Siendo muy positiva diré que me molesta un poco cuando se trata de vender por ahí que la crianza respetuosa consiste en hacer una burbuja para que algunos medio hippies o hippies enteros metamos a nuestros hijos e hijas. Sencillamente, no es verdad. A ver, en todos los entornos hay todo tipo de cosas, no digo que no haya proteccionismo y paternalismo en familias que tratan de hacer crianza respetuosa, seguro que sí, pero no tiene por qué ir unido.
Se supone que somos más blanditos o más permisivos porque cedemos a «los chantajes», que es como se llama muchas veces a las necesidades de las y los más pequeños sin ningún tipo de miramiento. Se nos critica que no castiguemos a nuestros hijos e hijas «porque el día de mañana harán lo que les dé la gana», como si los castigados nunca fueran a hacerlo. Yo diría, «ojalá tanto unos como otros, puedan hacer lo que les dé la gana, claro, no hay nada de malo en esto, siempre que no molesten a otras personas, no sé cuál es el problema».
Eso de dormir con nuestros hijos e hijas o de cogerles en brazos siempre que lo piden, se relaciona con malcriarlos. Igualmente se critica que tratemos de dar respuesta a sus necesidades en todo momento y que respondamos a las rabietas con afecto tratando de ser comprensivas, me refiero a las personas que respetan las necesidades de sus hijos e hijas y por tanto practican crianza respetuosa.
Hay días en que me molesta mucho todo esto. Primero porque nadie debería juzgar lo que hacen otras familias, eso forma parte del criterio personal y las circunstancias de cada una. Segundo, porque respetar, no solo a los niños y niñas en particular, sino a las personas, en general, no debería ser algo que practicáramos una minoría. No debería ser algo de una panda de hippies como algunos y algunas nos quieren hacer parecer, sino que debería ser lo normal. Respetar los ritmos de desarrollo como forma de que cada niño y cada niña llegue por sí solo o sola a lo más alto que pueda llegar, sea donde sea, hasta donde se pueda, sin más, debería ser la norma.
Yo no puedo abanderar a las familias de la crianza respetuosa porque no existe un único modelo de hacer las cosas, cada familia es única. Pero si puedo decir que detrás de esa forma de entender la crianza y la educación, hay personas que tratan de que sus hijos sean autónomos ya desde muy pequeños, dejándoles que decidan qué comen y cuánta cantidad desde los seis meses, permitiéndoles experimentar y disfrutar con la comida discriminando qué sabores les gustan y cuáles no. Veo personas que controlan la cantidad de azúcar que dan a sus hijos e hijas y no usan nunca esto como un premio ante una conducta. El azúcar produce caries, ¿alguien no lo sabe? Y además, es un alimento superfluo, al menos en las cantidades en que lo tomamos en nuestra cultura. Este fin de semana hablaba con una amiga italiana que me decía que ella no comía golosinas de pequeña, que las patatas fritas eran una cosa muy muy excepcional porque no se consideraba un alimento apropiado para los niños y las niñas por no ser muy saludable. El estómago de un niño o una niña tiene una capacidad limitada, mientras están tomando dulces, gominolas, bollería, no están llenando su estómago de fruta, verdura, cereales y otros alimentos que sí que son necesarios para su desarrollo. Me resulta muy difícil de digerir que aquellos que me critican por darle teta a mi hija le ofrezcan dulces en cuanto tienen ocasión.
Veo familias que intentan que cuando sus hijos e hijas se equivocan, comprendan las consecuencias reales de sus actos, las de la vida, las de verdad. ¿Es eso tener a los niños en una burbuja? Como os contaba en el último post sobre las consecuencias de los castigos en la vida adulta, si un niño derrama agua parece más realista darle los recursos necesarios para recogerlo que castigarlo con algo que no tiene nada que ver con el agua derramada.
Decirle a un niño o a una niña todo el tiempo: «¡qué bien!», incluso cuando no ha hecho nada realmente interesante ni que merezca la pena, no creo que sea prepararle para la vida adulta, lo siento. En la vida real, no te van diciendo «muy bien» cada vez que das un paso, completas un rompecabezas o haces un dibujo. La vida real es otra cosa y generarle a un niño o niña la necesidad de tener la aprobación de otras personas a cada paso si puede suponer una burbuja porque no es lo que encontrará en su mundo adulto después.
Desde la psicología sabemos que existen dos tipos de necesidades simplificando mucho la cuestión. Las necesidades primarias que tienen que ver con la supervivencia: alimentación, abrigo, seguridad, sueño, etc. Éstas también se relacionan con el afecto y el contacto, por algo somos seres mamíferos. El contacto físico y el afecto para un niño o niña es tan necesario como comer cada día.
Y después están las necesidades secundarias que se relacionan más con aspectos culturales no tan relacionados directamente con la fisiología. Estas segundas, en nuestro contexto, se relacionarían con elementos materiales y consumistas, en muchas ocasiones. Son necesidades creadas por la cultura que difieren de unos lugares a otros y que por tanto, no son imprescindibles para salir adelante. Las primeras necesidades se relacionan con la supervivencia, las segundas son creadas y prescindibles. Me llama mucho la atención la alegría con la que se niegan las primeras y se recurre a las segundas como forma cómoda de resolver un conflicto. Algunos ejemplos de estas necesidades secundarias son la mayoría de juguetes que tienen nuestros hijos e hijas, los dibujos animados y otros audiovisuales, las chucherías, etc.
He visto madres y padres inflexibles con coger a un niño o niña que llora en un carrito o a otro que pide que lo cojan en brazos, pero luego con las cosas materiales, incluido el azúcar en sus formatos varios, las familias no son siempre tan constantes o tan duras. Esto me sorprende.
Si la crianza respetuosa es respetar las necesidades de niños y niñas, deberíamos atender siempre las primeras y las segundas, solo en contadas situaciones o nunca, os animo a reflexionar sobre este tema. No se puede negar nunca un beso o un abrazo a un niño, nunca, por muy mal que se considere que lo hayan hecho. Recibir un desprecio a este nivel por parte de un adulto les duele más que un golpe. Los niños y las niñas saben que dependen de las personas adultas para salir adelante y sentir que las personas que deben protegerlos y cuidarlos no los quieren, es destructivo para ellos y ellas. Si seguimos queriendo a nuestros hijos e hijas cuando han hecho algo mal, ¿por qué fingir que no los queremos? ¿Eso quiere decir que no hagamos nada? Yo entiendo que no, se trata de mostrar las consecuencias reales de los actos. ¿Has pintado en la pared? Normalmente un niño o niña que pinta en la pared es uno o una muy pequeño porque todavía no sabe que eso no es lo más correcto, está experimentando. Un niño de nueve años es difícil que pinte en la pared. Por tanto, no suele ser con mala intención sino con desconocimiento. Si un niño o niña pequeños hacen esto, la responsabilidad es de la persona adulta que está al cargo, si son pequeños debe haber alguien con ellos y ellas en todo momento. Y decir que ya no te quiero por haber pintado una pared, ¿no os parece desproporcionado? Si además es culpa mía por no estar atenta y porque son demasiado pequeños para comprender qué esperan los demás que hagan. Parece mejor opción mostrar como arreglarlo y dar otra alternativa de lugar donde pintar para la próxima vez. En el mundo real de las personas adultas, afortunadamente, no siempre que haces algo inapropiado te sancionan, hay niños y niñas que pasan más de la mitad de sus vidas infantiles castigados, con el riesgo de pasar la otra mitad castigando.
Por otro lado, cubiertas las necesidades primarias donde se incluye el afecto y otras muchas, todas las demás podrían sencillamente obviarse, no responderse. No es necesario comprarle cosas que se le antojan a un niño o a una niña en cada supermercado o tienda a la que vamos. No se va a crear ningún trauma por este motivo. Por lo afectivo, si la ausencia es muy repetitiva, es fácil que sí se cree.
Con todo esto quiero tratar de mostrar que la crianza respetuosa no tiene por qué suponer una forma de sobreprotección, al contrario, se trata de respetar necesidades reales y de no inventar un mundo para los niños y niñas donde se premia cualquier cosa y encima con una gominola o se castiga por cualquier motivo. El mundo no funciona así, por tanto puede ser que haya más sensación de burbuja con estas otras opciones mayoritarias donde no se permite elegir en temas básicos cuando luego en la vida real van a tener que tomar decisiones en cada paso que den. En el mundo de los adultos no siempre puede uno o una comprarse todo aquello que se le antoja, eso es otra burbuja.
Pienso que al mundo de los adultos deberíamos llegar con la petición de que nos quisieran y respetaran, incluso con la exigencia de que eso sea así, diría yo. Deberíamos llegar con la lección aprendida de que somos personas valiosas incluso cuando nos equivocamos y merecemos ser tratadas con toda la dignidad posible incluso en los peores momentos. Es difícil que lleguemos así a la edad adulta si desde pequeños se cercenan continuamente estas ideas diciéndole a los niños y niñas que no son valiosos porque no hicieron lo que se esperaba de ellos aunque esto sea subjetivo y dependa del criterio de una persona adulta siendo a veces imposible, para ellos y ellas, saber qué se les pide realmente.
Tratar por todos los medios de dejar fuera de escena las emociones negativas: no llores, no estés triste… no suele permitirnos vivir de manera plena aquello que nos ocurre, es necesario estar triste para comprender plenamente qué es la alegría. Llorar es necesario para desahogar experiencias difíciles que vamos acumulando. Algunas familias desde la crianza respetuosa permitimos a nuestros hijos e hijas sentir la tristeza, llorar con todas las ganas, acompañándolos en todo momento, claro, pero sin reprimirlo, la vida también está hecha de estas cosas, no entiendo que hacer esto sea meterlos en una burbuja.
No creo que criar respetando sea hacer que niños y niñas vivan en una burbuja, creo que implica que vayan tomando conciencia de cuáles son sus necesidades (personales e intransferibles) y vayan aprendiendo a satisfacerlas por sí solos sin la necesidad del aplauso ni de que otras personas les vayan marcando el camino. Para algunas familias esto es la crianza y la educación respetuosa.
Si te interesó este artículo, puede interesarte: Normas y límites en la crianza respetuosa.
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Si es que cada familia debe decidir cómo organiza la vida de la propia familia, nadie mejor para hacerlo. DEcidir es algo que van a tener que hacer todo el tiempo, cuanta más experiencia tengan en este sentido mejores serán las decisiones que tomen, ¿no? Gracias por compartir vuestra experiencia.
Muchas gracias por compartirlo Van MM, me alegro de que cada vez seamos más personas las que vamos en esta línea. Un abrazo.
Me ha llegado mucho tu entrada
Yo también me asombro cuando se meten con la teta (hace poco nos pasó con una alergóloga, se alarmó porque según ella no se puede vivir a base de plátanos y teta, y le dio a mí hijo un chupachups, pero abierto y todo, ni nos miró mientras lo hacía…)
Aunque pienso como tú siempre, se agradece leer esta reflexión que podría ser la mía
Lo comparto porque me ha encantado
hace muy poquito, hablando con mis suegros sobre el hecho de que nuestra hija no va al cole y, en principio, tampoco irà los primeros anyos de primaria, mi suegra dijo que eso le parece hacer de ella la que decide, pero en modo despectivo, en francés se le llama «enfant roi». yo le expliqué que efectivamente ella decide, y si no quiere ir al cole y que nosotros podemos estar con ella a diario, por qué no quedarse en casa y aprender con nosotros? en realidad siempre ha pensado que la dejamos decidir «demasiado», vamos que es ella quien nos manda, sin pensar por un momento en un sistema democràtico a pequenya escala (aunque nosotros siempre valoraremos las posibilidades y/o los riesgos por la trayectoria que nos da la edad y un amplio conocimiento)