Fue el pasado noviembre, hace casi un año, cuando tuve la oportunidad de escuchar a la gran Catherine L´Ecuyer en las Jornadas de Crianza Respetuosa, Maternidad y Paternidad de Rivas. Sabéis que suelo publicar estas notas mías con mucho retraso pero al final las comparto, por aquello de más vale tarde que nunca.
Me encanta esta mujer y su planteamiento de Educar en el asombro, así que cuando me enteré de que venía a Rivas para hablar de este tema y podía escucharla en directo, me puse tan contenta. Os garantizo que la experiencia no pudo ser mejor. Esta mujer plantea su discurso educativo, entre otros pilares, en el concepto de belleza profunda y la verdad es que escucharla y ver la presentación que traía preparada fue realmente bello. Os cuento todo lo que aprendí. Como siempre os comparto mis notas de lo que ella contó con mi interpretación de las mismas.
Empezó explicando que cuando niños y niñas plantean interrogantes como: ¿por qué las estrellas no son azules? No siempre quieren una explicación, a veces, simplemente se están asombrando. Ella plantea que el asombro no es una emoción, sino más bien un pensamiento metafísico, algo más profundo que una mera pregunta sobre algo que no entienden.
Los niños y las niñas se asombran porque no conocen el mundo en el que viven, todo es nuevo para ellos y ellas. Pero no solo se sorprenden por esta novedad, pues no solo lo hacen la primera vez que ven algo. Niños y niñas tienen la capacidad de ver las cosas como si fuera la primera vez, una y otra vez. El asombro también es curiosidad. Y Santo Tomás de Aquino decía que era un deseo para el conocimiento, una motivación.
Catherine siente que cuando se dice que las y los más pequeños no aprenden al ritmo que se espera de ellos es porque se han adelantado los aprendizajes. Cuando esto ocurre, no se está respetando el asombro.
¿Qué podemos hacer para respetar el asombro?
En términos de L´Ecuyer, hay una serie de cosas que podemos hacer para respetar el asombro:
«No dar nada por supuesto, vivir todo como un regalo pues el asombro se relaciona con el agradecimiento».
- Respetar el silencio y la reflexión de niños y niñas
- No pedirles que memoricen de manera conductista, robotizada, con un patrón repetitivo. Es importante memorizar y repetir pero no de la manera en que se plantea en ocasiones
- No plantear que las cosas son de una determinada manera «porque lo digo yo», mejor dar argumentos razonables
- Respetar sus ritmos, tiene capacidad para vivir el momento presente, no necesitan mindfullness, esa es una necesidad adulta
- No dar nada por supuesto, vivir todo como un regalo pues el asombro se relaciona con el agradecimiento
¿Cómo influyen los contenidos audiovisuales en el asombro?
Su argumentación en este sentido, la apoyó en las investigaciones de Dimitri Christakis, pediatra e investigador que ha realizado numerosos estudios sobre niños y pantallas. Él comprueba que las imágenes que perciben niños y niñas en las pantallas (televisión, tablet, móvil…) presentan 7,5 cambios abruptos de imagen por minuto. Después de un ritmo tan vertiginoso, cuando van a una granja y ven que los animales no se mueven, todo ocurre lentamente y apenas pasa nada en un minuto, se aburren. Les cuesta ajustarse a la realidad porque están sobreexpuestos a imágenes en los dibujos. El estímulo visual es rápido y la realidad es lenta, en ella hay que esperar, en los dibujos no. Además tenemos estudios que aseguran que entre los cero y los tres años, una hora más de televisión (léase pantallas de todo tipo) aumenta en un 10% los problemas de atención, así lo manifestó Catherine.
Respetar las etapas de la infancia
Recordé que os debía estas notas, al leer un artículo de Catherine que me encantó: «Cómo estamos matando la infancia de nuestros hijos» y compartí en redes sociales. En él, la autora explica cómo nos estamos cargando la infancia, cómo la sexualizamos. De esto último ya hablamos por aquí antes, os dejo también el post por si queréis leerlo.
Es importante que no adelantemos las etapas de desarrollo de niños y niñas. Tal y como explica Catherine en el artículo anterior, adelantamos la pubertad acortando la infancia y ampliando el período de la adolescencia sin haber establecido unas bases adecuadas en los primeros años de la vida. Niños y niñas viven vidas similares a las de las personas adultas que les rodean, escuchan música de adultos, visten como adultos y tienen jornadas «esco-laborales» más largas que sus progenitores para hacer posible la conciliación. Aún no sabemos cuáles son las consecuencias a largo plazo, pero a corto y medio plazo ya se empiezan a ver señales que no auspician nada bueno.
Cómo el consumismo puede acabar con el asombro
Con el consumismo, el niño o la niña dan por supuesto el mundo. El asombro implica no dar nada por supuesto. Cuando un niño tiene todo antes de pedirlo, da por supuesto que puede hacer lo que le da la gana porque al margen de su compromiso, tendrá lo que quiera igualmente.
Saturamos los sentidos con el exceso de regalos. Estos excesos hacen que dejemos de sentir. Los objetos materiales no permiten captar las cosas bellas de la vida, anulan la empatía, la capacidad de percibir los pequeños detalles, según L´Ecuyer. El consumismo unido con el exceso de exposición a las pantallas no permiten captar ese tipo de estímulos porque no tienen tanto ritmo como esas otras cosas creadas para ellos y ellas.
Las rutinas y el asombro
El asombro es lo que da sentido a la rutina. Las rutinas en la escuela pueden permitir que niños y niñas sientan seguridad y orden. A pesar de esto, no siempre las rutinas son positivas. Es importante diferenciar entre rutina y ritual que se relaciona con el sentido que tiene aquello que se hace.
El ritual es una rutina humanizada que se hace normalmente con una persona a la que se quiere. Las y los más pequeños no se asombran solos, normalmente el asombro va acompañado de frases del tipo: «¡mira, mamá!» o «mira, papá». De esta manera, triangulan entre el mundo que descubren y la persona adulta de referencia que, con su mirada, les ayudan a entender qué es lo que está ocurriendo. La respuesta que dan las personas de referencia condiciona la conducta y la interpretación que hace del mundo el niño o la niña. Si cogen un caracol y esta persona dice algo así como: «qué asco, está sucio», seguramente, el niño tirará el caracol y dejará de explorar. Si por el contrario, se da un feedback positivo ante el caracol: «¡qué chulo!», el niño seguirá explorando y asombrándose con aquello, pudiendo llevarlo a casa o incluso criando caracoles con el aprendizaje que esto puede conllevar.
Cuando los niños y las niñas se enfrentan a una experiencia nueva, es habitual que observen la conducta de las personas adultas que les rodean buscando una posible interpretación de lo que está ocurriendo, la conducta de esa persona les muestra el significado de aquel suceso, por eso son tan importantes las respuestas que ofrecemos en todo momento con nuestra mirada, nuestro gesto, las palabras…
El asombro lo suscita la belleza
Esta es la parte que más me gustó de su discurso, me pareció precioso escucharle hablar de la belleza con esa sensibilidad que esta mujer transmite cuando habla o plantea sus teorías por escrito.
Ella dice que la belleza profunda no está sujeta a cambios como sí lo está la belleza estética. Platón decía que «la belleza es la expresión visible de la verdad y la bondad». Con esta idea de base, ¿qué es entonces la belleza para un niño o una niña? Seguramente, todo aquello que respeta la verdad y la bondad de su naturaleza, sus ritmos, su inocencia… En definitiva, bello es todo lo que respete sus necesidades. De esta forma, podríamos hablar del feísmo como la ausencia de belleza y diríamos que es feo todo aquello que no respeta la naturaleza de niños y niñas.
Para poder sintonizar con la belleza necesitamos grandes dosis de sensibilidad, esto es clave. Sensibilidad que permita captar cuáles son esas necesidades por parte de las personas adultas que son importantes y también la propia del niño o niña. Todas las personas estamos rodeadas de belleza pero no siempre somos capaces de verla porque nuestros sentidos están embotados. Sobre este tema, hay estudios que demuestran que adolescentes que juegan habitualmente a video-juegos violentos tienen menos capacidad para reconocer expresiones positivas en rostros reales. Hasta ese punto se paraliza la capacidad de percibir.
En la actualidad, existe toda una cultura del feísmo dirigida a niños y niñas, campañas y productos que muestran desdén por las cosas bellas y que se relaciona con el cinismo que sería el concepto antagónico al asombro. Al principio decíamos que el asombro suponía un agradecimiento ante la vida y el cinismo se podría relacionar en estos términos con el desagradecimiento. Muchos de los juguetes que se crean para ellos y ellas no se relacionan para nada con las necesidades que tienen, estoy pensando en todos esos juguetes con luces, sonidos estridentes y música electrónica dirigidos a bebés o las famosas Bratz con sus terribles maquillajes en manos de niños y niñas muy pequeños, por citar algunos ejemplos.
¿Por qué se sienten atraídos niños y niñas por esta cultura del feísmo que les rodea y que no responde a sus necesidades más básicas? Pues porque está rodeado de misterio. Un misterio implica que se puede entender una parte de él pero no entenderse del todo. El misterio supone una posibilidad de aprender aquello que no se sabe aún y el asombro supone el deseo de aprenderlo. Cuando algo entra en el corazón de un niño o una niña, es difícil desplazarlo de él o ella. Esto ocurre con las necesidades secundarias o creadas que presentan la mayoría de ellos y ellas: juguetes innecesarios, golosinas, dibujos animados… Una vez que entran en sus vidas, es muy difícil sacarlos.
¿Cómo será la adolescencia si protegemos el asombro?
Habitualmente, en mis talleres, planteo la necesidad de cuidar la primera infancia como una forma de garantizar una adolescencia menos conflictiva. Me gustó que para finalizar Catherine L´Ecuyer nos mostrara una presentación donde predecía qué pasaría si nuestros niños y niñas no perdían la capacidad de asombrarse al llegar a la adolescencia. No sé que pensáis pero yo firmaría ahora mismo porque mi hija cuando fuera adolescente fuese de capaz de mantener todo lo que os planteo a continuación.
En términos de Catherine, si mantenemos el asombro, tendremos adolescentes que:
- Sabrán contemplar
- Actuarán con corrección
- Serán capaces de automotivarse
- Serán personas generosas y humanas con sus semejantes
- Disfrutarán del momento, no estarán continuamente buscando emociones o experiencias nuevas
- Tendrán sensibilidad para percibir la belleza
Yo lo tengo claro, en mi forma de acompañar a mi hija, trato de que ella pueda seguir asombrándose con las cosas bellas, con los pequeños detalles, intento evitar el feísmo en la medida de mis posibilidades, aunque cada vez sea más difícil y respiro aliviada cuando mi hija dice: «mira, mamá». Ahora estoy recordando un día que fuimos con su abuela a buscar caracoles por la noche con linternas, cada vez que encontraba uno gritaba: «¡mira!», como si fuera un gran acontecimiento. Ojalá no pierda esta capacidad nunca. Yo siento que, a pesar de todo, no la he perdido y agradezco cada día el hecho de que en mi vida no me hayan cercenado la capacidad de asombrarme después de tantos años por todas las cosas buenas que esta capacidad me aporta cada día.
¿Conocías el punto de vista de Catherine L´Ecuyer? ¿Qué te parecen estas reflexiones de la autora? Será un placer leerte en comentarios. Y ya sabes, si te gustó y crees que puede ser interesante para otras personas, no te olvides de compartirlo. Muchas gracias.
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2 comentarios en “¿Qué es el asombro en la infancia? Por Catherine L´Ecuyer”