En ocasiones te digo que no o te lo hago saber tratando de evitar la dichosa palabra «no», pero te quiero.
Que te diga que no puedes tirar algo que podría romperse o pintar en el sofá o comer bizcocho justo antes de la cena no quiere decir que no sigas siendo lo más importante que tengo y que tendré nunca y así te lo hago saber cuando ocurre.
Cuando te equivocas porque estás aprendiendo y realizas alguna acción poco apropiada al momento, te digo que no está bien pero te sigo mostrando que te quiero.
Cuando no te dejo hacer algo y te enfadas, lo entiendo, es normal, ¿a quién no le molesta que no le dejen hacer algo que le apetece? Lo raro sería que no te manifestaras en contra.
Trato de decirte qué cosas no puedes hacer con suavidad y firmeza mostrándote una alternativa pero desde el amor profundo que siento desde que te conozco o incluso antes de conocerte.
Cuando no permito que hagas algo que atenta contra tu seguridad o tu salud como querer alimentarte únicamente a base de galletas y te enfadas e insistes y tengo que poner remedio para evitar que aquello ocurra y terminas llorando enfadada, te abrazo, te digo que no es posible, no cedo, un no rotundo es un no que no se puede negociar, pero te abrazo y con cariño te repito una y otra vez que no puedo permitir que hagas eso.
En lugar de enfadarme y echarte en cara tu error o gritarte porque ya te lo he dicho mil veces, te hablo con más suavidad que de costumbre intentando que te tranquilices y si hace falta te abrazo fuertemente para que sepas que aunque no pueda dejar que hagas aquello siempre estaré de tu lado.
Los motivos
No es necesario humillar a un niño o niña que está aprendiendo para que entienda que algo que ha hecho no es la mejor opción o no es correcto.
Pocas cosas hay más terribles para un niño o una niña que equivocarse fruto de la falta de experiencia y que las personas adultas que le rodean, le nieguen la posibilidad de hacer aquello, le riñan y además le ignoren o le arrinconen por unos momentos como forma de castigo.
Con ello se logra que el niño o la niña se sientan inseguros, no sepan cuál es la conducta adecuada y además sientan que no se les quiere por equivocarse, por cometer un error. Es como dejarlos abandonados cuando más necesitan nuestras explicaciones y nuestro cariño.
¿Cuál es el objetivo? ¿Qué aprendan o que la persona adulta tenga la razón?
¿Acaso queremos transmitirle que nunca puede equivocarse? Es importante reflexionar sobre las consecuencias que tienen en los niños y las niñas algunas de las conductas que se hacen por inercia durante décadas considerándose apropiadas.
Seguramente si no nos hubieran castigado por equivocarnos, tantas veces; si no nos hubieran humillado ante un error infantil, ahora no haríamos algo tan cruel a los niños y las niñas.
¿Acaso dejamos de querer a nuestros hijos e hijas o de respetar a nuestro alumnado cuando hace algo poco apropiado? Entonces, ¿por qué transmitirle algo que no es? ¿Con qué objetivo? ¿Será que para demostrarle que ha hecho algo que no es correcto debemos hacer algo incorrecto también nosotras las personas adultas?
Suponemos que los adultos sabemos hacer las cosas y los niños y las niñas no saben aún cómo manejarse en determinadas circunstancias, ¿por qué no les mostramos las alternativas desde el respeto y el amor? ¿Existe alguna manera más eficaz de hacerlo?
Cuando una persona adulta de referencia rechaza a un niño o una niña por el motivo que sea, está haciendo algo que duele más que los golpes, no hay nada más terrible para un niño o una niña que no sentirse aceptado por las personas que son importantes para él, especialmente cuando hablamos de su padre o su madre.
Se puede ser rotundo, no ceder, mantenerse firme ante una decisión tomada y no por eso manifestarle al niño o a la niña que no los queremos o que no son valiosos. Hay muchas otras maneras de gestionar situaciones difíciles.
Se presupone que nosotras, las personas adultas, sabemos cómo solucionar las cosas, tenemos las soluciones a los problemas, así lo ven las y los más pequeños, ¿por qué transmitirles que las cosas se resuelven desde el enfado, la rabia, el castigo, las palabras llena de dureza que en el fondo no son verdad: no te quiero, no me gustas, nunca más…?
Si quieres saber ante qué cosas planteamos un no rotundo y no negociable (tratando de no emplear el «no» aunque a veces no sepamos cómo hacerlo) a nuestra hija, puedes leerlo en: Normas y límites de la crianza respetuosa.
Los datos
Si eres de las personas que piensa que tus hijos e hijas pequeñas (0-3 años) hacen cosas «poco apropiadas» como pintar las paredes, tirar la comida, tirar objetos, no comer fruta, coger un cuchillo, etc. para fastidiarte, te recomiendo que leas si aún no lo has hecho: Por qué un niño de dos años no puede manipularnos.
Si quieres ver hasta qué punto influyen nuestros intercambios con el niño o la niña en los primeros años de la vida cuando son dependientes de las personas adultas y necesitan sentir que éstas les protegen y nunca van a abandonarlos, te recomiendo que leas este artículo sobre como esa dependencia del principio genera un desarrollo cerebral adecuado y una mayor independencia después en: Dos años de amor, una vida independiente.
Si quieres saber qué pasa con la rabia que se genera en los niños y las niñas una vez superada la pena inicial de sentirse abandonados y tras escuchar toda una serie de estupideces que no sirven nada más que para que desahoguemos nuestros traumas infantiles y adultos y saquemos a la luz la rabia que se generó en nuestro propio desarrollo, te recomiendo que leas: ¿Dónde se guardan las necesidades no resueltas de la infancia?
Si te parece que educar así supone criar hijos e hijas malcriados que el día de mañana harán lo que les dé la gana y serán unos desgraciados y desgraciadas, te recomiendo que leas: La crianza respetuosa no es criar dentro de una burbuja.
Ojalá entre todas las personas fuéramos capaces de crear un mundo donde se pueda decir y hacer lo que se piensa desde el respeto, donde se pueda negar que nos hagan algo que no nos gusta únicamente manifestándolo con palabras.