En la primera parte, definimos el apego como la necesidad de establecer vínculos afectivos percibidos como incondicionales y duraderos y mostramos unas pinceladas sobre lo que supone el estilo de apego seguro. En esta segunda entrega, seguimos avanzando en el concepto de apego, mostrando cuáles son los componentes básicos, las características y funciones mostrando finalmente en qué consisten los diferentes estilos de apego. Añadimos también unas pautas que pretenden favorecer el estilo de apego seguro que es el más deseable.
Componentes básicos del apego:
Félix López considera que este vínculo tiene tres componentes básicos relacionados entre sí:
– Construcción mental que hace el niño o la niña acerca de la relación establecida.
– La unión afectiva que implica sentimientos estables positivos a las figuras de apego: alegría y bienestar con su presencia, así como ansiedad en su ausencia.
– Sistema de conductas de apego, dirigidas a mantenerse cerca de ellas, repetir las interacciones de contacto y comunicación íntima, lograr el consuelo emocional, etc.
De esta manera tenemos una idea, sentimientos y conductas que hacen que el apego impregne todas las esferas de la persona, la cognitiva, la afectivo-emocional y la conductual.
Características del apego:
En términos de Gómez (2009), las características del apego son las siguientes:
– Esfuerzo por mantener la proximidad con la persona
– Mantenimiento de contacto sensorial privilegiado
– Seguridad que promueve el propio vínculo para explorar el entorno
– Ansiedad por la separación de la figura de apego
Funciones del apego:
Las funciones que tiene este vínculo son las siguientes:
– Supervivencia de los bebés al procurar estar próximos a la persona que los cuida empleando el llanto para mostrar estos estados y emociones.
– Recurso fundamental para sentirse seguro, confiado, sereno y estable emocionalmente (“nada me puede pasar y si ocurre habrá quien me ayude”).
Al final del primer año, los niños y las niñas ya tienen una larga experiencia relacional con las figuras de apego. En torno a los seis u ocho meses, ya han desarrollado la capacidad de recordar y evocar a sus figuras de apego, poseen representaciones mentales de cómo son éstas y pueden dar significado a muchas de las situaciones que viven, contradiciendo la muy extendida creencia popular de que los bebés de estas edades “no se enteran de nada”. Gracias a estas capacidades, al final del primer año, normalmente los niños y niñas ya han adquirido un estilo de apego relativamente estable que se manifiesta en sus conductas.
Así podemos encontrar fundamentalmente tres con conductas características, aunque también veremos un cuarto tipo menos estudiado, veamos cuáles son:
1. Estilo de apego seguro.
Desarrollan este estilo los niños y niñas que han aprendido de sus cuidadores o al menos de uno de ellos, que no les van a fallar pase lo que pase, es decir que su amor es incondicional, con lo que esto supone. Sus personas o persona de referencia, los quieren, valoran y cuidan eficazmente. Esta situación hace que niños, niñas y figuras de apego se quieran y tengan muestras de ello. Los niños y niñas con este estilo, se sentirán bien en presencia e interacción con estas figuras de referencia y experimentarán ansiedad o miedo cuando les faltan si no pueden comprender el porqué de la ausencia o todavía no han aprendido que sus cuidadores volverán pasado un tiempo. Se muestran activos y confiados, interactúan de manera positiva con sus cuidadores y exploran el entorno cercano con seguridad, además compartirán con ellos, miradas, contacto, abrazos, emociones, etc. En las separaciones breves, protestan enérgicamente y después de la separación, en el reencuentro, se muestran alegres, abrazan, besan, acarician y lo más importante, recuperan enseguida la tranquilidad y la calma.
En pocas palabras, lo que caracteriza este estilo de apego es que estos niños y niñas viven convencidos de que sus figuras de apego son incondicionales, los quieren, los aceptan y los valoran.
¿Cómo podemos generar en nuestros hijos e hijas un estilo de apego seguro?
Pues generando relaciones de intimidad positivas, estando disponibles y accesibles siempre que nos requieran, respondiendo rápida, afectiva y eficazmente a sus demandas y siendo coherentes en la relación. Cuando decimos que es necesario responder rápido y eficazmente, no quiere decir que siempre vayamos a hacer lo que quiera nuestro hijo o hija, eso dependerá de lo que nos esté demandando, si lo que requiere es peligroso, por ejemplo, no vamos a favorecerlo pero daremos una respuesta para explicarle afectivamente por qué no podemos facilitarle lo que nos pide. Y cuando hablamos de coherencia, nos referimos a que trataremos de seguir siempre los mismos criterios a la hora de responder tratando de ser justos y no dejando que influyan en nuestras relaciones las preocupaciones, frustraciones o angustias que podamos tener fruto de situaciones ajenas a ellos y ellas. Sólo de esta manera conseguirán nuestras hijas e hijos sentirse personas seguras y queridas que confíen en los demás y se sientan valiosas y valiosos.
2. Estilo de apego ansioso o ambivalente.
Las relaciones en este caso están basadas en la inseguridad y la duda. No están seguros de la incondicionalidad de sus figuras de apego lo que supondrá que continuamente busquen la aprobación y la demostración de que los quieren. Tratarán de confirmar una y otra vez la disponibilidad o accesibilidad, lo que hará que no acepten las separaciones. Tienen miedo a ser abandonados y vigilan la presencia de sus cuidadores explorando el ambiente de manera poco relajada. En el reencuentro con las figuras de apego, se comportan de manera ambivalente, aparentemente contradictoria, buscando por un lado el reencuentro vivamente pero rechazando a la vez el contacto, el cariño de sus cuidadores. Después del reencuentro quedan sensibilizados por el miedo a otra posible separación y no querrán separarse de sus figuras de apego, no recobrarán la calma, el juego ni la exploración confiada.
Estos niños y niñas han tenido la oportunidad de saber lo que es una relación de intimidad estable pero dudan de poder mantenerla, oscilando entre momentos de bienestar y momentos de inestabilidad, ello deriva en la búsqueda continua de la presencia de las personas que los cuidan.
Las causas son diversas, entre ellas, la incoherencia en la conducta de las figuras de apego, siendo unas veces muy exigentes, otras muy condescendientes, unas muy agrios, otras muy afectuosos. También pueden ser causantes, la expresión de críticas negativas o chantajes emocionales (“si no haces esto no te voy a querer”), la inestabilidad en las relaciones de la pareja, experiencias negativas cuando han necesitado consuelo, la ansiedad emocional de los propios cuidadores, etc.
3. Estilo de apego evitativo.
Estos niños y estas niñas han experimentado que no pueden contar con sus figuras de apego, no los quieren, no los valoran o no tienen capacidad de ayudarlos. El sufrimiento que este rechazo o falta de respuestas les causa es tan intenso que se ven obligados a aprender a vivir sin ellos, al menos en lo afectivo. Se formarán así una coraza que hará que teman y rechacen la intimidad y se comportarán como si los demás no les importaran demasiado sobre todo a nivel afectivo. Evitan las relaciones íntimas y las manifestaciones espontáneas de cariño, relajadas, etc. Esto supondrá que también tendrán dificultades para relacionarse con educadoras o amigos de forma amable y efectiva. En las separaciones, protestan menos que los niños y niñas con otros estilos de apego porque han aprendido que la protesta y las llamadas de atención no tienen respuesta y en el reencuentro, evitan las manifestaciones afectivas, se comportan con indiferencia, incluso rechazan las caricias.
Estos niños y estas niñas pueden aparentar que no sufren que están tranquilos pero detrás de esa apariencia hay una estrategia para evitar sufrir lo menos posible y sentimientos de inseguridad y de insatisfacción. Este estilo está provocado por el rechazo emocional de las personas cuidadoras, la falta de respuesta a las demandas, la falta de interacción íntima o una interacción fría y distante, la falta de disponibilidad y de accesibilidad, la ineficacia de las ayudas cuando se han necesitado, la minusvaloración, etc.
4. Apego desorganizado.
No todos los autores están de acuerdo con que exista este cuarto estilo de apego. Sería una mezcla del estilo inseguro y el evitativo puesto que sufren ansiedad y evitación a la vez. Podrían estar dentro de este grupo, los niños y niñas que muestran cambios incompresibles en las relaciones con los demás, tendencia a destruir juguetes u objetos, relaciones conflictivas con los compañeros y compañeras, etc.
Los autores que aceptan este tipo de apego, suelen relacionarlo con haber sido víctima de maltrato o rechazo muy activo por parte de los cuidadores. Esta situación suele caracterizarse por ser personas que desbordan sus emociones negativas y no son capaces de expresar las positivas.
Una vez planteados los estilos de apego, nos queda añadir que esta explicación es teórica, que no siempre vamos a encontrar estas relaciones en estado puro, tal y como se han descrito, podemos encontrarnos casos donde convivan rasgos de los diferentes estilos. Un estilo ansioso y un estilo evitativo si no se viven en grado muy alto, pueden ser compatible con una vida personal y social normalizada, no tienen por qué suponer patologías y más si se refieren a estados puntuales que coincidan con situaciones traumáticas para las niñas y niños como el inicio de la escolarización, el nacimiento de un hermano, un divorcio, etc. En el caso de esos estilos menos deseables, estaríamos ante patrones de comportamiento con dificultades o deficiencias en la confianza y la seguridad (en el caso del ansioso) y con la vida emocional y la intimidad (en el estilo evitativo) que sería bueno localizar para intentar compensar en la medida de lo posible para tratar de que en etapas posteriores no afecte negativamente a sus desarrollos.
BIBLIOGRAFÍA:
LÓPEZ, F; I. ETXEBARRIA, M.J. FUENTES y ORTIZ, M.J. (eds.), Desarrollo afectivo y social, Madrid, 1999.
ORTIZ, M. J. y YÁRNOZ, S., Teoría del apego y relaciones afectiva,. Bilbao, 1993.
LÓPEZ, F., Amores y desamores: Procesos de vinculación y desvinculación sexuales y afectivos, Madrid, 2009.
GÓMEZ, J., Apego y sexualidad: entre el vínculo afectivo y el deseo sexual, Madrid, 2009.
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