El fin de semana vino un amigo a casa con su niño, cuando vió que teníamos un recipiente con lentejas para que Pequeñita jugara se quedó muy sorprendido. Estoy segura que pensó, «esta es otra locura de las suyas». Lo bueno es que hay confianza y me preguntó por qué le había preparado eso para jugar.
No me había planteado que hubiera que explicarlo, me había limitado a compartir con vosotras (personas que me leéis) nuestra bandeja sensorial, dando por hecho que era obvio por qué podíamos usar un recurso así. Pero claro, esto es mi trabajo, cada uno sabe de lo suyo, mi amigo tiene un puesto ejecutivo en una multinacional dirigiendo un equipo de personas y de lo que él hace yo no tengo ni idea. «Cada maestrillo tiene su librillo», dicen en mi tierra.
Aunque muchas de las que pasais por aquí, sabéis mucho de esto, explico hoy de manera informal por qué puede ser bueno jugar con lentejas y otro tipo de recursos por si tenéis cerca a alguien a quien pueda servirle o por si no os habéis animado aún a preparar vuestra bandeja, os garantizo que será un éxito y más si nunca tuvieron una, la novedad siempre triunfa con las y los pequeños.
¿Por qué es bueno jugar con lentejas?
Es un material que permite experimentar: tocar, coger, dejar caer, esconder, mover… Sólo por esto ya es una buena opción, nuestros hijos e hijas se desarrollan en base a la experimentación. Sin ella, hay avances pero menos y limitamos sus posibilidades.
Es una sensación agradable que difícilmente se puede obtener de otra manera, si no que se lo pregunten a Amelie. Y si fuera desagradable para alguien, que sobre gustos no hay nada escrito, pues tampoco está de más saber que eso no les gusta, el caso es que vayan descubriendo.
Jugar con objetos pequeños favorece el desarrollo de la psicomotricidad fina que permite ir ganando en armonía en los movimientos finos y prepara las manos para la escritura y la utilización de todo tipo de utensilios.
Genera estimulación al contacto con las manos (el desarrollo táctil es fundamental en la etapa infantil), estimula la vista (se observa qué ocurre al moverlo, cómo cae, qué forma tiene…), el oído (suena o no suena, cómo…). Todo estímulo en estas primeras edades genera conexiones neuronales. Las células de nuestro cerebro están ahí, nacemos con ellas pero de poco sirven si no van uniéndose unas con otras formando redes. De hecho las que no se conexionan van desapareciendo o quedan inactivas a medida que van pasando los períodos críticos, hay desarrollos que tienen fecha y si no ocurren en esos momentos es probable que se generen con carencias o que no lleguen. De esto os hablé en: Nuestros niños y nuestras niñas buscan el cemento para sentirse seguros.
Las conexiones nerviosas suponen aprendizajes que se van asentando con la experiencia y permiten que sobre ellos vayan apoyándose otros nuevos. Cuantos más de estos aprendizajes (que suponen cambios cerebrales) desarrollen nuestros niños y niñas, siempre que sea de manera natural, alrededor de un juego, sin sobrecargar, de manera voluntaria, con tranquilidad… Más posibilidades de nuevos aprendizajes generamos.
Os cuento dos ejemplos que le pongo a mis alumnas en clase:
A. Les pregunto si el cristal estará frío o caliente y si es rugoso o liso. Teniendo en cuenta que estamos en otoño cuando empieza el curso, podéis suponer que me dicen que está frío y es liso. «¿Por qué lo sabéis si no lo habéis tocado? Pues porque lo sabemos», me dicen algunas veces. Lo saben porque en otras ocasiones (no en una, en varias) han tocado un cristal, las veces suficientes como para saber que estará frío y si es verano y le da el sol, estará caliente y eso sin necesidad de tocarlo en cada momento, el tiempo para hacer eso fue otro, idealmente la infancia.
B. Luego, coloco en una mesa de clase un bolígrafo y un estuche, pido una persona voluntaria y le digo que haga el gesto de coger el boli pero sin cogerlo, luego igual para el estuche. Resulta que la colocación de sus dedos y su mano no es la misma en los dos casos. «¿Por qué», pregunto. Sabe por experiencia como tiene que cogerlo porque ha cogido cosas de similares tamaños muchas veces.
En ambos casos, sin experiencia, que es lo que le ocurre a las niñas y los niños más pequeños, las cosas serían de otra manera, tendrían que tocar el cristal para decirnos cómo está y tenderían a coger las dos cosas igual corrigiendo por ensayo y error sobre la marcha hasta dar con la postura de la mano adecuada, a veces en un intento, a veces en varios meses, dependiendo de la edad que tengan.
Parece obvio entonces que si hay más experimentación y hay muchos de esos pequeños aprendizajes que ya están adquiridos, se pueden usar los recursos para seguir aprendiendo otras cosas nuevas. Eso favorece que haya mayor desarrollo, ¿es lógico, no?
Pensad en la siguiente situación, una habitación llena de estímulos, texturas, luces, objetos de diferentes tamaños. Entran en esa habitación dos niños, uno con una buena estimulación acostumbrado a jugar con estimulaciones diversas y otro que apenas ha sido estimulado, al que no han dado muchas posibilidades de manipular objetos diversos. Entran en la habitación y les dejamos un tiempo. Ambos tienen la misma edad y están muy motivados para disfrutar de la experiencia. Cuando salgan de la habitación, si pudiéramos medir la cantidad de aprendizaje que ha obtenido cada uno, ¿quién sería aventajado? Ya sé que intervienen múltiples factores, no vale sacar puntilla (aunque seguro que yo lo haría). Es muy probable que en igualdad de condiciones para todo lo demás, el primero haya sacado más jugo a la experiencia porque traía conocimientos previos, no ha tenido que empezar de cero, había materiales que ya sabía como iban a funcionar y habrá podido centrarse en los nuevos, en los que no conocía, por eso creo que tendrá ventaja sobre el segundo.
¿Pero realmente jugar con lentejas le servirá para algo en la vida?
No fue exactamente así, pero de alguna manera, mi amigo que aún estaba procesando mi explicación sobre las conexiones nerviosas, me planteaba que jugar con lentejas no parecía servir para algo concreto el día de mañana. Pero resulta que las redes neuronales que se van creando, se ponen en funcionamiento continuamente para múltiples tareas que aparenten no tener conexión ninguna. (de aquí debe venir esta expresión, nunca lo había pensado). Cuantas más conexiones, más posibilidades de encontrar soluciones a los problemas (esto significa más inteligencia), de aprovechar las experiencias a tope (como veíamos en el último ejemplo), de centrarnos en lo que nos apetezca porque haya aspectos que ya tengamos controlados (cuando vamos a un sitio y todo es nuevo es difícil que podamos controlarlo todo). Y además, es que yo no sé a qué se va a dedicar mi hija, no sé si va a ser artista y le puede venir bien controlar materiales diversos o si va a ser ingeniera y necesite manejar medidas y pesos de todo tipo de materias, si va a ser hortelana o vendedora de verduras y por la experiencia va a poder elegir las mejores lentejas para sus clientes, yo que sé… Entended que son ejemplos un poco forzados.
Como no sabemos que experimentaciones les van a ser más útiles, podemos ofrecerles todas las que se nos vayan ocurriendo y que vayan descubriendo dejándoles libertad para sentir, tocar, coger, levantar, tirar…
Lo que no va bien.
Cuando se habla de dejar experimentar, es fundamental que haya libertad para hacerlo. Se ofrece un estímulo en un entorno seguro y se permite al niño o a la niña que haga lo que quiera. Cada cerebro funciona de una manera, esa es una de las asignaturas pendientes del Sistema Educativo. Cuando las personas adultas observamos el juego de un niño, es fácil que tendamos a intervenir porque entran en marcha nuestros esquemas mentales (nuestras propias conexiones): «no se le ha ocurrido que puede hacer esto» y no se le va a ocurrir porque si tú se lo dices antes de que se le ocurra, no tendrá opción; «le voy a facilitar», pero ningún camino fácil lleva a un lugar interesante, es mejor que lleguen ellos y ellas por sus propios caminos, así se construyen los aprendizajes duraderos. Lo demás es imitar, repetir, suele ser aburrido, no genera interés y no compensa. Dejar libertad implica también respetar que habrá ocasiones en que no mostrarán interés o que no les apetecerá experimentar.
La historia es que cada persona a nivel cerebral, funciona de una manera y llega al mismo sitio por caminos diferentes, hay que permitir que cada uno construya sus propias rutas basadas en sus criterios, intereses y motivaciones para que luego pueda ir a buscar la información cuando la necesite, para que se guarde o se conecte asociado a emociones positivas y eso genere la necesidad de volver a repetirlo.
Es importante no volverse loco, no someter a los niños y las niñas a un exceso de estimulación, no sobrecargar sus mentes y sus tiempos. Esto puede producir el efecto contrario, no hay verdaderos aprendizajes, las ideas se entremezclan en una especie de caos cognitivo, se pueden generar problemas de atención porque se activen a la vez muchas zonas distintas enlazadas sin armonía. Hay un texto que habla la sobreestimulación, os lo dejo aquí.
Cuando compartimos nuestra bandeja sensorial no pensé que fuera interesante comentar también todos estos beneficios, lo di por supuesto, pero nunca está de más recordar o escuchar nuevas ideas, ¿no? Las lentejas son solo un ejemplo de lo que se puede utilizar en este sentido, en el post puedes encontrar otras opciones. ¿Usáis lentejas u otros materiales similares? ¿Tenéis mesa o bandeja sensorial?
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Como siempre, esto va a depender de los niños y las niñas de tu aula. Hay que observar de cerca una actividad con legumbres en niños y niñas pequeños porque si a alguno se le ocurre introducirse una en la nariz o en el oído es muy peligroso. Con la humedad pueden germinar y eso sería un problema, como encima germinan tiempo después puede ser que ni nos acordemos de que puede ser esto lo que está pasando. NO conozco ningún caso en persona, digo esto porque vi un capítulo de House en el que pasaba, entiendo que puede ocurrir, no sé si alguien que nos lea nos puede aclarar las posibilidades de que esto pase. Mientras tanto te diría que si podéis observar bien este momento, se podría. El problema para mí en las aulas de infantil siempre son las ratios que no nos permiten acompañar como debiéramos y pueden surgir riesgos que se evitarían con menos niños y niñas o más miradas. Espero haberte ayudado con mi respuesta. Un abrazo grande.
Buenos días,
usar las lentejas en menores de 2-3 años, para que experimenten, sería seguro presentárselas en un aula infantil, en un rincón sensorial??
Hola Yoli, la bandeja depende un poco de tu peque, de las cosas que le gustan, de lo que puede comer y no, como con esta edad se llevan todo a la boca, te recomiendo que todo lo que lleve tu bandeja sea comestible, podría estar bien el arenero de pan rayado: http://lamamadepequenita.com/trece-actividades-caseras-y-dos-de-exterior-de-uno-a-tres-anos/ Y objetos que pueda llevarse a la boca sin peligro. Las legumbres las puedes probar si estás muy pendiente pero creo que es pronto y que vas a estar más pendiente de cortarle el juego que de dejar que experimente. Un abrazo.
Me ha encantado el post.Mi duda es como adecuar la bandeja sensorial a las edades
Mi hija tiene 9 meses.Gracias
Al final, en lo sencillo y cotidiano están las grandes ideas.
Yo también soy de las que recurro a macarrones, garbanzos, arroz… No hay masa como manipular para experimentar sensaciones. Es una versión «casera» de arena de playa pero que podemos realizar en casa.
Rebeca, escríbeme a lamamadepequenita@gmail.com. Gracias por seguir el blog, es un honor. Un abrazo.
Hola, felicidades xq siempre nos ofreces artículos muy interesantes. Quería preguntarte sobre un tema en particular, no se si es el lugaradecuado. Si no lo es, donde podría hacerte una consulta o la petición de un tema?
Gracias!!