Soy una defensora de nuestras costumbres y de nuestra cultura, pero pienso que las tradiciones de siempre pueden convivir con las nuevas de otras culturas que van calando en nuestra sociedad. Por eso, a priori, nunca he tenido problema con Halloween, hablo de hace años. Ya llevamos mucho tiempo celebrando esta fiesta en España como algo normal. De hecho para nuestros y nuestras jóvenes, forma parte de su cultura y por supuesto, nuestros niños y niñas más pequeños, no pueden imaginar un 31 de octubre sin esta fiesta.
Hay algo que me molesta y es que estas nuevas tradiciones no conviven con las anteriores, dicho de otra manera, se pierde nuestra cultura. No puedo entender que a mis alumnas de Educación Infantil les parezca extraño que haya llevado desde que nació a mi niña al cementerio a llevar flores a mi abuela. Ella se mueve por allí con total normalidad desde siempre. Ya os conté que tuvimos una época de funerales tremenda y ella no se perdió ni uno, tanatorio, misa y cementerio incluido. Era muy pequeña, la llevaba en la mochila y pasaba la mayor parte del tiempo dormida o mamando, pero ahí estaba. Y después ha seguido yendo con normalidad en fechas señaladas. Mis alumnas veían un tanto siniestro que llevara a una niña tan pequeña al cementerio, pero luego a la mayoría de personas les parece normal que en su colegio (afortunadamente ya no lo hacen) ambientaran el huerto como si fuera un cementerio y pusieran manos y pies con sangre como descuartizados. A veces pienso que nos hemos vuelto locos y locas.
Siento que en nuestra cultura tenemos la mala costumbre de tomar las tradiciones de otros lugares de la peor forma posible, de la manera más radical. El Halloween norteamericano (aunque soy consciente de que la tradición es irlandesa, pienso que nuestro referente es la fiesta americana actual) de los niños y las niñas es mucho más amable que el que estamos celebrando. Las y los más pequeños allí se disfrazan de calabaza, cowboy, bailarina, bruja… y cualquier cosa que les apetezca. No se visten de muertos vivientes, asesinos en serie y monstruos que dan miedo hasta a las y los mayores. Es una fiesta divertida en la que se recogen caramelos y golosinas y se cantan canciones sobre fantasmas, brujas y arañas, no nuestra versión gore que está costando más de un disgusto a muchas familias.
En los colegios hay niños que llevan máscaras de personajes de las películas de miedo más salvajes, esas que yo nunca iría a ver y que por supuesto, nadie llevaría a ver a los niños y niñas de las edades de las y los que llevan las máscaras. Hay niños y niñas que no quieren ir al colegio en Halloween y otros y otras que van pero aterrorizados, porque por un lado, las celebraciones que se hacen en el colegio les gustan, el truco o trato, la comida con motivos terroríficos aunque amables (fantasmas, arañas…) pero por otro, tienen miedo de la indumentaria de muchos y muchas de sus compañeras.
Una madre de una niña de las que lleva sangre, cicatrices y demás, en este día, de la que yo pensaba que era una intrépida absoluta y por eso su atuendo, me contó que tiene mucho miedo estos días, que no quiere ir al comedor porque allí lo pasa mal, resulta que le pide a su madre que la pinte de tal manera que dé mucho miedo para que no se le acerque nadie porque le aterran muchos de los otros disfraces. ¿Os dais cuenta del efecto que generamos? Así, ¿donde está el límite?
Además, me vais a perdonar, pero, ¿dónde está la gracia en que niños y niñas de colegios lleven motosierras o cuchillos llenos de sangre? Sí, que son de goma, pero, ¿qué tipo de valores estamos vendiendo a estas criaturas? ¿No pensáis como yo que estamos perdiendo la cabeza?
Los escaparates de las tiendas de disfraces y los bazares se llenan de elementos que recuerdan los momentos más gores de las películas más terribles. Antes ese tipo de cosas estaban reservadas para las personas que querían sentir emociones fuertes e iban al cine a buscarlas o se hacían con esas películas en los vídeo clubs. Ahora cualquier persona puede acceder a ese tipo de situaciones, desde el nacimiento. ¿Por qué no se permite que vean contenido de este tipo en televisión o en el cine pero acceden a esas escenas en cualquier tienda de cualquier lugar? Un día íbamos por el centro de Madrid, las máscaras de una tienda por la que pasábamos a Pequeñita le daban mucho miedo y tras pasar la segunda vez, nos pedía que le avisáramos para no mirar directamente al escaparate. Y no hace falta que tomemos ejemplos de máscaras llenas de cicatrices, con los dientes ensangrentados y medio arrancados, ojos que se salen de las órbitas y demás. Cuando las y los directores de cine tomaron como protagonistas de sus películas a payasos diabólicos que no tienen nada de sangre pero que con su gesto no sugieren nada bueno y las personas que van a verlas se asustan cuando aparecen y las que no vamos temblamos de miedo pensando en lo que pueden ser capaz de hacer con esas caras, lo hicieron porque daban miedo. ¿Cuándo olvidamos que las y los pequeños son más vulnerables a este tipo de imágenes y dejamos de protegerlos?
¿Sabéis cuántos niños y niñas tienen pesadillas tras estas fiestas? ¿Cuántos desarrollan miedos que no tenían? ¿Cuántos soñarán con alguna de estas escenas por muchos años cuando algo les preocupe? ¿Cuántos normalizan el uso de cuchillos sangrientos y armas en un día como Halloween? Luego siempre hay alguno o alguna que despunta y se hace fuerte con dibujos de matanzas y videojuegos de más de lo mismo y nos da más de un susto.
Se nos olvida que hay que proteger a la infancia, que hay que sentar bases en esta etapa, valores fundamentales que les acompañarán el resto de sus vidas, lograr una seguridad que les hará más fuertes el día de mañana y respetar su pensamiento mágico que les impide a veces distinguir fantasía y realidad en los primeros años de su vida y que con este tipo de escenas terribles a las que les dejamos expuestos no les creamos más que conflictos innecesarios. Sabemos las consecuencias que tiene que un niño o niña esté expuesto a situaciones terribles en la infancia, los sabemos porque hay niños y niñas de la guerra, otros y otras que son soldados desde la más tierna infancia, algunos y algunas que viven en familias terribles sometidos a todo tipo de vejaciones y torturas… Es muy difícil después recuperarse de estas experiencias, la mayoría de ellos y ellas tienen secuelas de por vida. ¿Por qué dar píldoras de todo esto a nuestros niños y niñas a los que sobreprotegemos el resto del año? Aunque sea por un día, por unas horas, muchas de las escenas de Halloween generan historias delirantes en la imaginación de niños y niñas que les acompañan después una vez acabadas las fiestas.
En esto como en tantas cosas, no estamos respetando la etapa de la infancia, no les permitimos vivir como niños y niñas que son. Un detalle más junto a la música que escuchan, la ropa que llevan, sus jornadas laborales más largas que las de sus familias y un largo etcétera de aspectos que ya hemos comentado por aquí otras veces.
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Respeto tu punto de vista, pero hay algo que no entiendo bien en el planteamiento que haces. Los cementerios y que hay familiares ahí dentro (o lo que queda de ellos, entiendo que la tumba se convierte en un símbolo, estoy contigo en que hay que recordar a los muertos en vida) es la realidad, las diademas con cuchillos de plástico son ficción o deberían serlo. No sé si a niños y niñas aterrados en Halloween, les queda claro esto. Eso es lo que me preocupa. Es posible que la realidad sea terrible (nuestros muertos envueltos en lápidas de mármol) pero es el mundo real, es su cultura, al menos la de la sociedad en la que viven, también las cenizas y los recordatorios de sus seres queridos en el formato en que vengan. Cada familia debe transmitir sus valores, claro está. Y la gestión de la muerte debe hacerse de acuerdo a ellos. Eso lo respeto. Leyéndote pensaba en que a tu hijo podría aliviarle que le explicarais qué es la muerte como vosotros la entendáis. Tienen la capacidad de entender la vida y la muerte con mucha más naturalidad que nosotros y nosotras. Estoy convencida de ello. En cualquier caso, agradezco que quede aquí recogida tu opinión porque de eso se nutre el debate. Un saludo.
Me alegra saber que ha hay centros educativos que se plantean esta realidad, confío en que más centros vayan haciendo lo mismo. Gracias por compartir por aquí tu punto de vista. Un abrazo.
Pues estoy de acuerdo con lo que comentas. En el colegio este ha sido el primer año en el que han invitado a los niños que lo desearan a acudir disfrazados, insistiendo mucho en que se disfrazasen de lo que les gustara, que no tenía que ser nada terrorífico. Y han prohibido cuchillos y accesorios de tipo violento, advirtiendo que serían requisados. Aún así, en general se frivoliza mucho con las escenas de terror y se minimiza el efecto que puedan causar en los niños, lo he visto con bebés que lloran al ver una máscara, ante lo cual la respuesta es «que es de mentira, tontorrón».
Se pierde el norte… Yo no tengo costumbre de ir al cementerio, no nos ha tocado vivir ninguna muerte muy cercana pero los bisabuelos van acumulando años y nos gusta hacer ver a nuestras hijas que son afortunadas de disfrutar de ellos, la muerte es un tema del que se habla en casa… Sin embargo el doble rasero no lo comprendo. Llevar a un niño al tanatorio no está bien, rodearlo de entornos terroríficos sí…
Entiendo lo que quieres decir y sí es cierto que hay demasiado gore estos días, aunque a mi hije, por ejemplo, le encantan los vampiros, los esqueletos y las momias desde que tenía 3 años y se disfraza continuamente de ellos y, sin embargo, aunque siempre hablamos con naturalidad de la muerte, es algo que le aterra, porque la diferencia entre una cosa y otra es que la primera es ficción y la segunda, realidad.
Me parece mucho más terrorífico para una peque de 3, 4 o 5 años visitar una tumba y pensar que ahí dentro está su abuela-abuelo-tía-tío, no te digo ya si hay un padre o una madre. Eso es realmente abrumador, triste y terrorífico. ¡Y pensar que en todas las demás hay abuelas-abuelos-tías-tíos, etc. de otras personas!
Hace tiempo que existen otras formas de decir adiós a los muertos que no sean el regodeo de los cementerios. Se pueden echar cenizas en algún sitio y se pueden hacer despedidas y formas de recuerdo menos macabras y tétricas que visitar el «camposanto». Para los familiares muertos yo celebraría la vida, les recordaría en sus momentos felices, no en una lápida de mármol. Eso es mucho más tétrico que una diadema que aparenta ser un cuchillo que te atraviesa la cabeza.