En la primera entrega trataba de explicar cuáles eran los peligros que suponía no hacer partícipes a niños y niñas en las despedidas de sus seres queridos. Os contaba como intentando protegerles podíamos, en ocasiones, estar cometiendo errores importantes que podían influir en su desarrollo futuro al fomentar determinados valores familiares. Si no lo leíste y te interesa este tema, te animo a que lo hagas ahora antes de leer la segunda entrega.
Ahora la idea es ver qué podemos hacer para evitar esos peligros respetando las necesidades de cada niño o niña en base a su momento evolutivo fomentando además, que desarrollen unos valores más familiares y desde mi punto de vista, más saludables.
Y entonces, ¿qué hacemos?
Pues como siempre, se debe hacer lo que cada familia considere, eso está claro. Y cada situación es diferente de otras y cada niño o niña diferente de otro y otra que esté a su lado. Pero os cuento algunas cosas basadas en lo que he estudiado sobre este tema y sobre todo en mi experiencia personal. Cuando digo que debemos hacerles partícipes de las despedidas no quiero decir que tengan que participar siempre al cien por cien de todo lo que supone un fallecimiento de un ser querido. Me refiero a que creo que deben saberlo y debemos acompañarles para que puedan decidir hasta donde, en base a su nivel de desarrollo, pueden participar. Todo ello con la idea de no generar situaciones traumáticas o distorsiones que afecten en el futuro.
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Las explicaciones en casa
Esta parte me parece fundamental, el hecho de que vayan al tanatorio o al funeral dependerá de cada caso pero creo que siempre se merecen alguna explicación veraz de lo que ha pasado. Las explicaciones que demos dependerán de la edad del niño o niña, de su nivel de desarrollo y de la relación que tuviera ést@ con la persona fallecida. En nuestro caso Pequeñita tenía poco más de un año y no le explicamos nada, apenas conocía a las personas que se fueron aunque eran importantes para nosotros y tampoco tenía capacidad de comprender algo así. Simplemente nos acompañó en todo momento y ya está. Si los niños o niñas son más mayores considero que se les debe explicar lo que ha pasado adaptándonos al nivel de comprensión que tengan en ese momento.
Os cuento el caso de un amigo que me llamó, había fallecido un tío de su mujer en el pueblo, sencillamente le dió un infarto y se acabó todo. Esta persona que había fallecido tenía muy buena relación con su hijo que aún siendo el mayor de dos hermanos, era muy pequeño. Ellos viven lejos del lugar donde vivía esta persona y no iban a llevar al niño al funeral porque era muy complicado, pero tenía miedo porque cuando fueran al pueblo en vacaciones su tío, con el que pasaba mucho tiempo, ya no estaría. Estuvimos hablando de si decírselo o no y cómo hacerlo. Mi planteamiento, decirle al niño que sus papás se iban a ir a un funeral para despedir a su tío. Para explicarle lo que había pasado, mi amigo me decía que no quería decirle que se había puesto malito y se había muerto para que no asociara el hecho de estar malo con algo tan terrible. Y pensamos que decirle que su tío había tenido un infarto era la mejor opción. Algo parecido a esto: «el tío se encontró mal, le dió un infarto y se ha ido (ha fallecido, ha muerto), cuando vayamos al pueblo en verano ya no estará. Como es una persona muy importante, mamá y yo vamos a ir para despedirle, es muy complicado que vayamos todos por eso tú y tu hermana os quedaréis aquí con los abuelos pero queremos que lo sepas porque tú eres una persona muy importante dentro de la familia y tu tío te quería mucho». A partir de ahí, hay niños y niñas que hacen todo tipo de preguntas y otros que no dicen nada y siguen con sus cosas. Después de un tiempo algun@s preguntan todas las dudas que les han surgido al procesar la información que recibieron y otr@s no vuelven a hablar del tema.
Si hacen preguntas, hay que darles respuesta, aquí influirán además del nivel de desarrollo, aspectos como las creencias que tenga la familia, me refiero al hecho de decirles cosas como se ha ido al cielo, que está con otro familiar, etc. Además no creo que debamos escondernos si un día estamos llorando recordando a la persona fallecida, con sinceridad se le puede explicar al niño o niña lo que nos pasa, es humano y normal llorar a los seres queridos, no es algo que haya que esconder y con estas situaciones contribuimos a un adecuado desarrollo socioafectivo de nuestros peques, tal y como explicábamos en la primera entrega.
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El tanatorio
En este punto, como en todo lo demás, la decisión de si deben ir o no, dependerá de la madre y el padre. En mi experiencia os diré que las niñas y los niños suelen llevar mucha alegría en un momento en el que todo el mundo está triste y eso suele venir bien, para despejarse y para tener un rato de desconexión entre tanta angustia. Si son muy pequeñit@s, no suelen darse cuenta de que están en un tanatorio, simplemente están en una situación social muy concurrida y ya dependerá de la forma de ser del niño o niña que se sientá más o menos cómod@. En los funerales de los que os hablaba, Pequeñita estuvo en todos en el tanatorio, sirvió para que todas las personas allí presentes sonrieran por un momento con ella y cambiaran de tema en alguna ocasión, esto suele venir bien. Ella estaba allí a gusto con sus abuelos y otros niños que vinieron a uno de ellos. Al final estando con nosotros (su padre y yo) ella está bien en cualquier sitio.
Entiendo que si en algún momento alguien tiene una crisis de llanto muy exagerada o hay un desvanecimiento o algo por el estilo (hay fallecimientos muy complicados), es mejor retirar al niño o niña de esta situación. También considero que es mejor que no vean a la persona fallecida, no es necesario, es mejor que recuerden a la persona que se ha ido tal y como era en vida. Hay muchas personas adultas a las que verlo les genera mucho estrés y en el caso de los niñ@s creo que con más motivo, no es buena opción. Eso no es problema porque los tanatorios están preparados para que ver a la persona implique ir directamente a hacerlo.
Igualmente, suelen estar en lugares con jardines, cafetería y zonas verdes, esto es positivo para que niños y niñas más mayores puedan estar fuera jugando y distrayéndose y que las personas adultas se vayan turnando para salir con ellos y desconectar un poco de una situación que suele ser muy intensa.
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La ceremonia o funeral
Como ya hemos dicho antes, dependerá de cada caso. Influirá si la familia es creyente o no. Si los niños o niñas van a misa en otras circunstancias y la ceremonia es religiosa, entiendo que pueden asistir sin problema, aunque el rito tiene otra estructura, en esencia, todas las misas son similares y ya habrán vivido otras antes. Y si no es religiosa, de la misma manera, es posible que sea una reunión familiar similar a otras en las que est@s niñ@s hayan estado antes con su padre o su madre aunque el motivo fuera otro.
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Enterramiento y cremación
El momento del enterramiento o cuando se llevan a la persona al horno crematorio es para mí el momento más duro, especialmente en el primer caso, porque es la despedida definitiva y aquí no sé qué deciros. Para mí es fundamental verlo aunque lo paso muy mal. Que un niño o una niña vean que la persona se entierra allí puede tener sentido si luego la familia tiene costumbre de visitar la tumba o el nicho o van a llevar flores. Si no van a volver habitualmente, no creo que sea necesario hacer pasar por ello a l@s niñ@s. Si son mayores, podríamos contarles lo que va a pasar y preguntarles si quieren ir, aunque digan que sí muy convencidos, observarles para ver su reacción y retirarles de la situación si vemos que es muy doloroso.
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El pésame
No sé si alguna vez habéis vivido una situación similar a la que os describo. Después de un funeral religioso con enterramiento en el cementerio, los familiares se ponen en fila y los asistentes se van a acercando para darles el pésame, es como un besamanos pero mucho más triste y doloroso, por motivos obvios. Nunca olvidaré, tenía yo quince años entonces, un funeral de la madre de una amiga que tenia cinco hij@s, en el momento del pésame les colocaron a tod@s allí, incluid@s los más pequeñ@s para que les dieran el pésame. La escena era terrible, decenas de personas dando la mano, abrazos y besos a un@s niñ@s que acababan de perder a su madre y recibían aquellas muestras de afecto sincero o no, dependiendo del caso, una y otra vez, en muchos casos de personas completamente desconocidas. Me pareció terrible verlo desde fuera, entiendo que desde dentro debió ser peor aunque aparentemente estaban impasibles, yo creo que por lo surrealista que era toda la situación en sí. Impasibles o no, ahí queda eso para el día de mañana, no hay ninguna necesidad creo yo de hacer pasar por eso a un niño o una niña, ni siquiera tengo muy claro que sea necesario para las personas adultas. Las personas más allegadas ya encuentran el momento para dar sus condolencias.
En conclusión…
En cualquier caso, vuelvo a repetir que cada situación es diferente. Y en este tipo de cuestiones si no se ha reflexionado antes de que ocurran y tenemos un punto de vista claro, es posible que no sepamos como reaccionar y hagamos las cosas no siempre como desearíamos. Estas situaciones son muy difíciles y muy dolorosas, si uno tiene una idea preconcebida, aunque luego en la realidad las cosas no salen siempre como uno quiere, es más fácil que la opción que tomemos sea más beneficiosa para el niño o la niña que la sufre. Actuar adecuadamente en una situación así, requiere mucha madurez en momentos muy extremos. En cualquier caso, merece la pena intentarlo, los duelos mal resueltos nos acompañan toda la vida, esos niños y esas niñas se hacen mayores y elaboran la historia de lo que ocurrió con la poca información que se les da y las realidades muchas veces distorsionadas por las personas adultas con las que conviven. Después en terapia, hay verdaderos dramas por malentendidos generados alrededor de estas situaciones.
¿Te habías planteado este tema antes? ¿Qué crees que es lo correcto ante una situación así? Una vez más os invito a la reflexión y a que compartas conmigo tus ideas que seguro son enriquecedoras.
Este libro trabaja el duelo a través de un cuento donde ha fallecido la abuela de un niño y este conversa con su abuelo.
Seguramente Paula, ellxs tienen sus tiempos, siento mucho lo de tu abuelo, un abrazo fuerte.
Mi abuelo falleció cuando mi hija tenía 5 años y el peque 2. Fue después de las navidades en las que nos volvieron a cerrar por provincias por el tema covid. Por eso decidimos no llevar a los niños. Me avisaron por la mañana estando ella en el cole y no me quise marchar sin despedirme y contarle en persona yo misma a la mayor lo que había pasado así que pedí en el cole que me la sacaran un momento. Se lo expliqué, me miró, se quedó callada un momento y me dijo que quería volver al cole. Pero a los pocos días a mí me vino un poco de bajón y lloré un poco en casa. La dije que estaba así porque le echaba de menos. Me abrazó y me dijo que ella también. No sé si hice bien o no soltándole la bomba y marchándome y dejándola otra vez en el cole pero tampoco quería que fueran otras personas las que se lo explicaran, ni me parecía que fuese algo para contar por teléfono. Pero leyendo ahora esto veo que puede que la pasase eso que escribes de : siguen a sus cosas y van procesando la información.
Te agradezco enormemente tus comentarios, que compartas experiencias tan personales conmigo, con nosotrxs. Además de tu valentía que es de por si muy importante creo que tus aportaciones tienen gran valor siempre y en este caso, más si cabe, porque reflejas muchas de las cosas que yo quiero transmitir, sin adornos, tal cual, como puede ser de terrible la vivencia de un niño o una niña al que mantienen al margen de la muerte de un ser querido y las consecuencias que puede tener esto de cara a la vida adulta. Gracias por estar ahí, por leerme y por escribirme. Un abrazo fuerte.
Lo que has dicho me ha recordado tristemente a mi abuelo, en su funeral me escondí detrás de mi madre porque también nos pusieron a recibir pésames a los hijos y nietos (vivía con nosotros) y fue CRUEL. Con mayúsculas. En una familia donde nunca se ha hablado de enfermedades, ni de la muerte, ni nos han llevado a funerales… cuando tenía 13 años asistí a dos. Y no fue como cuando se iba uno de nuestros perros o gatos que les decíamos «adiós» mientras mi padre les tiraba tierra en un agujero del campo. En uno no entendía por qué todos estaban así, y en el otro…
Te copio lo que escribí hace tiempo, en mi blog personal (ya cerrado, pero guardado):
«[…]pensé en mi tía, que murió de cáncer y en su funeral fui incapaz de llorar. Veía a todos llorando y yo me reía. Era la primera vez que asistía a un funeral. Veía a toda mi familia llorando y yo no sabía cómo reaccionar. Era la primera vez que tocaba la muerte de cerca a un familiar a quién yo quería…Y no podía parar de reir cuando alguien me miraba, llorando.
Mi hermano mayor me insultó. Y me callé. Fue el único que me dijo algo durante toda la ceremonia.
Meses más tarde murió mi abuelo y ya sabía lo que se esperaba de mí. Lloré más que nadie. Lloré y lloré. Y todavía siento que no he llorado bastante porque cada vez que pienso en él vuelvo a llorarle… porque fue el momento en que asumí la Muerte.
No he vuelto a ir a un funeral. Ni al de mi único sobrino de 10 años que murió atropellado. Ni iré al del siguiente en el futuro. Lejano, espero.»
Así que en el futuro si mi pareja quiere llevar a nuestro/s futuro/s hijo/s pues que le lleve él solo. Entiendo lo que dices, pero personalmente a mi no me ven (ni tanatorio, ni crematorio, ni funeral… yo en casa, tomándome una cerveza bien fría a su salud). Pero les contaría de la mejor manera todo el tema de la muerte.
Eso sí, de mis otros tres abuelos que fallecieron antes, y yo era muy pequeña, todavía no sé la historia de cómo fallecieron totalmente porque mi madre habla por fascículos de ese tema, que era lo que comentaba en la anterior entrada. Por eso creo que es mejor contarlo desde el principio. Nadie quiere adultos traumatizados porque de niños no les supieron explicar estos temas.
¡Un saludo! (siempre me salen larguísimos los comentarios).