Hay muchas tareas de la casa que tienes pendientes, llevas días intentando hacerlas pero no encuentras el momento, tienes pendiente una cosa del trabajo que no era urgente pero ya empieza a serlo, un sinfín de correos sin mirar en tu bandeja de entrada que empieza a saturarse y temes que entre los cientos de mensajes publicitarios puedas estar perdiéndote algo importante, un par de llamadas a amigas pendientes sin hacer, hace tanto tiempo que no ves a algunos o algunas de tus amigas que temes haberlos perdido para siempre y mientras piensas en todo esto, te das cuenta de que no hay naranjas para el zumo de mañana o que no tienes ni idea de qué comeréis al día siguiente.
¿Te suena familiar? Este es un ejemplo, tengo cientos de ellos con contenidos diferentes. Soy capaz de plantearte otro.
Necesitas un corte de pelo urgentemente, tu flequillo empieza a taparte los ojos y estás tan incómoda que terminas peinándote como si estuvieras haciendo la limpieza general de un edificio de oficinas tras una obra, es cómodo pero nada estético, por no hablar de tus cejas, seguramente aquello ya es incontrolable, la ropa para planchar se amontona en una caja, armario, cesto… hace semanas, ya no hay forma de poner aquello al día, tienes pendiente hacer unas compras antes de las vacaciones pero no encuentras el momento, te matriculaste en un curso pero no tienes ni idea de cómo vas a sacarlo adelante…
Así podría estar horas y horas, contando cosas y cosas que se amontonan, que se quedan pendientes, tareas que no se hacen, cosas que se pierden porque no están en su sitio o porque tu hijo o tu hija decidió que había un lugar mejor, proyectos que no empiezan porque uno no encuentra el momento de concentrarse…
¡Bienvenida a la maternidad! Nadie nos habló de esto antes de ser madres y si nos hablaron, que en muchos casos lo hicieron, amigas que justificaban no llamarnos en meses con que ser madre era muy complicado, no le dimos importancia y nos pareció fatal que no lo hicieran, pensábamos: «no puede ser para tanto, un ratito para llamar saca cualquiera». ¡Ay, incrédulas! Ahora sabes que no hay ratitos, que mientras conduces de un lado a otro de la ciudad para ir a una actividad extraescolar, a un teatro o al médico, estás haciendo mentalmente la compra o cantando una canción intentando que tu bebé deje de llorar o lamentándote pensando en la infinita lista de tareas que tienes pendiente y que no sabes cuando podrás hacer. No es fácil encontrar un ratito para llamar, con sobrevivir muchos días es más que suficiente.
Esto es un estado habitual que debe durar, ¿cuánto? ¿Diez años? ¿Quince? ¿Toda la vida? Ojalá sean sólo cinco o seis, yo aún no lo sé, las mamás veteranas podrán decirnos. Lo que te decía, aunque esto sea un estado habitual, hay momentos de sobrecarga, una visita familiar que te obliga a tener la casa más limpia o recogida, un fin de trimestre en mi caso donde hay que corregir cientos de trabajos, exámenes…, el final de un proyecto en el trabajo o simplemente, un momento de debilidad que lo tiene cualquiera y saltan todas las alarmas.
Solemos sentir que es precisamente cuando peor estamos cuando más difícil nos lo ponen nuestras criaturas y solemos sentirlo porque efectivamente, es así. Pero no es que tengan un plan maquiavélico para arruinarnos la vida o que disfruten poniéndonos al límite como forma de juego sádico, ¡ROTUNDAMENTE NO! Sobre todo si tu hijo o tu hija tiene menos de cuatro años. Generalmente, un niño menor de esa edad no tiene capacidad para manipularnos. ¡Y un cuerno! Estará diciendo o pensando ahora más de una, (algunas estarán pensando cosas mucho peores, me consta), pero es que no tienen capacidad mental para hacerlo, insisto, ¿no te lo crees? Aquí te lo explico.
Entonces, ¿cómo explicas que cuando más necesitamos su colaboración es cuando más protestan, más dicen que no, más pegas nos ponen a todo? Sencillamente notan nuestros estados de ánimo, notan que estamos tratando de aparcarlos todo el rato para hacer esas tareas pendientes y entonces es cuando más nos piden, cada una a su forma, que juguemos con ellos, que durmamos con ellas, que les acompañemos… Son hipersensibles a nuestros cambios de humor, a nuestras angustias y como seres egocéntricos (que no egoístas, eso viene luego) que son y sin capacidad de empatía hasta los siete u ocho años, no tienen capacidad para comprender que estamos fatal, que necesitamos un poco de cancha, de tiempo. Nosotras sabemos que los queremos igual aunque no les hagamos el mismo caso, pero ellos y ellas no y luchan con todas las estrategias que tienen a su alcance por asegurarse su atención, su cariño, su tiempo con nosotras. Esto que cuento, lo notan incluso los bebés más pequeñitos a través del diálogo tónico, de esto te hablaba aquí.
En esta situación, doy por supuesto, que o no se tiene pareja o si se tiene, está haciendo todo lo que está en su mano por avanzar tareas pendientes, atender a los niños siempre que puede para dejarte tiempos libres, etc. Pero la situación es tan complicada que con eso no es suficiente para que salgas de tu angustia vital.
Así que, ahora viene la parte práctica, ¿qué podemos hacer cuando estamos en estas crisis de tiempo y de energía que nos dan de vez en cuando teniendo en cuenta que no se puede dejar de ser madre por unos días? A la mayoría, si fuera posible y nos lo propusieran en serio, diríamos que no, incluso en los momentos más duros. Te doy algunos consejos:
1. PIDE AYUDA A TU FAMILIA.
Si tienes familia cerca, explícales la situación para ver si pueden ayudarte, con las tareas de la casa, haciendo alguna actividad con tus peques para darte tiempo a hacer todo lo que tengas pendiente (trabajo, compras, limpieza…), regalándote un servicio de esos tan modernos que hay ahora de limpieza por horas o enviándote a alguien de su confianza…
2. CONTRATA AYUDA DOMÉSTICA.
Planteate seriamente si es posible dedicar una parte del presupuesto familiar a contratar a alguien que os ayude con tareas del hogar para que podáis dedicaros a otras cosas.
3. PRIORIZA.
Cuando estés saturada de tareas pendientes, ponlas en una lista y valora cuáles son las más urgentes para empezar por esas asegurándote de que vas cumpliendo plazos y no dedicas tiempo a avanzar actividades que pueden esperar.
4. BLOQUEA O PARALIZA TU «MENTE IRRACIONAL».
Este consejo es para esos momentos de estrés absoluto donde te tirarías por la ventana de tu casa si vives en un segundo piso o más y acabarías con todo de una vez. Por ejemplo: tienes prisa, hay que vestirse, vas fatal de hora, la casa está totalmente desordenada, suena el teléfono, tu hijo o hija llora por todo esta mañana, no quiere vestirse, no quiere desayunar… Vamos, uno de esos días que seguramente vives de vez en cuando. Aquí es fundamental que pares por un momento. Parar no con el cuerpo, probablemente, estás intentando vestirte, mientras sujetas en brazos a tu bebé, caminando hacia el teléfono… Tienes prisa, no puedes perder tiempo quedándote quieta. Se trata de que bloquees tu mente de pensamientos negativos, que te centres en cada una de las cosas que tienes que hacer y dejes de generar creencias irracionales del tipo, «esto es un desastre, otra vez estamos igual, así no vamos a ninguna parte, no vamos a llegar, por qué me tiene que pasar esto a mí…». Se trata de identificar que estás generando una serie de ideas en tu cabeza que no te hacen ir más rápido, más bien todo lo contrario; no te ayudan a organizarte, al revés hacen que seas menos eficaz; te hacen comportarte de manera hostil con las personas que tienes cerca, especialmente con tus hijos si están irascibles en ese momento, recuerda que todo se contagia y especialmente las emociones negativas.
5. COLÓCATE EN MODO ZEN O «STAND BY».
Estas expresiones pueden salvarte la vida o la de tus hijos e hijas si tienes un carácter muy fuerte. Lo de colocarse en modo zen es de mi amiga Rocío, me encanta esta expresión. Yo llevo años usando lo de ponerme en «Stand By» para referirme a lo mismo. Se trata de conseguir un estado mental que al final se traduce (como todo) en el cuerpo, de «ahora no, ya veremos mañana». Cuando estamos sobrecargados, llenos de cortisol, la hormona del estrés o especialmente tristes o especialmente irritables, suelen ser buena opción tratar de aplazar a otro momento las decisiones difíciles, las conclusiones sobre lo que me pasa, cuando estás muy preocupada por cosas que no están en tu mano, que no puedes controlar, lo mejor es centrarte en lo que sí puedes hacer y dejar de pensar en lo demás.
Quedarse en «Stand by» es una metáfora de cuando dejas un aparato apagado pero con la lucecita roja, como la televisión, está apagado pero no del todo, si tocas cualquier botón del mando a distancia se vuelve a encender, pero a simple vista, no funciona. Se trataría entonces de dejar en «Stand by» la parte emocional pero seguir con la racional haciendo aquello que tienes que hacer por obligación. Para que me entiendas, ser un robot, un autómata, sólo por unas horas o por un día. Posponer a mañana. Te garantizo que funciona.
Te pongo en situación para que me creas cuando te digo que funciona. Un día te dan una mala noticia, te das cuenta de que tienes la cuenta en números rojos, pierdes algo muy valioso para ti, te llevas una gran decepción de alguien importante… Puede ocurrir que te pases todo el día angustiado, con un nudo en el estómago, pensando en qué vas a hacer, si te pasa cerca de la hora de acostarte es probable que te cueste muchísimo dormir y te desesperes. A la mañana siguiente como por arte de magia, te levantas y te das cuenta de que no era tan grave, de que no te duele tanto, de que no es tan importante. La situación es la misma, pero tu cuerpo y tu mente han asimilado lo que ocurre, la vida sigue, tenemos muchos mecanismos de supervivencia que funcionan incluso en las situaciones más terribles. Ahora te planteo, ¿no habría sido más fácil esperar al día siguiente sin darle mil vueltas, angustiarte, sentirte fatal, recrearte? El resultado habría sido el mismo pero te habrías evitado el sofocón. Los disgustos y las situaciones angustiosas dejan cicatrices en nuestro cuerpo y en nuestra mente, recrear mentalmente una situación terrible que vivimos o que nos contaron, nos genera la misma angustia que si estuviésemos viviéndola, hacer esto una y otra vez, supone someter al cuerpo a esa situación una y otra vez con la misma intensidad, a veces mayor cada vez.
6. NO DESCARGUES CON OTRAS PERSONAS COSAS QUE TE PERTENECEN.
Especialmente, si hablamos de tus hijos o hijas, sufren muchísimo con nuestros cambios de humor, nuestras voces más altas de lo normal, nuestra indiferencia cuando estamos pensando en otras cosas y contestamos sin atender realmente a lo que nos están planteando. En un arrebato hasta podemos perder los papeles y gritar o quién sabe qué. Es fundamental controlar esto. El pensamiento mágico de los niños y su egocentrismo hace que lo lleven todo a lo personal, generan pensamientos del tipo «no me quiere porque no soy lo suficientemente bueno», «no soy importante como para que me dedique su tiempo». Ellos y ellas no entienden que estemos ocupados, que sólo necesitemos un día de margen y «mañana ya te hago caso». Necesitan que les queramos todo el tiempo, al cien por cien. Si no puedes hacerlo de manera temporal, al menos no los lastimes, no descargues en ellos y ellas un estrés que te corresponde sólo a ti. Cada persona tenemos nuestras preocupaciones, nuestras hijas e hijos también. Mientras tú estás preocupada por entregar algo para el trabajo, por ejemplo, a lo mejor tu hijo está intranquilo porque está teniendo problemas en el colegio o lo está pasando mal en la Escuela Infantil (guardería), ¿quién sabe?
7. Y SI TE EQUIVOCAS, PIDE PERDÓN.
Si cometes el error de dejarte llevar por tu estado de nervios y terminas gritando o tratando de una manera injusta a alguna de las personas de tu familia, pide perdón, explica qué es lo que ha pasado y reconoce que te has equivocado. Especialmente a los más pequeños, así aprenderán que cuando uno se equivoca puede rectificar, tiene que rectificar y está en su derecho de hacerlo.
Espero que estos consejos puedan serte de utilidad. Situaciones de nervios vivirás de vez en cuando, más veces de las que te gustaría, forman parte de la vida. Se trata de intentar que estas situaciones nos hagan crecer, ser mejores, aprender a sufrir menos y dar más, incluso en momentos muy complicados. Es una cuestión de actitud y nuestros hijos y nuestras hijas se lo merecen.
¿Crees que estos consejos pueden serte de utilidad? ¿Se te ocurre algún otro que sirva para resolver estas situaciones de crisis? Cualquier ayuda es buena en este tipo de momentos. Nos encantará leer tu punto de vista.
Libros recomendados por La mamá de Pequeñita. Si compras a través de estos enlaces recibiré una pequeñísima comisión y a ti no te supondrá ningún gasto extra.
Pues sí, el desahogo es fundamental. Gracias por compartir por aquí tu experiencia Sylvana. Un abrazo.
Quizás mi mejor ayuda es que me escuchen lo agobiada que estoy. Y extraño un conversa distinta a lo cotidiano que hago como mamá. Tengo dos hijos uno de 3 años 9 meses y el otro pequeño 2 años 3 meses.
Gracias.
Pues no se nos puede pedir más si hacemos todo lo que podemos. Respecto al poco apoyo que nos damos unas a otras, creo que es algo en lo que seguir trabajando, centrarnos en los verdaderamente importante, las necesidades de nuestros hijos e hijas y las nuestras para poder sostenernos y sostenerlos. Un abrazo fuerte.
Gracias, a veces pienso que soy la única que pasa por esto que describes pero lo que sucede es que nos callamos para que no digan que somos malas madres y queremos aparente que todo está bien , porque aunque no lo esté si te quejas o lo dices ya eres la que con nada está contenta, aveces no sabemos cómo pero hacemos lo que podemos damos nuestro 100 aunque para otros no signifique nada