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Hace unos días escuchaba en las noticias que los trastornos de salud mental en niños, niñas, adolescentes y jóvenes habían aumentado considerablemente durante la pandemia, esta noticia me desconcertó. Y la verdad es que aunque los datos son alarmantes y deberían ser atajados con urgencia, mucho me temo que ya estaban ahí antes de que llegara el virus a nuestras vidas. Me puse a investigar un poco y me di cuenta de que en la mayoría de los casos no era más que un titular, cuando lees el cuerpo de las noticias o los informes que hablan de este tema te das cuenta de que la pandemia xxxxxxxno es más que un reclamo, puro marketing. Aunque nos encanta culpar de todo al dichoso virus supongo que porque así nadie es responsable de nuestras desgracias, los problemas de salud mental estaban ahí mucho antes de que llegara la Covid. De todo esto ya os hablé en pleno confinamiento, os dejo enlace al post donde os hablaba de como la pandemia se convierte en un chivo expiatorio responsable de todas nuestras desgracias.
En una publicación de UNICEF titulada: 6 efectos de la pandemia en la salud mental de adolescentes y jóvenes, puede leerse textualmente: «La pandemia de COVID-19 ha generado preocupaciones sobre la salud mental de una generación de niños y niñas. Pero la pandemia puede representar la punta de un iceberg de salud mental, un iceberg que hemos ignorado durante demasiado tiempo».
Podemos encontrar noticias del año 2021 donde se alertaba a los poderes públicos de la importancia de destinar recursos a la salud mental de niños, niñas y adolescentes con motivo de la pandemia pero en ellas, os incluyo un ejemplo, puede leerse lo siguiente: «Dos de cada diez adolescentes españoles entre 10 y 19 años padecían problemas de salud mental en 2019, el porcentaje más elevado de los 33 países europeos analizados por Unicef».
En la Encuesta Nacional de Salud, ENSE en 2017, podíamos leer: «El 10,7% de la población de 0 y más años consume tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir (13,9% en mujeres y 7,4% de los hombres), y el 5,6% de la población de 15 y más años toma antidepresivos o estimulantes (7,9% de las mujeres y 3,2% de los hombres)».
En esta gráfica extraída de otro informe de UNICEF, se puede ver que la cuarta causa de muerte en adolescentes entre los 15 y los 18 años es el suicidio, este dato es de 2019 cuando aún no podíamos imaginar lo que nos vendría después.
También en 2019, se publicaban noticias que alarmaban de los trastornos alimentarios en las y los más jóvenes, en esta noticia de la Vanguardia comentan: «Alrededor de 400.000 personas padecen en España algún trastorno de la conducta alimentaria (TCA), de los que 300.000 son chicos y chicas de entre 12 y 24 años, siendo la tercera causa de enfermedad crónica en la adolescencia, según datos de la Fundación Fita y de la Asociación española para el estudio de estos trastornos».
En fin, así podríamos estar horas, la información está ahí y se pueden analizar los datos, os he incluido enlaces de todo aquello que comento para que podáis verlo por vosotras mismas. No dudo que la pandemia haya agravado en gran medida la situación, pero que la salud mental de niños, niñas y adolescentes en nuestro país, estaba resentida antes de la pandemia es un hecho. Y que seguimos sin dotar de los recursos necesarios para abordarla, desafortunadamente es otro hecho constatado, no hay más que revisar otra vez las necesidades y el número de profesionales que existen para atenderlas, lo que supone listas de espera interminables.
Un hecho es también que la ciudadanía cada vez más, opta por la contratación de seguros de salud privados. Y en el caso de la salud mental de las y los más pequeños, muchas son las familias que por estos motivos y otros de salud general han contratado ya un seguro médico infantil porque esperar meses para una consulta de una persona adulta es tremendo pero si estamos hablando de niños y niñas que están en momentos fundamentales de su existencia, se convierte en una catástrofe. La infancia no vuelve, son muy pocos años y hay que cuidarlos con mimo para que las bases de la existencia se establezcan en las mejores condiciones.
¿Cuáles son las causas de la maltrecha salud mental de los menores si no es la pandemia?
Para mí, el principal problema es la manera en la que estamos acompañando a nuestros niños y niñas, en un primer momento y después también en etapas posteriores. No olvidemos que los orígenes de muchas de las problemáticas que presentan las personas en todas las etapas de su vida, provienen de la infancia. Y resulta que esta etapa no la estamos cuidando como se merece. Como mucho, la parcheamos, presumimos de que nos importa, colocamos recursos que parece que apoyan, pero en esencia, lo que hay muchas veces es improvisación y carencia, al menos así lo percibo yo.
Estos recursos que atienden a la infancia además de ser en muchas ocasiones insuficientes, no siempre se centran en las necesidades reales que niños y niñas tienen, más bien nos centramos en cubrir las que tenemos las personas adultas que los tenemos a nuestro cargo y que en este sistema de vida loco que hemos montado difícilmente vamos a poder cubrir. Así desatendemos las de la primera etapa y también las de las posteriores. La infancia no está reconocida como merece, por eso las bajas maternales no cubren ni un primer periodo razonable de dependencia absoluta en nuestras crías, las más indefensas del reino animal. No se respeta la exterogestación, aunque muchos estudios hablen de ella como periodo necesario. No se respeta que son lactantes el primer año de vida y que lo natural es la leche materna, aunque por supuesto sustituirla por leche de fórmula es una opción, un deseo o una necesidad de las familias y sus circunstancias, diferentes en casa caso. No se respeta que son seres altriciales. Y así nos encontramos con que, como pasó en otros momentos de la historia, tratamos a niños y niñas como pequeñas personas adultas desatendiendo sus peculiaridades y necesidades reales.
Me atrevo a decir que el sistema educativo tampoco atiende siempre las demandas de esta etapa. Nos encontramos muchas veces con que se marcan los ritmos de clase en base a aquel alumnado que avanza sin dificultades sin darnos cuenta de que este avanza solo y con ello, vamos dejando en la cuneta a tantas y tantos chicos que necesitan la atención de sus docentes. Y ya he comentado antes por aquí que incluso estos y estas que se adaptan al sistema siguiendo sus dictados al dedillo y parecen ser las y los adaptados lo hacen soportando sobre sus hombros una gran carga y mucho sufrimiento y también, en muchos casos, problemas de salud mental. El sistema educativo no respeta ni vacaciones ni fiestas de guardar en cuanto a tareas y obligaciones escolares se refiere. No entiende que la infancia tiene un derecho fundamental que es el del juego que debe respetarse todos y cada uno de sus días al margen de exámenes y deberes varios.
Las familias no ayudamos mucho sumando a esta carga de por sí pesada, toda una serie de extraescolares aunque en muchas ocasiones sean una solución a la conciliación familiar, dado que el mercado laboral tampoco contempla las necesidades de las y los que serán sus futuros trabajadores y trabajadoras.
Con la sanidad ocurre lo mismo, ya lo anticipábamos antes, antes de la pandemia no había recursos suficientes para cubrir las demandas que existían en la población infantojuvenil, lo recogen algunos de los informes y artículos que os he compartido al principio. Con la pandemia, esto no ha hecho más que acrecentarse.
Así vemos como les falla la sanidad, la educación, el mercado laboral del que forman parte sus familias, les fallan sus propias familias que tienen la obligación de informarse pero no tienen tiempo o no tienen recursos para hacerlo, y también les fallan los Servicios Sociales ofreciendo soluciones rocambolescas a sus problemas en muchas ocasiones. Y esta realidad que estoy describiendo ya estaba ahí antes de la pandemia. Estoy generalizando, soy consciente, pero creo que no me equivoco si afirmo que todo esto que os describo es algo que os sonará familiar a muchas de las personas que me leéis porque no es algo excepcional, más bien todo lo contrario.
Hemos encontrado un chivo expiatorio estupendo que nos permite quitarnos responsabilidades, la pandemia. Pero como os decía, no creo que sea el motivo, como mucho, ha dejado al descubierto las carencias que teníamos antes de que llegara. Mientras no tomemos conciencia y actuemos de manera responsable en esta situación, los porcentajes de incidencia pueden seguir subiendo, ojalá me equivoque, pero es lo que temo. Urge que tomemos medidas, nuestros niños, niñas y adolescentes lo merecen. Y que nadie olvide que son el futuro de nuestra sociedad con lo que esto supone.
En tu caso, ¿sientes que la pandemia ha generado problemas de salud mental en tus hijos e hijas? ¿Consideras como yo que los datos anteriores a la pandemia ya eran alarmantes? ¿Qué se te ocurre que podríamos hacer para apoyar a los menores para que cambien los datos sobre este tema? Te espero en los comentarios.
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