Os dejo la versión audio y también el texto para que decidáis como queréis recibir la reflexión que os comparto.
Hoy voy a empezar lanzando unas preguntas que me gustaría respondierais antes de seguir leyendo o escuchando. ¿Crees que la comida se relaciona con el estado emocional? Te doy más pistas. ¿Eres de esas personas que cuando está triste o ansiosa trata de reducir sus penas dándose un buen homenaje, por ejemplo de dulces? O por el contrario, ¿eres de esas personas que cuando está preocupada por algo o estresada no tiene ganas de comer?
Si estás en alguno de estos casos, entonces es que la comida está relacionada de alguna manera con tu estado emocional. Si no lo estás, ¡enhorabuena! Aún así, mira a tu alrededor. ¿Conoces a alguien a quién le pasa esto? Es fácil ver que cuando alguien pasa por un proceso personal complicado pierda peso o por el contrario, lo gane. No le pasa a todo el mundo, pero sí a muchas personas.
Con esto quiero dejar claro que los tiempos de la comida en nuestras hijas e hijas son muy importantes y como siempre esto es más importante aún cuánto más pequeñas son. Es fundamental que hagamos de estos momentos, algo agradable donde disfruten pero de manera natural, evitando también que se convierta en una obsesión o una adicción.
Eso implica ofrecer alimentos saludables, ir probando cosas distintas: sabores, texturas, colores… siempre respetando que las y los más pequeños serán más valientes o menos dependiendo de su forma de ser. También será importante, por motivos obvios, que cuidemos las emociones que rodean a la comida, que sea un momento agradable en familia, que podamos usarlo para ponernos al día, que nos ríamos porque alguien se manchó con el tomate, que no sea un mero trámite que ocurre durante diez minutos y casi sin sentarnos a la mesa, que no se convierta en una tortura de si no te comes las lentejas te las pongo en la merienda…
Durante años cuando he preguntado a mis alumnas de Educación Infantil por sus propias experiencias con la comida, me han explicado la cantidad de situaciones traumáticas por las que han ido pasado en sus casas y en el comedor escolar. Situaciones que en algunos casos les han llevado a aborrecer determinados platos o la mayoría, a entender el tiempo de la comida como algo desagradable y en algunos casos, a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria. No voy a hablar de este último tema porque es muy complejo y muy delicado pero si alguna de las personas que me estáis leyendo lo habéis vivido cerca sabéis que esto no es un tema menor y que deberíamos ser mucho más cuidadosas con los tiempos de la comida, especialmente las personas que se dedican a trabajar en este sector con niños, niñas y/o adolescentes.
Yo siempre digo que a las familias se les permiten más errores porque lo hacen lo mejor que saben y no siempre son conscientes de lo importante que es lo que se traen entre manos, pero a las personas profesionales no podemos permitirles errores de base, a ver, nadie es perfecto, ya lo sabemos, pero hay determinadas situaciones que son negligencias claras y vivimos en una sociedad que cuando se trata de niños y niñas, parece aceptarlas sin ningún tipo de miramiento.
Voy a poner ejemplos concretos: niños y niñas castigados por comer demasiado lento (cuando las autoridades sanitarias dicen que comer despacio es mucho más sano) u otros y otras reprendidos por no comer lechuga (cuando muchas personas adultas no comen lechuga y no pasa absolutamente nada) y aquí podemos alargar la lista a cualquier alimento. Porque hay que ver lo duros y duras que nos ponemos cuando un niño o niña no come algún alimento, en estos casos siempre me gusta preguntar a mis alumnas que ya tienen alrededor de veinte años: ¿coméis absolutamente de todo? ¿Hay algún alimento que no comáis nunca? Esto lo hago con la intención de concienciarlas de que si a ellas les pasa, igualmente puede pasarle a los niños y niñas con los que van a trabajar en un futuro. Y sigo con ejemplos, ahora más relacionados con el momento de la comida que con la comida en sí: niños y niñas sancionados porque estaban riendo en la comida y no se podía (habría que ver alguna comida de compañeros y compañeras del trabajo o reuniones familiares amplias o de amigos y amigas varios), porque se levantaron del sitio, porque miraron a otro lado, porque… no voy a ampliar la lista porque aquí creo que se puede poner cualquier cosa teniendo en cuenta que los criterios son totalmente arbitrarios, no están escritos en ninguna parte y van a depender de lo saturada que esté la monitora de comedor ese día o del ambiente que haya en el propio comedor o en el equipo de trabajo. Tener una coordinadora de equipo enfadada con el mundo no ayuda mucho, eso está claro.
Ahora siguiendo con mi discurso, voy a romper una lanza por todas las monitoras de comedor del mundo. Primero aclarar que hablo en femenino porque son mayoritariamente mujeres y esto no es casual, teniendo en cuenta las condiciones en que trabajan y de las que os voy a hablar ahora. Me consta que hay personas excelentes en estas empresas de comedor de nuestros centros educativos, personas amorosas que cuidan a niños y niñas, que entienden que tienen a su cargo a personas pequeñas que merecen todo el respeto y disfrutan con su trabajo a pesar de que no esté ni valorado ni bien remunerado. También soy consciente de que muchas otras aguantan impertinencias de niños y niñas maleducados que les faltan al respeto como ejercicio habitual, tratándolas como si fueran meras sirvientas mientras detrás tienen una coordinadora que espera que tengan mano dura para que no pierdan el control y que quede constancia de la calidad del servicio, una calidad muy mal entendida, claro está. Mujeres en muchos casos que han aceptado un trabajo de muy pocas horas con retribuciones bajas porque no pueden acceder fácilmente a otras opciones por sus cargas familiares o sus experiencias laborales previas. A veces, chicas muy jóvenes que compatibilizan esto con sus estudios y que aún no disponen de herramientas para lidiar adecuadamente ante determinados conflictos que surgen día tras día en los comedores escolares, no solo con las y los más pequeños sino también con las compañeras de trabajo.
Dicho todo esto, necesito hacer alguna reflexión al respecto. Lo primero es que deberían existir protocolos educativos en los centros para gestionar las faltas de respeto a las monitoras o entre compañeros y compañeras o más bien, aplicar las que ya existen en todos los Reglamentos de Régimen Interno en los centros educativos porque no olvidemos que el tiempo de comedor, puesto que es un tiempo que ocurre en muchos casos (claramente si hay jornada partida) en el colegio, es un tiempo educativo y debería estar organizado por esas normas de centro. Todo ello para proteger a todos los miembros de la comunidad educativa: niños, niñas y monitoras de comedor, en este caso. No puedo concebir que sea la propia empresa la que tenga que imponer unas normas diferentes a las pedagógicas o educativas del centro para controlar determinadas situaciones, básicamente porque no se exige en ningún caso que estas personas tengan formación pedagógica.
Y este es el gran quid de la cuestión, ¿por qué unas personas que trabajan en centros educativos, en muchos casos dentro de la jornada escolar (jornada partida), ocupando dos horas del tiempo de nuestros niños y niñas en unos centros de escolarización obligatoria (de los 6 a los 12 años, en la mayoría de casos) no tienen formación pedagógica? El problema que se genera con esto es que estas personas son muchas veces ajenas a los reglamentos que servirían para proteger a otros niños y niñas y también a ellas mismas, ya sé que no son la panacea, pero os aseguro que seguir un protocolo implica que muchas personas se vayan incluyendo en el proceso y que haya más posibilidades de justicia que si todo depende del buen hacer de una persona que puede tener formación o no, que puede ser sensible o no, que puede ser imparcial o no… Otras veces, son ajenas a métodos educativos eficaces, a formas sanas de motivación, a herramientas para lograr que todo marche bien desde la comunicación no violenta, etc., etc., etc.
En una jornada partida con cinco horas lectivas, dos horas de comedor y recreo de comedor es un porcentaje de la jornada importante, ¿no creéis? Creo que nuestros hijos e hijas se merecen tener a su lado en estos tiempos de escolarización obligatoria personas bien formadas y con unas condiciones de trabajo adecuadas para que puedan ejercer su trabajo en condiciones de dignidad y que con ello, las niñas y niños que estén a su cargo puedan recibir un trabajo también lo más digno posible. Esto es igualmente válido para la jornada continua. Ya sé que se da la opción a las familias de que puedan llevárselos a comer a casa, pero esto es poco realista por motivos obvios de conciliación, soy muy pocas las familias que pueden permitírselo.
Mi última reflexión va dirigida a las profesionales de este sector y también lanzo una pregunta: ¿os imagináis que fuéramos a un restaurante a comer y las y los camareros nos trataran mal, nos dijeran: «mira para delante», «no te levantes», «ahora no puedes ir al baño, espérate» de malas formas? Sería impensable, ¿verdad? O que estuviéramos en un lugar de ocio y de pronto sus profesionales vinieran a decirnos: «ahora os ponéis todos allí en aquella pared y os quedáis quietos» o nos chillaran cuando nos acercamos a algún lugar de las instalaciones: «no toquéis allí, no abráis esa puerta». Sería una locura porque entenderíamos que estamos en un momento de ocio, de distensión y que esas y esos profesionales están ahí para hacernos agradable la estancia, facilitarnos esos tiempos en la medida de nuestras posibilidades, incluso cuando después de dos copas de vino de más no nos lo merezcamos del todo. Pensando en ejemplos extremos, pensaba en ese turismo extranjero que tenemos en las costas españolas, el de las borracheras terribles, el balconing… supongo que los y las profesionales de esos establecimientos tendrán que lidiar con situaciones muy desagradables, imagino que muchas de las personas que trabajan ahí no tendrán buen concepto, de entrada, de estas y estos turistas que vienen a nuestro país, pero aún así, tendrán que tratarlos con respeto y solamente en casos justificados, tomar medidas disciplinarias con mucho cuidado como puede ser pedir ayuda a otras autoridades, se me ocurre a la dirección del hotel o a la policía.
Con todo esto, quiero recordaros, trabajadoras del tiempo del comedor escolar, que aunque estos tiempos están dentro de las jornadas escolares, son tiempos de distensión y ocio de niños y niñas, por algo se llama recreo de comedor. Y que si bien, es lógico que haya unas normas básicas de convivencia, estas deben ser proporcionales y justificadas no debiendo estar nunca condicionadas a deseos arbitrarios de sus trabajadoras, sean estas monitoras o coordinadoras de equipo. Es un tiempo en el que niños y niñas deberían poder decidir dentro de un mínimo orden qué quieren hacer, con quien y de qué manera, bastantes normas y obligaciones tienen ya en sus horas lectivas para organizarles también el tiempo de recreo.
Ojalá mi reflexión sirviera para que alguna de estas profesionales de las que no hacen bien su trabajo, que de todo hay, se den cuenta de que deben cambiar el enfoque, especialmente a las coordinadoras para que ayuden a hacer cambios muy necesarios. Ojalá se establezcan en todos los centros las medidas para proteger a estas profesionales de los comportamientos de determinados niños y niñas, liberándolas de esta tarea de control para que puedan dedicarse a acompañar a quienes están disfrutando de su tiempo de comida y ocio adecuadamente y no teniendo que someter a los grupos enteros a castigos o sanciones porque se ven desbordadas y no tienen poder de maniobra. Y ojalá desde los centros y especialmente desde las familias, tomemos conciencia de los derechos de niños y niñas que no se están respetando y que deben ser tenidos en cuenta con carácter de urgencia y de la importante tarea que tenemos aquí, madres y padres para velar porque estos derechos se respeten.
Y con esta reflexión que tanto deseaba compartir con vosotras (personas que me leéis), os deseo que tengáis un buen día.
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