Estos días se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Y en esta ocasión, me gustaría mandar un abrazo fuerte a todas las mamás que querían amamantar a sus bebés pero no pudieron hacerlo por motivos diversos. Quisiera encontrar las palabras de consuelo para que este hecho no quede ahí como un lastre en sus maternidades, para que sientan que no pudo ser pero logren eliminar la culpa. Y es que seguro que aunque ellas lo hicieron lo mejor que pudieron, las circunstancias no les fueron favorables.

Seguimos a fecha de hoy sufriendo ese eslabón perdido, aquella inercia que se instauró hace ya décadas de eliminar la lactancia materna sustituyéndola por la leche artificial y caló hondo en las y los profesionales sanitarios, en las familias y en la sociedad en su conjunto.

Las madres perdimos el instinto que nos permitía amamantar sin dificultades, de manera espontánea. Las mujeres dejaron de ver la lactancia como algo natural que les pertenecía, que era propio de su naturaleza, que completaba su sexualidad. Y ahora décadas después, todavía nos enfrentamos a esta pérdida de un acto que fue el que permitió la supervivencia durante miles de años.

Quisiera decirle a estas madres que incluso cuando no había otra forma de alimentar a los bebés, había situaciones en las que esto era imposible por motivos diversos relacionados con la fisiología de madre, su estado anímico, la anatomía del bebé u otras circunstancias. Situaciones en que la vida estaba en riesgo e incluso, a veces, la muerte era el destino que les quedaba a aquellos bebés.

Gracias a la leche de fórmula se encontró la solución para salvar a todos estos bebés que se encontraban en situaciones delicadas. Y pienso que a esto se puede aferrar una madre cuando ha hecho todo lo que estaba en su mano para amamantar y no ha podido hacerlo o no ha podido alargarlo tanto como quisiera. Una madre no puede vivir también con esta sensación de culpa cuando seguro que no estuvo en su mano resolver la situación que impedía su lactancia.

Así que a todas ellas va mi abrazo en esta ocasión. Ojalá pudiera llegar a todas y darles la paz que necesitan y merecen. Y es que la maternidad es mucho más que la lactancia y la mayoría de ellas, seguro que están haciendo todo lo que está en su mano para acompañar a sus hijos e hijas de la mejor manera posible.

Mi primera lactancia fue muy complicada, ya lo he contado por aquí en muchas ocasiones y en mi caso, tuve la suerte de encontrar en el camino, madres y profesionales que me mostraron el camino, que me acompañaron y eso, junto a mis ganas y mi necesidad de hacerlo, me permitió sacar adelante una lactancia que estaba sentenciada antes incluso de que naciera Pequeñita, pero esto lo he sabido después con Chiquitina, mi hija pequeña.

Con ella fue distinto, tenía mucha experiencia pero eso no fue suficiente. Volví a tener suerte. Mi matrona, Puri, me advirtió de los problemas que iba a tener con la lactancia antes de que naciera mi hija y me dio todo tipo de instrucciones para poder salvarla. Y cuando ya tenía a mi bebé, me acompañó en el proceso y me ayudó a lograrlo.

Además, tuve la suerte de encontrarme con una enfermera en el hospital donde nació que había pasado por una situación complicada de lactancia y vio el frenillo de mi hija en su primer día de vida. Esto junto al hecho de haber elegido un hospital excepcional y que ahora ya hay una larga trayectoria en relación con los frenillos sublinguales, me permitió afrontar mi lactancia en las mejores condiciones pese a que no eran del todo favorables.

El problema es que salvar nuestras lactancias cuando queremos hacerlo depende de la suerte y esto es algo que debe cambiar. Necesitamos profesionales sanitarios que sepan acompañarnos y encontrar las causas de las dificultades que se relacionan con la lactancia materna y aquí aún hay mucho camino que recorrer. Y necesitamos que el hecho de que la lactancia sea lo natural, cale en la sociedad para que también nuestro entorno, el más cercano especialmente, pero también el lejano, nos apoyen en un camino que a veces es muy duro.

Este año el lema de la Semana Mundial de la Lactancia Materna es HAGAMOS QUE LA LACTANCIA Y EL TRABAJO FUNCIONEN.

Se centran en tres ideas fundamentales:

• Más de 500 millones de mujeres trabajadoras no cuentan con la protección esencial de la maternidad en las leyes nacionales
• Solo el 20% de los países requieren que los empleadores proporcionen a las empleadas descansos pagados e instalaciones para amamantar o extraer leche.
• Menos de la mitad de los infantes menores de 6 meses de edad son amamantados de forma exclusiva.

Y sus objetivos son:

Informar: a las personas sobre los puntos de vista sobre la lactancia materna y la crianza de los padres y madres trabajadores.

Asegurar: un permiso retribuido óptimo y el apoyo en el lugar de trabajo como herramientas importantes para facilitar la lactancia materna.

Involucrar: a personas y organizaciones para mejorar la colaboración y el apoyo a la lactancia materna en el trabajo.

Galvanizar: medidas para mejorar las condiciones de trabajo y el apoyo a la lactancia materna.

Me uno a estas peticiones acerca de la lactancia materna y el puesto de trabajo que son los motivos de la campaña de este año 2023. Pero como os decía al principio, me parece importante lograr también que los fallos del sistema no supongan una carga más para las madres que no habiendo recibido ni la información ni el apoyo suficientes, carguen con ese lastre. Ojalá encontrara la manera de decirles que ellas lo hicieron bien y que traten de centrarse en todas las otras facetas importantísimas de su crianza para que ese tema, que para ellas es importante, no logre minar ni lo más mínimo, el disfrute de sus pequeños y pequeñas.

¡Feliz Semana de la Lactancia Materna 2023!

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