, que luego el niño o niña dibuje para que nos guste y no para relajarse, disfrutar… generando ideas del tipo «me quiere porque dibujo bien». Esto como en el caso de las matemáticas puede generar que no arriesgue, que siempre dibuje lo mismo, que no haga un dibujo por miedo a hacerlo mal, que elija la opción más sencilla, que no experimente con libertad…
Elogiar al resultado:
Se refiere a elogiar lo que ha hecho el niño: ¡qué dibujo tan bonito!, ¡qué bien te ha quedado! El pediatra dirá que estos son menos malos que los anteriores pero malos, al fin y al cabo. Condicionamos el trabajo del niño o niña a que nos guste a los adultos. Cuando les decimos: «¡Qué bonito te ha quedado!», estamos generando situaciones en las que el niño o la niña pueden terminar dibujando para agradar a un adulto, no porque disfruten verdaderamente de la tarea de pintar. Esto era lo que intentaba decirle a mis alumnas. Cuando le decimos a un niño o niña que su dibujo es muy bonito, la mayoría de las veces no sabemos ni lo que es, no siempre es verdad que nos parezca bonito, se dice de manera generalizada haga lo que haga el niño, en cuestión y se esfuerce mucho o poco. Intentaré explicar esta situación con un ejemplo que a lo mejor habéis vivido.
Una niña dibujando durante un rato con sus lápices de colores, disfrutando del momento, le dedica tiempo y cuando lo tiene nos lo enseña. Seguidamente la frase: «qué bonito». La niña vuelve a sentarse a dibujar, esta vez más rápidamente sin dedicarle casi tiempo, construyendo algo para volver a enseñarlos y ganar nuestra aprobación. Los niños y las niñas necesitan tener la aprobación de las personas adultas, saber que son aprobados por ellas, importantes para ellas. Al final, en muchos casos, la situación termina con que al tercer dibujo, la niña realizará apenas un borratajo antes de enseñárnoslo para ganarse su «qué bonito». Ya hemos conseguido que el objetivo de hacer su dibujo no sea pintar, disfrutar de ese momento, crear algo por sí misma, sino conseguir su «qué bonito», que llegará sea como sea el dibujo, se esfuerce o no. Además de condicionar su libertad que es lo que a mí me parece más importante en estas edades, estamos favoreciendo que la niña desarrolle una idea equivocada de lo que después se va a encontrar en la vida real. En el colegio, por ejemplo, no bastará con que haga un borratajo para que le digan que está bien, es importante, favorecer el disfrute por tareas como dibujar, colorear, leer más adelante… por el placer que suponen estas actividades y no por ganarse la aprobación de un adulto que en muchos casos no estará siendo sincero o no estará prestando demasiada atención al dibujo en si mismo.
Elogios al proceso:
Parece que estos son los más beneficiosos. Ya hemos dicho que los niños y las niñas buscan la aprobación de las personas adultas que los rodean, es importante para ellos sentirse escuchados, queridos… Bien, ese deseo puede colmarse sin generar esa desidia en los niños de no esforzarse o no desarrollar su creatividad hasta las últimas consecuencias. ¿Cómo? Elogiando el proceso. Dedicándole tiempo al niño o niña, prestándole atención de manera genuina no con un «qué bonito» por cumplir. Se trataría de decirle cosas como «se ve que te has esforzado», «ya veo que le has dedicado mucho tiempo»… Siempre que me pregunte y que lo he le digo sea verdad, claro. Otras opciones: «¿te ha costado mucho hacerlo?», «¿has tardado mucho tiempo?», «¿Ya habías dibujado antes algo así?». Se trata de que dediquemos un tiempo de calidad a este niño o niña que ha venido a pedirnos nuestra atención y por supuesto, deberíamos dársela pero no por cumplir sino de manera genuina.
El elogio debe ser sincero siempre
Unas de las características que tiene que tener un elogio y así se lo hago saber a mis alumnas, es que debe ser sincero, si no es así, mejor no hacerlo. En personas adultas, si no es sincero, termina logrando el efecto contrario y generando desconfianza y recelo en la persona a la que va dirigido. En el caso de los niños y las niñas, incluso aunque es muy probable que estos no se den cuenta, flaco favor les hacemos si los elogiamos con mentiras, por algunos de los motivos que estamos explicando. En esta línea, si el niño o la niña no se ha esforzado nada, no le vamos a decir que si lo ha hecho. La verdad es que si niños y niñas dibujaran por puro placer y no por complacer a las personas adultas y ganar «qué bonitos», no tendríamos que valorar a hay esfuerzo o no, con libertad pintarían lo que desean y con el esfuerzo que les apeteciera en cada momento.
En cualquier caso, si el elogio es positivo y sincero y nos sale así espontáneamente, aunque pudiese tener un efecto nocivo, será mínimo, no podemos controlar todo lo que decimos o hacemos siempre, aunque sería deseable tener en cuenta todo esto. El problema es cuando a sabiendas de que no es sincero, lo usamos para reforzar al niño o niña, ahí es donde cobra mayor protagonismo el efecto negativo del elogio. Hay niños y niñas que se acostumbran a que hagan lo que hagan siempre reciben alabanzas y esta situación no es muy realista, tiene un aprendizaje poco útil en la vida cotidiana a medio y largo plazo. Lo que proponemos es valorar el proceso desde la sinceridad, como haríamos con una persona adulta que nos enseña un trabajo creativo que ha hecho. Si realmente no nos parece bonito, podemos decirle, «se nota que le has dedicado horas», «aquí está reflejado tu esfuerzo»… aunque después añadamos la sincera coletilla, «aunque yo de estas cosas no entiendo mucho o no sé interpretarlo o no es mi estilo». Se trata de tener esta actitud entendiendo que los niños y las niñas necesitan un mensaje adaptado a su desarrollo.
La mayor recompensa que puede tener un niño o una niña, es que te pares un momento a observar lo que ha hecho, le des importancia, le dediques parte de tu tiempo y no tanto que te guste lo que ha hecho, al fin y al cabo nuestra opinión subjetiva no es tan importante.
Esta es la explicación que dio Carlos González mezclada con mi punto de vista, es inevitable. Ojalá mis alumnas entiendan mejor en esta ocasión lo que les quise decir. Y ojalá os sirva a las familias para respetar la libertad de los niños y las niñas, no condicionarlos para que desarrollen su imaginación y sus capacidades por el mero hecho de hacerlo y no para conseguir el aplauso de los demás. Considero que lograr que nuestros hijos y nuestras hijas, hagan las cosas por sí mismos y no para agradar a otras personas, es un gran aprendizaje que podemos fomentar para el día de mañana y es de esos aprendizajes que comienzan en la cuna.
Quiero dejar constancia de que lo que planteo no es fácil, como no lo son muchas otras cosas y cometemos errores, algunos leves e inevitables y otros a evitar. Seguramente, equivocarnos aquí no tenga unas consecuencias muy dramáticas en la mayoría de los casos. En algún caso será importantísimo y determinante, ¿quién sabe si este puede ser el caso de nuestro hijo o de nuestra alumna?
Sin ir más lejos, cuando tenía este post a medias, me encontré diciendo a mi hija ante uno de sus garabatos, «¡qué chulo!» Hay cosas que llevamos grabadas a fuego y son difíciles de cambiar, aún así conocerlas puede ayudarnos a hacer las cosas de una manera más adecuada, todo es cuestión de intentarlo.
EDITADO 18/06/2014:
Dos horas después de publicar el post, tras comentar con algunas madres y amigas, me veo obligada a editarlo porque no he sido capaz de transmitir lo que quería transmitir.
Para las familias:
Vaya por delante que lo que escribo es teoría, ya sé que llevarla a la práctica es difícil y hacerlo en frío sin matices o puntos medios, seguro que contraproducente, se trata de coger de aquí de allí y hacer lo que a cada una le parezca mejor para sus hijos e hijas.
Para las educadoras:
Me parece importante tener en cuenta cuántas veces se elogia a un niño o una niña en detrimento de otros, algunos vendrán buscando nuestra aprobación (seguramente, quien menos lo necesite), otros nunca se acercarán a recibir su «qué bonito» y es posible que nunca o casi nunca le llegue (a quien más lo necesite). No podemos calcular el efecto de este hecho, hasta qué punto es importante para su desarrollo o sólo una anécdota pero creo que merece la pena tenerlo en cuenta, en cualquier caso.
Para tod@s:
Aunque considero que en el caso de los y las profesionales de la educación deberían ser más cuidadosos con estos temas, creo que la idea no es no elogiar nunca sino no elogiar siempre y por cualquier cosa.
¿Qué opinas sobre los elogios a los niños y las niñas? ¿Estás de acuerdo? ¿Tienes alguna anécdota curiosa en referencia a este tema? Nos encantará leerla. Recuerda que un blog se nutre de los comentarios de sus lectores y lectoras. Y si te gustó, por favor, comparte, muchas gracias. ¡Qué tengas un buen día!
Este post fue editado el día 9 de julio de 2015.
Lo mejor de todo es que cada vez somos más familias y profesionales los que funcionamos con esta línea. Gracias a ti por leer y aportar tu opinión.
Estoy totalmente de acuerdo con la opinion y lo bien que explicas en cada caso, desicado a padres educadores. Elogio al proceso es lo mas adecuado pues valoras su esfuerzo, quieras o no a ese niño, sea o no de tu familia. Se sentirá elogiado por como lo hace. Y tarde o temprano caerá en la cuenta que no se llega a cualquier lado por caer bien a unos o a otros. Aunque en el mundo real exista esta tendencia. Muchas gracias y ponerlo en pracyica no cuesta nada. Solo un poco de interes y esfuerzo. Y memoria claro, que no se nos olvide.
Se trata de ir mejorando día a día. Yo tengo la suerte de poder transmitir lo que considero que es más acertado. Y tengo la suerte de encontrarme por el camino gente como vosotras que hace las cosas de manera reflexionada y con un gran trabajo personal y profesional detrás. Gracias por comentar aquí, tu opinión es para mi muy importante. Un abrazo.
Estoy bastante de acuerdo con este post, y es cierto que cuesta un poco llevarlo a la practica, son actitudes que tenemos «de siempre» y cuanto mas lo hemos hecho mas nos cuesta «quitarnos la manía». Pero en ocasiones (o por lo menos en mi caso) nos cuesta mas por nosotras (es nuestra manía) que por ellos (ya que creemos que es lo que esperan de nosotras).
Gracias por la labor que haces, hay mucha falta de información, y sobretodo para las «futuras educadoras infantiles», es muy necesario. : )
Gracias Laura, como me gusta encontrarte por aquí. Tu sobrina es una suertuda contigo. Un abrazo fuerte.
Yo era una de esas alumnas que se quedo sorprendida cuando lo comento en clase pero he tenido oportunidad de probarlo con mi sobrina y es verdad que se esfuerzan mucho mas y a la vez disfruta de lo que hace, antes hacia cualquier cosa solo por agradarme. Gracias profe!!
Tu opinión para mi es súper válida, hables como madre o desde otro punto de vista. Lo que has planteado seguro que refleja el sentir de muchas madres. Se trata de reflexionar, compartir, ver que cosas cambiamos y cuales mantenemos. Nada depende de un único factor, sino de la suma de muchos. Cada familia decide la combinación de factores con los que se siente más identificada.Gracias guapa.
Bueno… La verdad es que supongo que hablaba como madre.. Asi que mi opinión no es muy válida. Lo has explicado bien. Seguro que asi te lo transmiten los profesionales a quienes va dirigido el post. Un beso
Completamente de acuerdo, voy a editar post, no he conseguido transmitir lo que quería realmente. Creo que la idea no es no elogiar nunca (para nosotras es imposible), se trata de no elogiar siempre. Y sobre todo tenerlo en cuenta en el caso de los educadores. Creo que no he transmitido esto. Gracias Yolanda.
Ufff! Es muy complicado lo que planteas. Sobre todo a la hora de llevarlo a la práctica…
A mi me han «grabado a fuego» lo del refuerzo positivo… Y generalmente eso lleva consigo actitudes del tipo que explicas en el post. Y aunque estoy de acuerdo contigo, también creo que se debe trabajar la autoestima individual de cada niño, precisamente para que, comentarios y actitudes de las personas que les rodean, no sean transcendentales en su desarrollo emocional