Ser madre te permite tomar conciencia de tu cuerpo, de tus grandezas, de tus limitaciones. Te coloca en una situación que tú vivías antes como hija y que se vivía de una manera bien distinta, ahora como madre. Comienzas a entender, para bien y también para mal, de dónde vienes, quién eres y sobre todo, quién quieres ser.
El paso del tiempo es algo difícil de entender. No me refiero a entender por qué un minuto tiene sesenta segundos. Lo que me intriga más bien, es comprender por qué la mayoría de personas vivimos atrapadas en el tiempo. Quizá aquel jefe de la tribu de Samoa que escribía supuestamente en Los Papalagi, tuviera razón. Allí, en Samoa, no cuentan las lunas que viven. Eso les ofrece muchas ventajas. No tienen el tiempo dividido, enjaulado en pequeñas franjas que medimos continuamente con nuestros relojes. Una ventaja de no medir el tiempo tal como lo hacemos en Europa, es que las y los samoanos, no saben cuántas lunas han vivido y como no hacen esto, no han estudiado cuántas lunas suele vivir una persona. Por tanto, tampoco saben cuántas lunas les quedan, más o menos, por vivir. Y eso facilita mucho las cosas. Cuánto menos, te evita crisis de edad, las puedes tener por otro motivo pero no por la edad, es obvio.
La realidad es aplastante cuando sientes el paso, que no el peso, de los años en ti misma, cuando lo percibes en tu hija, sientes vértigo. Y cuando observas cómo todos tus seres queridos han ido evolucionando, cómo se han ido haciendo mayores, la realidad impresiona un poco. Darse cuenta de lo insignificante que es la vida, mientras le damos una importancia extrema a situaciones por las que millones de personas pasaron antes y sintieron antes es estremecedor.
Y entonces empiezas a escuchar frases manidas sobre el paso del tiempo, hay cientos y no pienso recordar aquí ninguna de ellas. Comienzas a ver situaciones que antes vivías desde dentro, ahora desde afuera. Te encuentras observando a un grupo de jóvenes, usar esta palabra ya escuece un poco, y ves su postura, su talante si queréis, entonces te sientes reflejada en la escena pero no dejas de ser una mera espectadora. Miras a tu alrededor y ves lo que ves en tu espejo. Tus amigos, compañeras del cole, vecinos, parejas de amigas y de amigos… han ido pasando esos años contigo, las arrugas que ya van apareciendo en tu cara, esas que antes de ayer no estaban, también se dejan ver en los rostros de tus seres queridos que curiosamente, como ya te habían dicho mil veces, cobran cada vez más importancia. No sé si lo habéis sentido, es esa sensación de valorar los pequeños detalles que otras personas tienen contigo y de sentirte acompañada y agradecida por el viaje. Eso es también, el paso del tiempo.
Para mí, los cuarenta no son los nuevos treinta, al final tuve que recordar una de esas frases manidas, no he podido evitarlo. Estoy segura de que no, no tengo claro si son mejores o peores, lo que sé es que son distintos. Y además, de ir cumpliendo años, te ves haciendo muchas de las cosas que dijiste que nunca harías. No somos más que pequeñas hormiguitas en el cosmos. Aunque nos empeñamos en sentir que somos el centro del universo, que todo nos pasa a nosotras, que somos muy importantes. Te das cuenta de lo curiosa que es la vida. Y creo que para llegar a reflexiones como esta y de manera sincera y profunda, ya sabéis que a exagerada no me gana nadie, es necesario tener unas décadas. Es lo que hay. Pienso que cada etapa tiene aspectos mejores y aspectos peores que las otras etapas. Espero que muchas de las personas que me leéis y yo misma, seamos capaces de aprovechar lo mejor de cada momento.
¿Por qué te cuento todo esto?
Y es que en estos meses, en los últimos dos años, una de mis pasiones que era escribiros ha quedado en un segundo plano. La verdad es que lo echo mucho de menos. En este tiempo, me he dedicado a vivir, a dejarme llevar por la corriente, con la agenda a tope, trabajando mucho aunque no siempre cunda lo suficiente, dedicando mi escaso tiempo a mi familia y mis amigos y amigas. Y así tengo un poco abandonadita a esta otra familia cuya falta ya empieza a pesar. Eso, más que el paso de los años. Ojalá pueda retomar esta terapia que es para mí La mamá de Pequeñita.
Os voy a contar un secreto, apenas tengo tiempo de escribir, pero en este tiempo, he escrito algunos textos. No me he visto en disposición de compartirlo, porque no paro de pensar que quienes aún estáis por ahí y me sois fieles a pesar de mi distancia, queréis que os hable de otra cosa.
Estoy segura de que si consigo escribir con cierta regularidad, ese es el objetivo, notaréis que estos últimos meses, me han tenido muy ocupada muchos temas al margen de la crianza y mis anhelos están en otros lugares. El caso es que todo está unido y yo no he dejado de ser madre ni un minuto, como todas vosotras, como tantos padres.
Mientras tomo conciencia de todo lo que está pasando a nuestro alrededor y de la suerte que hemos tenido por vivir en una determinada época, es difícil no sentir que se avecinan cambios, ha habido muchos avisos. Y así, observando a mi alrededor, trataré de transmitiros muchas ideas que ahora puedo ver con más nitidez, necesidades que tienen nuestros niños y niñas, no ya solo por su propio desarrollo, si no por los tiempos que va a tocarles vivir. Ahora más que nunca, tenemos que hacerlo bien, para que puedan construir una sociedad en la que puedan vivir con cierta calidad de vida.
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Mil gracias, qué gusto tenerte por aquí a ti también. Un abrazo.
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Hola! que lindo blog, te felicito!
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¡Bienvenida de nuevo! 🙂
Muchas gracias Karla por tu respuesta. Ahí seguimos luchando. Me encanta que te hayas sentido identificada. Juntas es más fácil. Un abrazo.
Aquí estamos tus fieles lectoras… quienes te entendemos perfectamente, ahh el tiempo, cómo pasa de rápido y estamos (por lo menos yo) tan metidas en la rutina, el trabajo, la casa, la crianza, que no lo vemos pasar, pero se siente..
Estos meses para mí son de mucha nostalgia, de estar lejos de los míos, más lejos que nunca.. me gustó leerte y sentirme identificada, gracias por eso.