Hace unos días, cuando salíamos de un centro comercial, escuché algo que me removió mucho y necesito compartirlo por si a alguien le sirve de ayuda. Íbamos detrás de un padre y su hija, él tendría unos treinta y cinco años y la niña cinco. Ella llevaba unos rotuladores de colores en la mano. Salían los dos a la calle mientras el padre le decía, “esto es por el sobresaliente de ayer, cuando tengas otro sobresaliente te compraré otra cosa, ¿lo entiendes?” Y la niña asentía con la cabeza.
Esta escena que a muchas personas les puede parecer amable, me dejó bastante descompuesta. Hay tanto problema en una situación como esta aparentemente inocente… intentaré analizarla con detalle.
Para empezar, es probable que lo que la niña hubiera hecho para conseguir aquella nota no fuera una gran hazaña que requiriese recompensa, era muy pequeña, no sé si sería un examen o algún trabajo de clase recompensado. Podía ser la nota de todos los niños y niñas de clase por haber trabajado bien en el aula, ¿quién sabe? Alguien dirá, pues el padre lo sabe, tú no deberías meterte ahí a juzgar. Es probable, pero permitidme que continúe con mi argumentario porque aunque hubiera sido una hazaña, la situación seguiría siendo peligrosa. Pensad en el mensaje que se le transmite a esa niña: si sacas buenas notas, tu padre se pone contento y te hace regalos.
A ver, tampoco el padre se había esforzado mucho, esto también me chirrió. Había comprado unos rotuladores en una tienda que es muy económica. Aquel era un regalo de esos que las familias de clase media hacen un día cualquiera porque es algo barato que se pueden permitir y es algo útil para que el niño o la niña dibuje, escriba o pinte, ya sea en el colegio o en casa. Por tanto, atribuirle ese valor de recompensa a un sobresaliente que él parecía valorar tanto, parecía un poco descompensado. No sé si me entendéis. Hay familias que dicen, «si apruebas la Secundaria te compramos una moto», al margen de lo que yo pueda pensar de este hecho, me parece más compensado porque es un esfuerzo largo y continuado en el tiempo por parte del chico o la chica y una recompensa de estupendas dimensiones que puede merecer la pena conseguir.
Todo esto que os cuento hasta este momento es anecdótico, vamos a comentar lo que realmente es un peligro.
Primero, un niño o una niña debería creer que sacar buenas notas o triunfar en un deporte o algo similar que pueda lograr en esas edades, debería ser algo positivo para sí mismo o sí misma, es decir, que la mayor recompensa debería ser sentirse bien, sentir que es capaz, bueno o buena en algo. Porque esa motivación intrínseca puede llevársela de por vida a otras facetas y seguir luchando por hacer bien las cosas porque eso le produzca una satisfacción importante a nivel personal y le genere las ganas de seguir mejorando y sumando logros. Esto es lo ideal. Vaya por delante que a mí la nota me da igual y ya he dicho antes que estoy casi segura de que con esa edad no es un gran mérito lo que habrá hecho la niña y además, las notas casi siempre son subjetivas. Pero si la nota fuera algo importante, la clave sería que la satisfacción de un sobresaliente, generara la motivación de lograr otros y esforzarse y ya puestos a proyectar, llegar lejos en el futuro como os decía antes. Visto desde aquí, los rotuladores ya parecen poca cosa, ¿no? Con este gesto del padre nos cargamos esa opción, sino del todo, al menos en parte y no hay necesidad. Porque él, de manera inocente y seguramente porque no sabe nada de la psicología de las recompensas, se carga esta posibilidad de satisfacción personal o intrínseca que es lo mismo, al comprarle unos rotuladores y sobre todo al decir la frase terrible: «cuando saques otro, te compro otra cosa».
El padre podría haber comprado los rotuladores a la niña porque esta los quería, porque estaba contento, porque eran bonitos y estaban bien de precio… pero usar este gesto pequeño (comprar unos rotus) de esta manera, genera un problema y gordo. A ver, sé que habrá familias que tendrán que hacer un esfuerzo enorme para comprar unos rotuladores aunque sean unos económicos como estos, pero no parecía ese el caso.
Lo que podemos estar generando a partir de ahora (estoy exagerando, pero así se empieza), es que la niña piense que los sobresalientes hay que sacarlos para que me compren cosas y para que papá se ponga contento. Esta motivación es mucho más pobre y tiene menos recorrido que aquella que os comentaba de la niña de ser mejor, esforzarse, llegar lejos…
Ahora voy con otra clave. ¿Qué pasará si saco un sobresaliente y no me compran nada? ¿Sabéis lo que dice la psicología de esto? Que si desaparece la recompensa, desaparece la conducta. Es decir, si ya no me compras nada, no me esfuerzo para sacar un sobresaliente, ¿para qué? Si en el próximo sobresaliente de la niña, el padre está enfrascado en algún problema familiar o de trabajo y no muestra explícitamente su alegría, se perderá otra de las grandes recompensas que era ver a su padre contento por lo que ella había hecho con un efecto de extinción de la conducta.
Es importante que recordemos que nuestros hijos e hijas van a triunfar en la vida no por lo que hagamos por ellos y ellas sino gracias a lo que les enseñemos a hacer por sí mismos, esto decía Ann Landers. Si conectáis con esta idea, pensaréis que generar una dependencia de sus notas con nuestros estados de ánimo o un regalo, es mala idea. Mejor fomentar que se sientan orgullosos y orgullosas de ellos y ellas mismas, que se sientan bien por los logros alcanzados… esa es la mejor recompensa, genera la misma adicción que las recompensas externas pero con la diferencia de que estas primeras las generas uno mismo o una misma y pueden llevarse siempre a donde quiera que vayamos.
Aún hay algo de lo que no hemos hablado. El padre estaba recompensando un sobresaliente, ¿verdad? No era un aprobado. Quizá también lo habría hecho pero no tenía pinta. ¿Qué pasará si la niña no logra sacar otro sobresaliente? ¿Si cuando lleguen pruebas realmente difíciles en las que deba demostrar méritos reales no destaca? ¿Sabéis qué pasará? Que el padre posiblemente no estará contento, no hará regalos, es posible que incluso se muestre molesto con ella. Entonces la niña sentirá frustración y puede pensar que no es lo suficientemente buena para que su padre esté contento con ella o para que le hagan más regalos. Y esta frustración puede venir por un suspenso, pero también por un notable, que no sería la primera o el primero que sacando notables se sienten infelices y generan sufrimiento porque no son lo suficientemente buenos o buenas para lo que se espera de ellos y ellas. Y esto aunque sus familias estén diciéndoles que no pasa nada, de todo hay.
Y todo esto, ¿por qué lo cuento? Pues por varios motivos. El éxito en la vida no se mide en sobresalientes y notables, de hecho hay gente muy exitosa que no sacó nunca uno en su vida y ahí están. En la vida no es normal que te hagan regalos cuando logras hacer bien alguna cosa, más si lo que haces es algo tan pequeño como pudo ser lo que hizo la niña de cinco años. Y nosotros y nosotras, madres y padres no vamos a estar ahí siempre presentes para aplaudir los logros de nuestros hijos e hijas.
Si lo que queremos en prepararles para la vida, mostrémosles lo que es la vida, la de verdad y que les queremos pase lo que pase, con un sobresaliente y con un aprobado (también con un suspenso, claro). Ayudémosles a valorar sus logros por sí mismos. El logro de un niño o de una niña, por pequeño que sea siempre valdrá más que unos rotuladores. Lo que podemos hacer es compartir su esfuerzo o valorarlo, si lo hubo, prestar atención a aquello que les gusta o en lo que son buenos y buenas y darle valor a cómo se han sentido al lograrlo, con eso es más que suficiente. Ni siquiera necesitan que les digamos lo que nos parece o nos deja de parecer porque eso también es subjetivo. Puede ser que no nos guste pero sea estupendo para otras personas y lo que es más importante, puede serlo para nuestros hijos e hijas que ya es bastante. Si no nos gusta y les decimos: ¡qué bonito!, estamos mintiendo, tampoco es un buen ejemplo de futuro. Pero tampoco tengo derecho a decir que feo, solo es mi criterio. Mejor decir: “debes sentirte muy orgulloso/a de haberlo conseguido” a decir “qué orgullosa estoy de que lo hayas conseguido”.
No sé si me entendéis. Tenemos tan grabada a fuego la motivación extrínseca que nos cuesta interiorizar cuando alguien nos dice desde la ciencia que la motivación intrínseca es la que nos va llevar realmente lejos y no tenemos ni idea de cómo fomentarla porque la mayoría carecemos de ella.
Tratemos de hacer un esfuerzo grande para que el acompañamiento de nuestros hijos e hijas les lleve hasta lo más lejos o lo más alto que ellos y ellas puedan llegar. No cortemos sus alas con rotuladores.
Ojalá entendáis esto que os digo, es tan importante…
Si ya habéis caído en esta forma de recompensas, hay esperanza, podéis cambiarlo ahora, nunca es tarde. Y además todo esto que os cuento de las recompensas y los refuerzos son teorías conductistas que aunque son de las más utilizadas en educación y también a nivel familiar de manera inconsciente, solo por una cuestión de repetir lo que nos hicieron, resulta que muchas veces no funcionan. Así que igual tenéis suerte y vuestros hijos e hijas siguen esforzándose aunque no les compréis nada un día de pronto, eso sí, yo por si acaso no me arriesgaría.
¿Qué opinas de las recompensas que se hacen a niños y niñas? ¿Te parece interesante premiar por las notas obtenidas en lo académico? ¿Qué cosas haces para recompensar a tus hijos e hijas? Si te parece interesante esto que os cuento, por favor, compártelo. Y si quieres aportar alguna experiencia o una opinión, me encantará leerte en los comentarios.
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