Seguro que conocéis personas que ahorran toda la vida, se privan de cosas que les apetecerían para dejar un buen legado a sus hijos e hijas sin darse cuenta de que lo más importante que pueden dejarles no tiene un costo económico directo. Me refiero a la cultura y la adecuada gestión de las emociones, ese es para mí el mejor legado.
Primero, la cultura
Si queremos dejarle un buen legado a nuestros hijos e hijas, dejemos educación y cultura, leamos libros con ellos y ellas para que quieran hacerlo en el futuro cuando sean personas autónomas. Enseñemos que existen diferentes culturas, por muchos motivos, para conocer, para saber, para que puedan ser realmente independientes y autónomos cuando se enfrenten a las diferencias, para que puedan saborear no solo su día a día, sino también el de personas que organizan su realidad de otra manera. Porque solo así podrán entenderlo todo, podrán adaptarse mejor a los cambios. Al fin y al cabo, nadie sabe cómo va a ser nuestro mundo dentro de cuarenta años, pensamos que al ritmo de evolución (o involución, ¿quién sabe?) que llevamos, el futuro será muy diferente de lo que ahora conocemos. Sus vidas del presente ya nada tienen que ver con lo que fueron las nuestras en la mayoría de los casos. Nadie sabe con seguridad lo que está por venir. Quizá tengan que viajar a otras culturas, sea por placer o por necesidad.
Cuantas más estrategias les demos para sobrevivir más fácil será su camino. Nadie puede hacer nada que no haya aprendido antes. Es así de sencillo. Cuánto más hayan vivido, más fácil será para ellos y ellas reaccionar en situaciones adversas o diversas de la manera más adecuada.
Si podéis viajar, llevadlos a lugares diferentes donde puedan comprobar que hay más opciones que sus rutinas diarias. Si no podéis viajar, entonces buscad la diversidad en vuestros pueblos o ciudades más cercanas, investigad en las redes o en las bibliotecas. Siempre hay formas de llegar a todas partes, esto es más fácil ahora.
Yo he tenido la suerte de vivir con muchas personas diferentes, he buscado siempre compartir con gentes de todo tipo y a fecha de hoy, solo puedo decir que en los buenos y en los malos momentos, de todo ha habido, esta convivencia me ha enriquecido y mucho. Me permite ponerme en la piel de quien tengo delante y con un poco de información hacerme una composición de lugar y saber cuál es la mejor respuesta en cada momento. Soy consciente de que puedo equivocarme, pero incluso ahí, aprendo y trato de ser humilde. Todo son ventajas.
También hay veces que me enfado, que no tolero ciertos comportamientos y trato de pararlo, incluso ahí trato de ser tolerante, sopesar bien si merece la pena, si tengo derecho a quejarme o si hacerlo va a traer más problemas que beneficios. Y así, viviendo, voy aprendiendo cuál es la mejor manera para ser feliz.
Y como colofón, la gestión emocional
Todo esto que os cuento, se relaciona directamente con otro legado que creo deberíais dejar a vuestros hijos e hijas, la gestión emocional. Hasta ahora en el post, os he hablado de empatía, de cómo tolerar la frustración, de no entender o no saber o equivocarte y quedar en ridículo, también de cómo manejar la ira en situaciones diversas.
Gestionar las emociones implica conocerlas, pero no solo en una misma o uno mismo, también en otras personas. Y para ser capaz de hacer esto, es necesario vivir, ponerse a prueba, relacionarse con personas diferentes para poder experimentar con emociones distintas a las habituales en nuestra familia y ver que hay otras maneras de comportarse en una misma situación. También desenvolverse en lugares diferentes, en ciudades, en pueblos, en el campo, en la montaña…
Vivir, ponerse a prueba, experimentar una y otra vez, salir de la rutina, tomar decisiones, arriesgarse, rendirse, protegerse o no hacer nada. Para poder vivir al máximo y llegar tan lejos como cada uno y cada una podamos llegar, sencillamente hay que vivir. Nuestros niños y niñas deben estrujar cada momento al máximo, a su ritmo, en su momento… Observemos si realmente las rutinas impuestas responden a sus necesidades. Ellos y ellas van a vivir en su cuerpo, con sus vivencias, mostremos las nuestras pero, dejemos suficiente libertad para que puedan expresar las suyas propias. Si luego, las necesidades y las vivencias de todos los miembros de la familia, no coinciden, habrá que llegar a acuerdos, eso también es un buen aprendizaje.
Muchas familias trabajan duro para dejar lo que entienden por un buen legado, como os decía. Y muchas veces lo que dejan es dinero o propiedades. En ocasiones, se da que durante el tiempo que trataban de reunirlo, sus hijos e hijas ansiaban pasar más tiempo de calidad con sus familias, hacer más cosas juntos.
Yo os propongo que sin dejar de ser previsoras porque poder hacer frente a adversidades que puedan resolverse económicamente da mucha paz, viváis vuestras vidas al lado de vuestros hijos e hijas pequeños y experimentéis al máximo todos los momentos que tengáis. Que busquéis nuevas aventuras dentro de vuestras posibilidades y las disfrutéis intensamente. Que aprendáis juntos o juntas de nuevo, que os reinventéis las veces que haga falta. Esto es posible, cualquiera que lo haya hecho lo sabe, yo lo sé. De esta forma se comprueba que podemos aprender de nuestros errores, que hay formas alternativas de vivir con los recursos que tengamos, que siempre hay oportunidades pero hay que saber buscar.
También hay que saber escuchar y observar, de verdad, con los seis sentidos. Las personas estamos tan desconectadas de nuestras verdaderas necesidades, que olvidamos satisfacer lo que realmente nos hace falta. Demos a nuestros niños y niñas la oportunidad de vivir al máximo, sin nuestros miedos, sin nuestras dudas, sin más inseguridades que nos atenacen en la vida, una y otra vez. Para ello, salgamos de nuestros corsés, abrámonos al mundo como hacen niños y niñas.
Aprendamos a vivir, a defendernos, a salir airosos y airosas de situaciones difíciles dejando la puerta abierta por si pudiéramos necesitar volver. Me refiero a que ganar con el máximo respeto suele ser la opción más inteligente a largo plazo, excepto situaciones límite en las que lo más inteligente puede ser atacar y salir corriendo. En la mayoría de los casos, lo ideal es que busquemos soluciones donde todos y todas ganan. Dejemos un buen legado de conocimiento, cultura y gestión emocional, ninguna herencia va a ser mejor que esta.
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