La primera vez. El enganche espontáneo del bebé tras el nacimiento. Semana Mundial de la Lactancia Materna.

Como esta sEnganche espontáneo tras el nacimientoemana se celebra la Semana de la Lactancia Materna en España, me gustaría hablaros de nuestra primera vez, del principio de esta relación maravillosa que tenemos mi hija y yo desde hace 22 meses (justo hoy).

Fue en un curso que hice sobre masaje infantil donde me hablaron de esto por primera vez, era un curso dentro del Plan de Formación del Profesorado que nos ofrece la Comunidad de Madrid. Aunque reconozco que lo elegí porque estaba embarazada y porque ya había hecho un curso con esta fantástica profesora y sabía que merecería la pena, Mari de la Paz García Sola, educadora infantil, doula, educadora de masaje infantil y entre otras muchas cosas, madre y una persona muy especial que me abrió las puertas de un mundo fantástico y revelador en el primer curso que hice con ella. Algun@s la conoceréis porque tiene un CD y un libro que se titula «Te acaricio el alma» con canciones para el masaje infantil.

Fue Paz la que nos comentó que después del primer contacto piel con piel del bebé en la barriga de mamá, podíamos dejar que reptara solo hasta el pecho como forma de dejar actuar a la naturaleza y fomentar un mejor afianzamiento en la lactancia. Nos enseñó un vídeo y no pude evitar emocionarme, me pareció tan asombroso ver como un ser tan pequeñito podía tener la fuerza para lograr algo así después de haber realizado un esfuerzo tan grande tras el nacimiento. Hay muchos vídeos en la red, os dejo uno de ellos, no es tan bonito ni tan completo como el que yo vi pero no he sido capaz de encontrar uno mejor.

El parto de Pequeñita fue muy largo, con algunos contratiempos y un final un poco estresante que hizo que yo no disfrutara plenamente de los primeros minutos de mi niña, estaba tan asustada cuando me la pusieron encima que me quedé paralizada, para nada había imaginado vivir así ese momento, imaginaba abrazarla, llorar de la emoción, mirarle a la cara y que ella me mirara la mía… pero el hecho de que al final del expulsivo sintieran que había sufrimiento fetal y de repente encendieran luces, aparecieran dos ginecólogas, encendieran la cuna de reanimación y tras una observación de segundos decidieran cortar por lo sano para que ella saliera sin usar ningún artilugio (al menos eso lo libramos, otras no tuvieron tanta suerte), hizo que cuando me la pusieron encima estuviera bloqueada, recuperándome de aquel susto de muerte que me dieron y sin la iniciativa de moverla para verle los ojos. Sólo podía apretarla suavemente contra mi cuerpo, pero me sentía tan pequeña que no me ví con fuerzas de moverla, así que ahí se quedó encima de mi barriga mirando a su padre que no podía expresar tanta alegría como sentía en ese momento y su cara era una mezcla de admiración, alucine, amor absoluto y yo que sé cuantas cosas más. Y así vi la cara de mi niña por primera vez, en el reflejo de la cara de su padre que demostraba lo increíble que era nuestra hija. Ahora lo pienso y no entiendo mi reacción, pero así fue. Le pedí a su padre que le hiciera una foto para verle la cara de frente. Así que la primera imagen directa que vi de mi niña está inmortalizada. ¿Quién sabe? Una es tan frikie de la fotografía que a lo mejor tenía que ser así, que sé yo.

Lo bueno del hospital donde dí a luz, es que tras ponerla sobre mí, coserme, cortar el cordón (lo cortó su padre con manos temblorosas), operación que duraría unos diez minutos, quizá menos, nos dejaron con una luz tenue dos horas solos allí con nuestro más preciado tesoro. Así que todo esto que os cuento, del alucine, la foto y todo lo que contaré ahora, nos pasó a nosotros solos en aquella habitación donde nació Pequeñita.

Teníamos claro que dejaríamos que ella fuera al pecho por si sola, pero parecía imposible que un ser tan indefenso que llevaba minutos apoyada en mi barriga sin apenas mover más que los ojos pudiera hacer lo que hizo después. Pasado un tiempo que no puedo precisar porque no eran momentos aquellos para contar los minutos, quizá fueron veinte, mi niña empezó a revolverse en mi barriga, a retorcerse, en definitiva a reptar que era lo que esperábamos. Haciendo un gran esfuerzo, se fue arrastrando por mi cuerpo hacia arriba, subiendo por mi cuello. Yo lo único que hacía era facilitarle las cosas apartando mi cara para ver hasta donde iba a subir y ponerle la mano bajo los pies porque ella se impulsaba empujándose con los pies sobre mi barriga. Subió muy arriba, tocando con su cabeza mi barbilla y una vez allí se dejó caer, como rodar hacia el pecho izquierdo, cogiendo el pezón al vuelo. Alucinante es una palabra que no describe ni una mínima parte de la experiencia vivida al verla luchar y pelear de esa forma para llegar a su objetivo. Y que se queda demasiado corta para explicar lo que siente una madre que acaba de dar a luz, cuando su bebé toma el pecho por primera vez y empieza a mamar.

Es verdad que los primeros minutos del nacimiento de mi hija no fueron como esperaba y me da cierta pena porque me parece que es fundamental que los bebés tengan una buena acogida, pero nunca olvidaré aquella experiencia y la sensación de tener su boca en mi pecho mamando. Sé que no es igual para todas las mujeres, me consta que para algunas no es ni agradable. Pero en mi caso, la sensación de satisfacción plena por poder alimentar a mi hija de aquella forma, el hecho de saber que ya estaba ahí, unida a mi de una forma tan primitiva, el hecho de saber que ya estaría conmigo siempre y que ya tenía la responsabilidad y el compromiso absoluto de cuidar y proteger a un ser tan pequeñito e indefenso, que es tu hija y que está ahí porque tú la has traído al mundo, no es algo que se pueda describir plenamente con palabras.

Siempre recordaré el calor de su boquita en mi pezón izquierdo y el respingo que dí cuando empezó a mamar, claro, nunca había sentido algo así. Y ahí si que lloré, todo lo que no había llorado en su nacimiento bloqueada por los nervios y el miedo. Y mientras yo lloraba de la emoción y su padre nos miraba con cara de no poder expresar tanta emoción contenida en el cuerpo, mi niña mamaba y yo sentía que era la mujer más feliz del mundo y que ya nada volvería a ser como antes, porque desde ese mismo momento era «MADRE» y eso es algo que no tiene vuelta atrás, es lo más importante del mundo, la unión de una madre con su hijo o su hija.

¿Has tenido una experiencia similar? ¿Sabías que el bebé podía engancharse al pecho sin ayuda? ¿Te dejaron en tu hospital esos momentos de tranquilidad tras el nacimiento de tu bebé? Te invito a que compartas esta entrada con mamás que estén embarazadas para que tengan la oportunidad de decidir si quieren hacer algo así en caso de que no tengan conocimiento de que es posible. Podría ser algo para incluir en un Plan de parto.

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4 comentarios en “La primera vez. El enganche espontáneo del bebé tras el nacimiento. Semana Mundial de la Lactancia Materna.

  1. La verdad es que creo que se aprovechan un poco de lo sensibles e inseguras que estamos en esos momentos para facilitarse ellos la vida, me refiero al personal sanitario, no dudo que estarán saturados y no dan a basto pero cada nacimiento es único e irrepetible y deberían estar más concienciados, no es una enfermedad como en otros pacientes. Queda mucho por hacer. En tu segundo bebé si te animas, plántate y así podrás vivir esa experiencia y quitarte esa sensación que tienes. En el segundo te pillarán mas segura de ti misma y peleona y podrás reclamar mejor aquello que necesites. Un abrazo fuerte.

  2. Que envidia sana me das. Yo había leído que eso ocurría y mi matrona también nos lo había contado. Además se supone que en el hospital donde di a luz el tema del contacto piel con piel lo respetan bastante pero en mi caso no fue así. No se si seria porque estaban algo saturadas o que, ya que ese día parece que nacieron bastantes bebés. El caso es que a mi me pusieron a mi niña nada más salir encima, mientras me cosian, expulsaba la placenta… Fue algo que no se puede explicar con palabras. Su calor, sus ojos al mirarme… Sólo me la quitaron un momento para pesarla y cambiarme el camisón ya que me hizo caca encima. Hasta ahí todo bien, pero al terminar de coserme se dispusieron a subirnos a la habitación. No había pasado mucho tiempo desde que la peque nació y aún no se había agarrado al pecho y en vez de dejarmela encima, como me habían preguntado si quería dar el pecho, me la pusieron Tumbada a mi lado y básicamente la obligaron a coger la teta. Cada vez que lo pienso me arrepiento un montón de haberles dejado hacer eso y no haber seguido con mi pequeña Tumbada encima. Me da mucha pena no haberle visto hacer eso y haberme perdido esa experiencia. Tiene que ser maravillosa.

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