Cuando se analizan alternativas pedagógicas de carácter activo o incluso estrategias de éxito como el Proyecto Includ-ed (aunque a simple vista a muchas nos siga pareciendo que es demasiado cañero y encorsetado, eso por supuesto reconociendo los datos que evidencian que funciona y además lo hace especialmente con niños y niñas que anteriormente eran considerados como difíciles o con dificultades), nos damos cuenta de que hay más aprendizaje, existen menos conflictos en las aulas y además, una no puede dejar de pensar que no existen realmente estos niños y niñas con dificultades, lo que hay es un sistema que genera dificultades (perdonadme la redundancia, pero quiero que quede bien claro).
Un sistema que presenta dificultades en sí mismo y sobre el que nos empeñamos en que nuestros niños y niñas se adapten a él, a un sistema que sabemos lleno de carencias y de fallos, en lugar de adaptar el sistema a ellos y ellas. Además hay algo terrible y perverso como que el sistema que estamos creando les pide algo que es imposible puesto que es contrario a su propia naturaleza. Y por tanto, lo peligroso es que niños y niñas encajen en él y no que se queden fuera porque no quieren o no pueden seguir sus dictados.
Uno o una puede tener la «desgracia» de tener un hijo o una hija que no encaja en el sistema, que tiene hiperactividad, que tiene conductas disruptivas en el grupo, que actúa en contra de las reglas y que por tanto, necesita ayuda, por citar algunos ejemplos. Pero nos olvidamos de que las y los que tienen niños y niñas que encajan, más o menos, también tienen dificultades y muchas veces, graves.
Con nueve años, hay muchos que son adolescentes sin infancia porque no juegan, a veces porque erotizamos la infancia y se sienten muy mayores para andar con «jueguecitos de pequeños», de esto hablábamos aquí y otras, porque tienen tantos deberes que no hay tiempo para el juego. Y lo peor es que algo que es intrínseco a su naturaleza y que además es compañero necesario del aprendizaje, siendo la díada «juego-aprendizaje» la única manera de encontrar a ambos a largo plazo, no puede darse porque lo evitamos las familias y la escuela.
Tenemos niños y niñas que no son capaces de tomar decisiones y tampoco lo son de hacerse responsables de lo que implica el desarrollo de sus vidas. Hace un tiempo, una de mis alumnas del Ciclo de Educación Infantil, con veinte años, me comentaba que se sentía inútil, que tenía una tarjeta de crédito pero ella no había ido al banco, no sabía qué trámites había que hacer para conseguir una, se lo había hecho su madre. Las demás asentían con la cabeza mostrando que también les pasaba lo mismo. No eran capaces de interpretar un telediario, no entienden su contenido, no entienden de economía. Luego nos partimos de la risa cuando les preguntan a nuestros jóvenes por cuestiones de cultura general y no tienen ni idea, algunos y algunas no saben ni quién es el presidente del gobierno y esto nos parece divertidísimo. Creo que deberíamos tomar conciencia de todo esto porque lo que estamos logrando es terrible. Y todo forma parte del sistema.
El sistema que emplea métodos que no siempre favorecen los aprendizajes a largo plazo y el desarrollo de la autonomía y la libertad fue el que le dio gominolas a mi hija por primera vez fomentando con ello que tome alimentos superfluos que muy probablemente le producirán caries, eso al sistema le va bien, las y los odontólogos se pondrán contentos con ello, seguro (que me perdonen estos profesionales, es una forma de hablar, no quiero faltar a nadie al respeto, conozco grandísimos profesionales, otros y otras no lo son tanto, de todo hay, como siempre, aquellos y aquellas que hacen bien su trabajo que no se den por aludidos). Nuestra Navidad no era nada consumista porque no le dábamos ninguna importancia a los regalos, este segundo año de curso, ya totalmente integrada en el sistema escolar, ha sido un despropósito que no se puede ni explicar. Los primeros capítulos de La Patrulla Canina a los que mi hija es adicta (las negociaciones más duras de mi casa, seguro que tienen que ver con esto) los vio en el colegio.
Ya sabía que esto funcionaba así, por eso no la escolarizamos hasta los tres años (dos, en su caso, por ser de diciembre). Bueno por eso y porque pudimos, sé que muchas familias harían lo mismo pero no pueden. El sistema nos obliga a trabajar duro para pagar nuestras casas de precios abusivos y toda una serie de objetos personales de toda índole que no necesitamos realmente pero que el sistema nos vende como imprescindibles para ser familias de bien. Y a ver quién es el guapo o la guapa que quiere formar parte de las otras familias. Espero que entendáis la ironía porque todo esto, en realidad, me parece una patraña.
Volviendo a lo que os decía antes, además de que el sistema fomenta hábitos no saludables en niños y niñas, atenta contra su propia naturaleza. No pueden estar sentados cinco horas en una silla, no se puede enseñar a sumar a un niño a base de repetir, una y otra vez, operaciones de suma que ha puesto un autor en un libro de una editorial en un momento dado y que en ocasiones se convierten en dogma de fe de algún o alguna docente (afortunadamente, también aquí hay de todo, en esto nosotros hemos tenido mucha suerte). Muchos niños y niñas terminan haciendo ejercicios mecánicos del libro de texto sin entender bien cómo lo hacen y lo que es más importante, para qué lo hacen. ¿Será para que no les quede tiempo para jugar? Es necesario que salgamos de los libros, se supone que estos reflejan la realidad que hay ahí fuera y esta no es sustituible de ninguna manera. Las sumas al igual que el resto de operaciones matemáticas y de conocimientos, están en la naturaleza, surgen de la realidad de nuestro pasado, presente y futuro, el libro es lo de menos. Nuestros hijos y nuestras hijas necesitan dosis de realidad y que los desintoxiquemos de libros de dudoso origen en muchos casos. Y lo digo yo que he escrito un libro de texto. El libro debe ser algo que te enriquezca como docente, no algo que te organice y dirija tu vida.
Doy por supuesto que no me equivoco si digo que vuestros hijos y vuestras hijas son lo más valioso que tenéis y solamente van a vivir una vez, la infancia es muy corta y no vuelve. Las familias tenemos la responsabilidad de que esta etapa sea lo más saludable posible, incluso aunque quisiéramos otra cosa, nuestra obligación es hacer que sea saludable. Y esto implica que les defendamos de determinadas prácticas que se están planteando desde los colegios, muchas veces en contra de los deseos de sus profesores y profesoras, no quiero que esto suene a un ataque a las y los docentes, yo misma lo soy. Es un ataque al sistema en el que nos encontramos inmersos y que hace que, a veces, a las y los docentes nos falten medios, nos falte tiempo o nos falte formación y a nadie le preocupe lo más mínimo siendo sus preocupaciones otras que no favorecen la salud de nuestros niños y niñas no el buen hacer de sus profesionales. Al sistema que, como familias, nos obliga a comulgar con muchas prácticas que no aportan nada útil a la vida de las y los más pequeños que a su vez se convertirán en personas adultas que repetirán los mismos patrones y así hasta el final de los tiempos. Como se suele decir: «que paren el mundo que yo me bajo».
Cada vez hay más casos de depresión infantil y de ansiedad, en algunos casos relacionada con cuestiones escolares. Hay historias muy tristes relacionadas con todo esto que os cuento. Y las familias tendremos que empezar a plantarnos y a decirle al sistema que no vamos a consentir que la infancia de nuestros hijos e hijas se convierta en un calvario, que no vamos a permitir que desarrollen trastornos mentales porque el planteamiento educativo actual los genera y porque la sociedad en la que viven lo apoya y lo fomenta. No podemos permitirlo, es así de sencillo. No en nuestros hijos e hijas, no en los del vecino o la vecina. Lo digo así porque esto es responsabilidad de todos y todas, hasta de las personas que no tienen niños y niñas.
Pensad que el sistema educativo contribuye mucho a esto que os cuento, pero las familias hacemos más de lo mismo muchas veces. No escuchamos las necesidades reales de nuestros hijos e hijas, resolvemos nuestras necesidades antes que las suyas cuando nuestra obligación es que las últimas queden bien resueltas. Como vivimos en un sistema que nos ahoga esto repercute directamente sobre el tiempo y la calidad de las relaciones con los niños y las niñas y así un largo etcétera de lamentables sucesos que hacen que nuestros niños, niñas y jóvenes estén hechos un asco en muchas ocasiones, tal y como estamos nosotras.
En fin, ahí queda mi reflexión, ahí queda la esperanza de que se puedan cambiar las cosas. En entornos reducidos, las cosas ya van cambiando demostrando con ello que es posible y que merece la pena intentarlo.
¿Qué opinas de todo esto? ¿Sientes que el sistema en el que vivís tú y tus hijos no favorece vuestro desarrollo pleno? ¿El sistema educativo genera problemas en vuestro tiempo en familia? Me encantará saber qué piensas al respecto. No dudes en dejar un comentario. Y si te parece interesante, comparte. Muchas gracias.
Gracias a ti por tus reflexiones Lucía, te entiendo perfectamente. En esto como en la crianza respetuosa, nos vamos encontrando y apoyando porque nos hacemos falta, es necesario saber que no estamos solas y que hay luz al final del túnel. Yo me sorprendo a veces en el pueblo porque me voy encontrando personas a las que no veo habitualmente y terminamos hablando de estas cosas y en todas partes hay niños y niñas víctimas del sistema y afortunadamente, en todas partes hay familias buscando alternativas más humanas, más respetuosas. También me encuentro cada vez hay más familias que protestan, que exigen… Sé que es minoritario pero al menos hay ahí una semilla que puede brotar. Ojalá logremos cambios importantes, aún estamos lejos, pero ojalá. Un abrazo fuerte.
Buf, Elena, es una pasada lo que comentas. Yo veo cosas terribles en el colegio, respecto a esto que comentas. Veo como van moldeando a algunas niñas para que sean niñas monas al servicio de los niños de clase, esto puede sonar exagerado pero no lo es, me da una pena… Es muy difícil que esas niñas puedan luchar contra tanto estereotipo machista en el futuro interiorizado desde la cuna. Hay tanto por hacer… Gracias por tus palabras y por compartir tu experiencia. Un abrazo.
Una vez más, totalmente de acuerdo. Suscribo cada frase de tu reflexión. En nuestra familia tenemos la suerte de acudir a una de esas escuelas públicas que abogan por el cambio. Pero aún así, me preocupa más la poca responsabilidad que algunas (por ser optimista y no decir muchas) familias tienen respecto a la educación de sus hijos; detalles tan evidentes para mi pero tan vanos para otras familias como estar orgullosos por ponerle un tatuaje a su hija en el ombligo, como si fuera un piercing. A que viene eso con 4 años?? No es mejor colocárselo en la mano y que no vaya enseñando la tripa por ahí a cualquiera? Por poner un ejemplo…hay taaantosss. Y los peques aprenden taaantos comportamientos no deseados de sus compañeros… En fin, muchas gracias por tus palabras!!
Lamentablemente vivimos demasiado deprisa y constreñidos en un sistema a su vez encorsetado. Mi experiencia en el día a día es que lo excepcional es hablar de otro tipo de sistema y enseñanza, al final si mi hijo/a no tiene «dificultades», es «dócil» y entra dentro de la «media – mediocridad» del sistema educativo implantado entonces miro para otro lado, no me cuestiono más allá de si mi hijo/a se levanta por las mañanas y va «contento/a» al cole…seguimos perpetuando el modelo de hacer una sociedad dócil, que no cuestiona, que no piensa que está aborregada.
Me apena mucho encontrarme con familias cuyos hijos/as van a primaria y te dicen que están desmotivados, que se cuestionan y cuestionan (los peques) el sistema de aprendizaje del cole, que se aburren…y que el problema es ese niño o niña que está en su mundo, que no presta atención, que se distrae, que no puede estar quieto en un silla toda una jornada, etc. Y me indigna que estas familias no tengan respuestas por parte de la comunidad escolar y que, salvo honrosas excepciones, el foco lo pongan en la personita de 7-8-9 años y no en el profesor/a, en el proyecto educativo, en la escuela, etc. y estas criaturas al final vayan al cole desmotivadas y vayan apagándose a sabiendas que tienen un gran potencial, algunas incluso con excepcionales talentos. Me parte el corazón y me indigna a partes iguales.
Pero casi lo peor, es que cuando hablas con esas familias de cuestiones que te inquietan del sistema educativo, les ves un brillo en los ojos y te dicen agradecidos que es una suerte que puedan compartir esas inquietudes porque se encuentran que, en nuestro vertiginoso día a día, nadie se para a pensar…a compartir conocimientos, información, valores…
Es importante tu reflexión Soraya, y que sigamos haciendo red, por pequeña que sea…vamos despacio pero creo que ya no puede cuestionarse que un sistema educativo cuyas bases fueron definidas en la Revolución Industrial y que sigan vigentes en el siglo XXI vaya camino de su extinción…aunque mucho me temo que mientras sigamos teniendo el criterio político que demostramos en este país, demos carta blanca a quienes nos dirigen para perpetuar un modelo arcaico y creado para hacer individuos que no piensen, mediocres, que tengan cero creatividad, que no cuestionen y que, de paso, si tienen un poco de miedo…mejor que mejor…
Siento todo el rollo…pero creo que esto da para mucha reflexión.
Enhorabuena por tu blog, siempre es un placer leerte y aprender de ti.
Yo también lo pienso, muchas familias están convencidas de que vamos en la dirección correcta, falta mucha información, las familias no podemos saber de todo. ¡Ojalá poco a poco logremos dar pasitos hacia el cambio! Cada vez hay más iniciativas en este sentido. Gracias por compartir tu punto de vista. Un abrazo.
Totalmente de acuerdo. Soy defensora de la escuela pública, pero convencida de que el sistema debe cambiar. Sin embargo, me temo que muchas familias y la sociedad también se resisten al cambio. Espero que entre todos avancemos a un sistema más respetuoso y moderno.