Estos días se celebra el Orgullo gay. Muchas personas consideran que ya no tiene sentido celebrar una manifestación como la que se celebra este sábado 4 en Madrid, porque legalmente ya se han adquirido todos los derechos que hacen que no haya diferencias a ningún nivel por razón de orientación sexual. Cuando dicen esto piensan, entiendo yo, en el matrimonio, como demostración de que ya somos todos iguales, pero aunque esto suponga un gran triunfo para el colectivo homosexual, queda mucho por hacer. En estos días aparecía en los telediarios la noticia de que los menores transexuales tienen que esperar a los dieciocho años para poder modificar su nombre, esto que puede parecer un detalle es algo terrible para un adolescente, que en tus notas de clase, como comentaba una chica, aparezca un nombre típico de chico cuando tú eres una chica o al revés. No todo está hecho como se puede ver. Además, aunque en las leyes haya algunos avances, en la sociedad queda mucho trabajo de sensibilización por hacer. Os lo demuestro.
Si os preguntaran, ¿qué te parecería que tu hijo o tu hija fuera lesbiana o gay? ¿O cómo encajarías que tu hijo o tu hija fuera transexual? Me ha costado mucho redactar la última pregunta, sé que no es muy correcto hablar así, pero quiero que la mayoría de la gente que lee esto lo entienda. A muchos y muchas os temblarían las piernas, otros y otras se enfadarían diciendo, «eso no va a ocurrir aquí», refiriéndose a su familia y por supuesto, otras personas entre las que me incluyo pensarían: ¿qué importancia tiene esto? Que mi hija se enamore de un chico o de una chica me da igual, lo que quiero es que sus relaciones de pareja sean con personas que la respeten y la cuiden. Que su pareja sea un hombre o una mujer no implica que ella sea feliz o no lo sea y esto para mí, si que es importante.
Desde que nací, estoy vinculada con el ambiente, relacionada con personas de mucha diversidad en cuanto a orientación sexual. Nací en Sitges, un pueblecito de Barcelona famoso por atraer gays de todo el mundo a sus playas, se puede comprobar fácilmente dando un paseo por sus calles, parejas, especialmente de chicos, de todos los lugares del mundo. Mi madre tenía un mesón cuando yo nací, era el año 1978, la transición estaba en pañales y todavía había mucha desconfianza, las personas homosexuales durante el régimen franquista habían sido víctimas de todo tipo de propelías, incluso hubo una Ley de vagos y maleantes, que incluía entre estos a las personas homosexuales y permitía que fueran detenidas y encarceladas. En el 1978, las cosas no eran como ahora y eso que ahora siguen quedando cosas por hacer. Mi madre era confesora de muchos chicos gays que eran clientes habituales del bar y le contaban sus confidencias y le pedían consejo. Yo nací en aquel ambiente y mi madre siempre me transmitió esto como experiencias muy enriquecedoras de su vida. Coincide que grandes amigos de mi infancia son gays y que me he ido rodeando de personas homosexuales a lo largo de toda mi vida en los lugares en que he vivido. Seguro que no es casual, aunque por las circunstancias en que han ocurrido determinadas cosas pudiera parecerlo.
Durante muchos años di clases de Educación Afectivo-sexual, he trabajado estos temas con niños y niñas, adolescentes, mujeres de todas las edades y orígenes socioculturales, personas con discapacidad intelectual, mujeres gitanas, personas adultas, en general, etc. Fueron años muy interesantes de mi vida, aprendí muchísimo sobre sexualidad y sobre mi misma. Hice decenas de cursos, impartí charlas, hice formaciones, coordiné un grupo de monitores que trabajaban en centros de Secundaria, etc. Siempre peleé por defender al colectivo, como se hacen llamar muchas veces para hacerse fuertes (colectivo de personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales), luchando por romper mitos, estereotipos falsos…
Celebro el Orgullo gay desde que tenía 17 años, estudiaba entonces en Salamanca pero venía a casa de un amigo para la gran celebración todos los años. No me he perdido desde entonces un solo Orgullo, aunque el año pasado lo vimos casi al final porque tuvimos que asistir a un funeral y nos fue imposible llegar antes. Por supuesto, Pequeñita viene conmigo, el año que estaba embarazada y los dos que ha podido vivir con su corta edad. Este será el tercero. Me gusta pensar que para ella será normal que algunos de nuestros amigos (chicos o chicas) sean pareja siendo del mismo sexo y no le dé ninguna importancia, es más, no repare en que eso es algo que pueda considerarse especial porque forma parte de su vida más cotidiana.
Y esto aunque pueda parecer que no, si se relaciona con algo de lo que os hablo siempre, algo para lo que cree este blog, el respeto. Normalmente os hablo de respeto a los niños y niñas, de la crianza respetuosa. Comprendereis que ser respetuoso implica serlo con todas las personas. Esto no lo entiende todo el mundo. Por eso me enfado cuando se me borra algo en Facebook sin ningún tipo de miramiento por parte de alguien que vende que es respetuoso. O cuando me encuentro con mamás y papás impresentables de los parques, que puede ser que consideren que hacen crianza respetuosa porque portean o dan el pecho a sus hijos e hijas o incluso duermen con ellos pero en el parque o en la relación con otros niños y niñas son totalmente irrespetuosos por no llamarles algo mucho peor, bueno impresentables ya lo llevan puesto.
Respetar implica muchas veces tener que aceptar aspectos que no son como habíamos pensado. Asumir que mi hija hoy no se dormirá pronto aunque me viene fenomenal para corregir unos exámenes, entender que no se quiera comer ese guiso que me costó tanto preparar porque no se encuentre bien o no le guste porque le puse guisantes. No siempre es un camino fácil, pero sabemos que merece la pena. Porque nuestros hijos e hijas están ensayando una y otra vez qué supone tomar decisiones, qué consecuencias tienen determinados actos y aprenden a fuego que si algo no les gusta no van a permitirlo. Esto último es un problemón para el día a día de los padres y las madres, supongo que por eso muchos y muchas se empeñan en guillotinarlo, pero, ¿os habéis planteado lo que supone para ellos en el futuro, en la calle, en sus vidas fuera del contexto familiar? Seguro que visto así merece mucho más la pena. Si te imaginas a tu hija formando una familia con un hombre guapo, alto y a ser posible con recursos, o te imaginas a tu hijo enamorándose de una joven guapísima, encantadora, con un buen trabajo, puede ser que te decepciones o sufras si finalmente se enamora de un hombre bajito o sin dinero o se enamora de una chica estupenda porque no es eso lo que imaginaste. Si dejas de inventar futuros para tus hijos e hijas es más fácil que puedas aceptar la realidad.
Yo prefiero pensar en que sea feliz y tratar de darle las estrategias para que sea una mujer fuerte, con las ideas claras (las suyas, no las mías), que luche por lo que crea y pelee por ello con todos los recursos que tenga a su alcance. Si conseguimos que esto sea así o mejor dicho, ella lo consigue, nosotros (su padre y yo) solo la acompañamos en el proceso, realmente, ¿os parecerá importante que se enamore de un hombre o de una mujer? Para mí no tiene sentido. Que conste que entiendo que nos preocupe que nuestros hijos puedan sufrir algún tipo de discriminación por el motivo que sea porque la sociedad como digo aún es muy injusta, pero está en nuestras manos cambiar las cosas ampliando las miras de nuestros pequeños y pequeñas.
Este es mi pequeño homenaje a la diferencia sexual, al respeto a enamorarse de quien a uno o una le de la gana y a intentar que prime el amor y el respeto al margen de los sexos, porque al final nos enamoramos o disfrutamos con una persona que es única y diferente y seguramente lo que menos importancia tiene es que sea hombre o mujer.
Así que solo me queda desearos, ¡feliz orgullo 2015!
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