La semana pasada en las Jornadas de Crianza Respetuosa de Rivas, Gema Cotallo, una de las fundadoras de la Violeta, dijo algo que me pareció revelador. Hacía una ponencia sobre la importancia del juego y aunque por el marco de su intervención se entendía que hablábamos del juego infantil, expresó al principio que era necesario rescatar el juego como elemento de vida y en todas las etapas. ¿Qué pasa que hemos perdido el juego? En realidad no, es peor aún. Se ha transformado en otro tipo de juego. Porque las personas adultas sí que jugamos, pero Gema dijo algo que me dejó especialmente triste. Sí jugamos, a las apuestas deportivas, al bingo on line, a la Play Station…
Claro que hay personas que se reúnen para jugar a otro tipo de cosas, deportes, juegos de mesa… pero, ¿es esto mayoritario? ¿Es esto lo que define la sociedad de hoy en día? ¿O es más bien lo que decía Gema? Ella decía: “nos han robado el juego”.
Esta semana, hablando con una compañera de trabajo, sobre cuestiones de comercio y marketing, me recordó algo que ya me había dicho antes pero que quiero compartir porque creo que es esencial y se relaciona con esto primero.
Muchas veces cuando hablamos de la publicidad y el marketing, nos referimos a las necesidades creadas para explicar cómo se nos crean dichas necesidades de usar determinados aparatos, servicios o recursos. Con ello queremos expresar que es la industria la que las crea y así, necesidades que no existían, pasan a ser reales tras campañas comerciales. Mi compañera Elena no está de acuerdo. Y yo, después de hablar con ella, tampoco. Los anuncios publicitarios no crean la necesidad, solo la aprovechan para vender sus productos. La necesidad es humana, injusta, en ocasiones, pero genuina.
Las nuevas necesidades, ni son tan nuevas ni parecen ser creadas. La necesidad de apostar existió siempre. La evolución tecnológica hace que pueda hacerse desde cualquier lugar del globo y sobre casi cualquier evento, deportivo o no. Igual que el ciber sexo responde a una necesidad que siempre estuvo ahí. El formato es nuevo y creado, si queréis, la necesidad no.
Las necesidades humanas exponen las características de la sociedad en que vivimos. Diferencian unas culturas de otras. Así contaba un jefe de una tribu en Samoa, en Los Papalagui, libro que recomiendo sin ninguna duda, que algunos necesitaban contar las lunas que habían vivido. Las y los samoanos no porque saberlo implica saber más o menos cuántas te quedan y eso implica estar pendiente de la muerte. Ellos prefieren vivir pendientes de aspectos más importantes.
Por tanto, las necesidades van cambiando o quizá no y diferencian la cultura mayoritaria de un lugar. Lo que hace la industria de la publicidad y el marketing es darles un formato de producto adaptado a los tiempos actuales para poder vender.
Visto así, la realidad es más triste que lo que lanzaba Gema Cotallo en las Jornadas y mira que ya me pareció triste en el origen. Que el juego adulto en nuestra sociedad se reduzca en muchos casos a las apuestas deportivas y a los videojuegos no es culpa de los publicistas. Igual que no lo es que cada vez seamos más individualistas, menos sociales y estemos llenos de carencias. Motivos por los cuales es probable que no juguemos a otro tipo de cosas. Nos falta creatividad, cooperación, afecto, iniciativa… y esto genera violencia, frustración, injusticia, depresión, ansiedad, pasotismo… Y con este escenario, para algunos y algunas lo más cómodo es satisfacer la necesidad dando a una tecla o moviendo un joystick. Así que quizá no nos han robado el juego, nos lo hemos robado a nosotros y nosotras mismas que creo que es aún peor.
Para tratar de convenceros del argumento os preguntaré si vamos a culpar también a los anuncios de las guerras, de la agresividad, de los abusos… ¿Pensáis que en nuestra sociedad la mujer es un objeto de deseo porque continuamente se las ve en vallas publicitarias ligerita de ropa y con la boca entreabierta o es que nuestra sociedad demanda este tipo de imágenes y emplearlas hace que se venda más porque cubre una necesidad que tenemos?
Si culpamos a la industria, ¿entonces por qué a mí me molestan esas imágenes? ¿Porque estoy contra la publicidad o porque ese tipo de escenas no solo no resuelven una necesidad que no tengo sino que atacan directamente a mi necesidad última de respeto?
Este tipo de publicidad no llega a todos y todas, muchas familias y profesionales de las que pasáis por aquí lo sabéis. Vamos por otro camino, no nos interesan ese tipo de productos consumidos mayoritariamente, esas formas de conducta que nos venden como ideales. Pero también tenemos nuestro mercado: productos naturales, películas alternativas, espacios de encuentro y educación respetuosos… ¿Por qué? Porque la industria también se hace eco de esto y nos ofrece aquello que satisface nuestras minoritarias necesidades. Necesidades que son nuestras y no de los mercados.
Cuando cuestionamos anuncios, productos, escenas, modelos que no nos gustan con nuestros hijos, hijas y alumnado tenemos que ser conscientes de que lo que representan es la vida real, la sociedad en la que vivimos. Así tendrán que aprender que juzgar la valla publicitaria de la mujer en ropa interior o el hombre musculado sin camiseta pero no será suficiente. Porque puede ser que mientras tanto, haya nacido una necesidad de gustar a otras personas y de sentirse queridos y queridas también por cómo es su cuerpo o de aparentar ser lo que otros quieren que sean, por citar algún ejemplo.
Si las personas adultas que nos rodean ya han dejado de jugar y ensimismarse con algo que no sea las apuestas y la Play Station, seguramente es porque hay muchas necesidades no cubiertas que pueden ser atendidas. Si alguien solo puede disfrutar de su sexualidad con el porno es porque seguramente no tiene capacidad para gestionarlo de otro modo.
Todo se puede intervenir pero sabéis que yo soy partidaria de la prevención. Los parches funcionan como elementos de retención pero el pinchazo sigue ahí. Mejor dedicar tiempo a nuestros niños y niñas ahora para que ellos y ellas puedan construir la sociedad del futuro, una sociedad que sea más justa, más humana y más respetuosa. Si queremos que niños y niñas tengan necesidades saludables, respetemos las que traen de serie puesto que son estupendas. La necesidad de jugar espontáneamente, la necesidad de afecto, de contacto, de conocer sin obligaciones o un programa establecido, de vivir sin ajetreos, de relacionarse con otros y otras, de conocer el mundo en base a su propia experiencia del momento, de reírse y llorar a partes iguales, de hacerse preguntas a cada paso, de entusiasmarse con las cosas más pequeñas.
Esas necesidades que decimos creadas por la publicidad, son creadas en realidad por las familias, a veces por los centros educativos. Y si no, ¿quien le dio la primera chuche?, ¿quién le mostró que el móvil era una opción para entretenerse?, ¿que podemos tratar mal a las personas que más nos quieren?, ¿que la mentira es una opción?, ¿que puede ser mejor el odio y el resentimiento que usar el diálogo? De verdad, ¿vamos a culpar a la publicidad y el marketing de nuestras nuevas o viejas necesidades humanas?
¿Te habías planteado que las personas adultas de nuestra generación apenas jugamos? ¿Has pensado como se han reducido los tiempos de juego de niños y niñas por culpa de las extraescolares y las tecnologías? ¿Qué opinas de esta reflexión? Será un placer compartir con vosotras (personas que me leéis) vuestros puntos de vista. Os espero en los comentarios.
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