Cuando éramos niños y niñas nos sentimos abandonados en muchas ocasiones, sufrimos la angustia de separación en propias carnes, no ser escuchados, el miedo a lo incomprensible y es que la incertidumbre sin experiencia previa puede ser muy dura, sobre todo cuando no tienes conciencia del tiempo y solo puedes analizar el aquí y el ahora. Si mi mamá se va, sencillamente, me está abandonando, las y los más pequeños no llegan más allá.
Lo que pasaba es que nuestros padres era muy jóvenes y no tenían ni idea o que eran muy mayores y estaban en otra cosa o que mandaba la abuela que había tenido seis y de eso sabía mucho o se seguían instrucciones del pediatra, a veces este era de pago, ¿quién iba a cuestionar al pediatra? Y menos aún si era de pago.
El caso es que vagábamos con nuestras propias carencias por el mundo sin mucho consuelo y nos acostumbramos a vivir con esa sensación de vacío. Pero ese vacío, esa necesidad no resuelta, no nos abandona nunca, salvo que hagamos un proceso consciente para satisfacerla en etapas posteriores, en otras palabras salvo que hagamos algún tipo de terapia o una reflexión profunda si somos capaces de autogestionarnos en estos lares, conste que la mayoría necesitamos ayuda externa.
Nuestro niño interior o niña interior heridos aparecen especialmente cuando tenemos otro niño u otra niña delante, cuando nos colocamos enfrente de alguien que nos evoca lo que éramos y cómo nos sentimos. Y de pronto, ante escenas semejantes, nos encontramos dando respuesta a las necesidades de nuestro propio niño o niña y no las necesidades de las y los que tenemos en frente. Esto le pasa a los padres y las madres pero también a las y los profesionales de la infancia: educadores, psicomotricistas, psicólogas, pedagogos, logopedas, etc.
Si uno o una no tiene resueltas sus propias carencias, difícilmente puede satisfacer las de las personas que le rodean. Y así caemos en el error de darte esto cuando lo que necesitas es aquello y generar con ello la no satisfacción de las necesidades de los niños y las niñas que dependen de nosotros y nosotras, que a su vez, serán personas adultas con carencias no resueltas que mirarán a personas más pequeñas desde el filtro de sus propias necesidades y no con la mirada genuina del que ve o la que ve lo que tiene delante. ¿Cómo acompañar a alguien si estamos viendo una realidad personal que no ocurre en ese momento? Esto que parece de locos, ocurre a todas horas.
Cuando un bebé llora se activan recuerdos de momentos en que nosotros o nosotras llorábamos y lo que nos decían o cómo nos hacían sentir. Y salen las frases o las conductas que nos acompañaron entonces y dejamos llorar si era eso lo que aprendimos que había que hacer y tomamos en brazos tal y como nos tomaban, ¿por qué? Sencillamente porque no sabemos hacerlo de otro modo, es la experiencia que tenemos. ¿Os habíais planteado que cogemos en brazos a nuestros bebés tal y como nos cogían a nosotras (personas que me leéis)? ¿Cómo hacerlo si no? Si tuviste mucha experiencia previa o alguien te habló de este tema, te formaste o lo hiciste consciente de alguna manera, entonces es posible que hayas adoptado alguna técnica o manera diferente a la que sentiste en tus propias carnes. Si no ha sido así, ¿cómo vas a coger a un bebé? ¿A qué le vas a dar importancia? ¿Qué tendrás en cuenta? La mayoría de las personas cuando tenemos a nuestro bebé es cuando tenemos un contacto con esta forma de sostener, no tenemos mucha experiencia previa, así que en base a nuestra experiencia actuamos, ¿cómo, si no? No hay muchas más opciones. Ya he dicho muchas veces que no se puede hacer algo que no se ha aprendido, esta frase es de Ángeles Hinojosa, te hablé de esto aquí.
Por eso es tan importante dedicarse tiempo, analizarse, conocer cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades para reinventarnos si es necesario y poder responder a las demandas de nuestros hijos e hijas. Por dos motivos, uno porque es nuestra obligación hacerlo y otro, porque la mayoría de familias desea lo mejor para sus hijos e hijas y acompañar a una personita que terminará siendo una persona adulta llena de carencias no suele estar en el ideario de ningún padre o madre que se precie. Así que como os digo muchas veces, trabajito tenemos. Mucho ánimo en esta ardua e increíble tarea de ser madres, padres y acompañantes de los niños y las niñas.
¿Te habías planteado cómo pueden influir nuestras propias carencias de la infancia en el desarrollo de nuestros hijos e hijas o en los niños y niñas con que trabajamos? ¿Te parece importante o crees que es una exageración todo esto que cuento? Me encantará conocer tu punto de vista.
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